¿Cómo ha cambiado el fin del mundo? Versiones del apocalipsis a través de los años
Desde que el hombre es hombre, la posibilidad de que esto se acabe lo ha acompañado en distintas versiones
Del diluvio bíblico al apagón informático, los escenarios apocalípticos han tenido su propia evolución en el imaginario colectivo
Castigos divinos, virus, asteroides, alienígenas... son solo algunos de nuestros fantasmas favoritos alimentados por la ficción
¿A quién no le gusta un buen final? Cuando el año pasado un estudio de la Universidad Miguel Hernández probó que ante un cuadro como 'El jardín de las delicias' de El Bosco, pasábamos mirando el infierno el doble de tiempo que el paraíso, quedó claro que, además, sentimos predilección por las tinieblas. Hay todo un género en Hollywood que satisface nuestra atracción por el abismo de la extinción: las películas de catástrofes. Sin embargo, mucho antes de 'Terminator", el Armagedón ha sido parte de la imaginación colectiva.
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A continuación, hacemos el recuento de solo algunos de los escenarios catastróficos en los que nos vamos colectivamente al más allá. Una especie de 'evolución' del fin del mundo para tu solaz en esta tarde de domingo en la que los temas han sido la boda de Garzón, el futuro de Junts y el debacle eurovisivo. Señales, todas, que evidentemente precederán al fin del mundo. Vamos.
El diluvio universal
Por supuesto el verdugo más antiguo de la tierra es el mismo Dios. Y el mito del diluvio ha existido en distintas latitudes geográficas y culturales. Así, persas, fenicios, indios, chinos, mapuches o mayas, temieron por igual al advenimiento de las aguas aniquiladoras. La versión más 'documentada' es la de los Evangelios por aquello del arca, las parejas de animales, etc. Lo interesante de esto es que el que abre el grifo siempre es el propio ser humano debido a su conducta viciosa, inmoral, temeraria y en suma todo por lo que la vida merece ser perdida. Resultado: muerte por ahogamiento vía voluntad divina.
El asteroide
Con el desarrollo del pensamiento científico, la idea del dios despiadado empezó a ser reemplazada por otro más aterrador: la de la no centralidad de la especie humana y de la pequeña mota de polvo espacial que habita. Es decir que descubrimos que, como diría El último de la fila, "este mundo no es más que una enorme piedra redonda". Lo malo es que hay muchas otras piedras flotando por allí, algunas de las cuales ha colisionado ya con nuestro planeta y ¿por qué no? podrían volver a hacerlo. Maldita edad de la razón. Maldita astronomía. Resultado: muerte por cataclismo express.
La invasión extraterrestre
Pero, un momento si hay muchas otros planetas y galaxias ¿no es racionalmente posible que existan también otros seres pensantes y por tanto potencialmente peligrosos para nuestra especie? Yes. No lo decimos nosotros, lo decía ya lo decía el propio Stephen Hawking, que en un documental grabado, aseguró que "si los alienígenas nos visitaran, el resultado sería parecido a cuando Colón arribó a América, lo que no fue muy bien para los nativos americanos". Lagartos, pulpos espaciales, enanitos verdes, presencias espectrales, suplantadores de cuerpos... les demos la forma que les demos, no vienen en son de paz. Resultado de cualquier encuentro cercano del tercer tipo: muerte por arma láser, bacteria cósmica o tecnología superior.
La bomba atómica
Pronto, sin embargo, nos dimos cuenta de que no hacía falta esperar la llegada de ningún alienígena para acabar con los domingos. Después de todo somos los inventores del 'do it yourself'. Perdón, pero si creías que te habías librado ya de 'Oppenheimer', esto tiene directamente que ver con el buen hombre (aka 'el destructor de mundos') y su delicioso invento. Por primera vez, nuestras más oscuras fantasías se vuelven una realidad esperpéntica en Hiroshima y Nagasaki. Desde entonces se han testeado la bomba atómica más de... ¡dos mil veces! Si es que lo estamos pidiendo a gritos. Resultado: muerte por desintegración, lluvia ácida o enfermedades derivadas de la radiación.
El virus
Hace solo cuatro años ocurrió lo impensable: se acabó el papel higiénico en Madrid. Circundando esa terrible realidad, casi siete millones de muertos por Covid en la que probablemente sea solo la primera gran pandemia del s. XXI. ¿No lo crees? Espera a que el calentamiento global termine de derretir los polos. Seguramente hay allí más que osos invernando. Si no es algún virus arcano, claro, siempre nos quedarán los virus de diseño que, dicen, se pueden crear en laboratorios de casi cualquier lugar del mundo por dos duros. Resultado: muerte por contagio.
El apagón informático
Si nos has escuchado el podcast de José A. Pérez Ledo ya tardas. También puedes ver la serie. La idea es que tarde o temprano -como se temía en el año 2000- podría producirse un fallo energético, tormenta solar, o sabotaje por parte de una mente satánica que desenchufe todo al mismo tiempo. Y cuando decimos todo nos referimos a todo: comunicaciones, transportes, circulación de dinero, electricidad, suministros de agua, producción de alimentos, etc. Es decir todo lo que ahora controlamos de manera informática y que siempre está a un click de dejar de funcionar. Resultado: muerte por caos generalizado, retroceso a la edad media y caída de Instagram.
La Inteligencia Artificial
Todos hemos visto el meme de 'John Connor viendo como te haces amigo de Chat GPT'. Quien tiene ojos que vea. Pero lo cierto es que diseñar un dispositivo que pueda ya no solo aprender a pensar sino aprender a aprender, arriesgándonos a que concluya, de manera perfectamente lógica por lo demás, que el ser humano no ya no le hace la más mínima falta a este planeta y que por el contrario puede y debe ser erradicado de la ecuación para pasar al siguiente nivel de la Matrix o lo que sea, no parece buena idea. "Decidieron nuestro destino en un microsegundo", cuentan desde el futuro. Avisados estamos.
P.D.
Con respecto al fin del mundo real, según las Agencia Espacial Europea, el solo podría quemarnos -si no nos hemos autoaniquilado antes, lo cual es más plausible- dentro de un lapso de entre 6 y 8 mil millones de años. Digamos que habría tiempo para comprar bronceador. Mientras tanto, adiós, buen domingo.