Los neandertales son nuestros parientes conocidos más cercanos. Es muy posible que los humanos modernos se encontrasen con ellos en Europa hace unos 45.000 años e incluso que algunos de los males que hoy arrastramos sean herencia neandertal. Es el caso de la llamada enfermedad de los vikingos, una dolencia incapacitante que se forma en la palma de las manos. No es extraño entonces que la comunidad científica siga de cerca cada hallazgo en los yacimientos de Calvero de la Higuera de Pinilla del Valle (Madrid).
En esta región que discurre por la margen derecha del valle superior del río Lozoya, se desarrolla desde 2002 un proyecto dirigido por Juan Luis Arsuaga, Enrique Baquedano y Alfredo Pérez González. Durante más de 200.000 años, los neandertales se asentaron en este territorio y convivieron con hienas, osos, leones, bisontes y rinocerontes. El primero de los yacimientos, la Cueva del Camino, quedó al descubierto en 1979 cuando se realizaban las obras para un camino del Canal de Isabel II. Las primeras excavaciones permitieron localizar los primeros restos de neandertal, dos molares, y pusieron sobre la pista a los investigadores de cuánta información podría albergar.
Actualmente, los trabajos se están desarrollando en el Abrigo de Navalmaíllo, Cueva de la Buena Pinta, Cueva Chica y Cueva Des-Cubierta. Son los únicos de la Comunidad de Madrid donde se han encontrado restos de homínidos y cada uno ayuda a los arqueólogos a colocar una pieza más en la vida de nuestros pasados y puede que empiecen por fin a entender todas las causas que llevaron a su desaparición, hace ya 44.000 años.
A pesar de que nos separan unas 21.500 generaciones, su comportamiento no era tan diferente, al menos en cuanto a rituales y supervivencia, del nuestro en las sociedades actuales. Una de las revelaciones más notables ha sido el descubrimiento de que los neandertales tenían capacidad simbólica. La primera evidencia es el uso de cráneos de grandes herbívoros -bisontes, uros, ciervos y rinocerontes- como trofeos de caza o ritos que se transmitieron a lo largo de generaciones con un simbolismo que hasta ahora se desconocía.
El equipo de investigadores de Pinilla del Valle sospecha que estos pobladores pudieron tener una capacidad intelectual mayor de lo que habíamos pensado, puesto que, hasta no hace mucho, creíamos que el pensamiento simbólico era exclusivo del Homo sapiens. El primer indicio llegó en 2015, en Cueva Des-Cubierta, cuando se encontró un cráneo de rinoceronte de la estepa en perfecta posición, apoyado sobre unos fragmentos de roca, tal y como debieron de dejarlo estos antepasados hace más de 40.000 años. Era uno más de los 35 cráneos de ungulados recuperados.
"El hecho de que todos los cráneos pertenezcan a especies con apéndices craneales (astas sin mudar en el caso del ciervo) sugiere que pueden representar trofeos. Su concentración en un espacio pequeño también sugiere que la acumulación podría considerarse un santuario de caza. Sin embargo, no se pueden descartar otras interpretaciones, como un vínculo con el ritual y el fuego (dada la proximidad de las evidencias del uso de este último), alguna expresión de la relación simbólica entre los neandertales y el mundo natural, o algún tipo de rito o iniciación, o magia propiciatoria", detalla Baquedano en un trabajo publicado este año en Nature Human Behaviour.
Este arqueólogo nacido en Soria en 1958, además de coliderar este proyecto, dirige el Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid. En su artículo explica el alcance de estos fragmentos recuperados. "Un análisis detallado indica que muchos de los cráneos conservaban inicialmente la región frontal, incluidos los núcleos córneos o las astas". Llamó su atención que estuviesen sin dientes, mandíbulas o maxilares con marcas de corte y percusión, modificaciones que hacen pensar que no están asociadas a una costumbre alimenticia o similar, sino con alguna creencia o sentimiento colectivo que implica capacidad de un pensamiento más complejo que la mera supervivencia.
Lo curioso de estas actividades de los neandertales es que fuesen ajenas a sus necesidades de subsistencia, "como la caza, el procesamiento y consumo de recursos animales, la preparación de herramientas o el uso del fuego", labores cuya evidencia es común en la gran mayoría de los yacimientos arqueológicos. Lo que no es tan frecuente son esas otras funciones, "relacionadas con su mundo simbólico (por ejemplo, entierros y el uso de estructuras para posible uso ceremonial)".
Su teoría se refuerza por el hecho de que los ocupantes neandertales de este lugar repitieron el mismo tiempo de comportamiento durante un largo periodo. Años, décadas, siglos o incluso milenios. "La deposición intencional de cráneos de grandes mamíferos sugiere la transmisión de este comportamiento entre generaciones, lo que sería consistente con su interpretación como un fenómeno cultural", escribe Baquedano.
Los trabajos en El valle de los neandertales no dejan de sorprender. Uno de los últimos hallazgos ha sido un diente humano de hace 500.000 años. El molar se ha convertido, junto a los restos encontrados en Atapuerca y en la Cueva portuguesa de Aloreira, uno de los fósiles humanos más antiguos. En 2011 hallaron también, en la Cueva Des-Cubierta, cuatro dientes que correspondían a un menor de dos años y medio que vivió hace más de 40.000 años. Es posible que fuese una niña, de estatura inferior a un metro y, además, rubia o pelirroja.
Por las características de lugar en el que fue descubierta, sus congéneres debieron de preparar una sepultura y algún tipo de ritual funerario. Para explicar la muerte de la llamada niña de Lozoya -el primer menor neandertal de la Comunidad madrileña- los científicos mencionan la elevada mortalidad infantil tras el destete y la posibilidad de que la madre quedase embarazada de nuevo, lo que pondría en riesgo la supervivencia del hijo anterior. Según indicó Arsuaga, su hallazgo supuso un éxito muy importante en el terreno de la prehistoria para ayudar a resolver algunos enigmas sobre la especie que nos precede.
Recientemente se ha iniciado una nueva campaña de excavaciones con el fin de profundizar en la economía de estos homínidos, los primeros pobladores de la región, y en su comportamiento.
Los investigadores van sacando a la luz restos de fauna y flora que permiten hacerse una idea de las condiciones medioambientales del interior de la Península Ibérica y su evolución a lo largo de los diferentes periodos. Pero más apasionante aún son esas pistas que permiten reconstruir la vida cotidiana de estos homínidos: cómo capturaban aves para su consumo, el modo de cocinar sus alimentos una vez desmembrados y troceados, las actividades al abrigo de las rocas y alrededor de las hogueras o la delimitación del espacio en habitaciones. Sobre todo, uno de los retos más interesantes será entender con mayor precisión su concepción de la vida y de la muerte.
Por encontrarse a solo 80 kilómetros de Madrid y dentro del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, el Parque Arqueológico del Calvero de la Higuera, abierto al público desde 2015, se ha convertido en punto de interés cultural para los interesados en conocer nuestro pasado. La visita es guiada y debe concertarse a través de la página oficial de El valle de los neandertales.