El consumo de carne en España se ha convertido en objeto de debate a raíz de la polémica campaña #MenosCarneMásVida que el Ministerio de Consumo, liderado por Alberto Garzón, lanzó en redes en julio del año pasado.
La campaña, en la que se pedía a la población que comiese menos carne por las consecuencias nocivas tanto para la salud como para el medioambiente que tiene su elevado consumo y el modelo de ganadería intensiva que se sigue para producirla, fue duramente criticada por la oposición y el sector cárnico, así como por miles de españoles que no dudaron en defender en las redes su derecho a consumir este alimento, y abrió la veda a un debate sobre consumo y medioambiente que ha agitado la esfera política y que se ha ido intensificando con el paso de los meses.
En febrero de este año, meses después del lanzamiento de la campaña en redes, el ministro insistió en su recomendación durante una entrevista con el periódico The Guardian, en la que declaró que los españoles no debían dejar de comer carne, sino reducir su consumo y apostar por aquella de calidad, y en la que criticaba a las llamadas macro granjas.
“La ganadería extensiva es un medio medioambientalmente sostenible de ganadería y uno que tiene mucho peso en partes de España como Asturias, partes de Castilla y León, Andalucía y Extremadura”, declaró, afirmando que era “sostenible”, algo que, sin embargo, no se aplica a las microgranjas.
“Lo que no es sostenible en absoluto son esas llamadas macrogranjas… Encuentran un pueblo en un área despoblada de España y colocan allí a 1.000, o 5.000, o 10.000 cabezas de ganado. Contaminan la tierra, contaminan el agua y luego exportan esta carne de mala calidad de estos animales maltratados”, sentenció.
Las palabras de Garzón, que aparecieron tergiversadas en la revista especializada Cárnica, donde se dio la noticia con el titular “Garzón afirma en The Guardian que España exporta carne de mala calidad de animales maltratados", levantaron de nuevo las ampollas del sector cárnico y avivaron de nuevo el debate, en el que PP y VOX llegaron, incluso, a pedir su dimisión.
A pesar de las oposición, el ministro ha vuelto a incidir en la importancia de reducir el consumo de carne. Lo ha hecho durante la presentación del informe 'Sostenibilidad del Consumo en España', un documento elaborado entre el Ministerio que dirige y la Comisión Europea en el que se analiza la huella de consumo de nuestro país y en el que se muestran las consecuencias que tendría una disminución del 25% y del 50% del consumo de productos de origen animal.
Según este documento, que se basó en los datos comprendidos entre 2010 y 2018, la alimentación representa un 52,1% de la huella ambiental de consumo de España, un 26% más que en el resto de la Unión Europea. Para combatir este impacto, desde el Ministerio de Consumo han abogado por reducir el consumo de carne y lácteos y volver a los patrones de la dieta mediterránea, ya que este cambio en la alimentación ayudaría a reducir considerablemente el daño medioambiental.
El documento elaborado por el Ministerio de Consumo y la Comisión Europea no es el único que ha incidido en la importancia de cambiar los patrones de alimentación para reducir el excesivo consumo de carne.
En 2020, el informe especializado El cambio climático y la tierra de IPCC, que recopilaba datos y conclusiones de otros trabajos elaborados con anterioridad, señalaba el impacto que la producción en masa de carne de vacuno estaba causando en el medioambiente por su emisión de gases de efecto invernadero, y recomendaba una modificación de los hábitos alimenticios para avanzar en la lucha contra el cambio climático.
Ese mismo año, la propia ONU se hizo eco de las consecuencias medioambientales que provoca la ganadería masiva en una noticia publicada en su página web, y apuntó que una reducción del consumo de carne y del desperdicio de alimentos podría ayudar a reducir su impacto contaminante.
Además, diversas asociaciones ecologistas, como Greenpeace o el Instituto de Recursos Mundiales (World Resources Institute, en inglés), así como la FAO, también han abordado el tema, alertando de los efectos que la ganadería masiva tiene para el medio ambiente.
Cambiar los modelos de consumo de carne, además de ayudar a combatir el cambio climático, también ayudaría a prevenir la aparición de futuras pandemias como la de la Covid-19.
Así lo refleja un estudio elaborado por científicos de la Universidad de Cambridge y publicado en la revista Biological Reviews, en el que se señala que la agricultura, la ganadería y la acción humana sobre los hábitats de vida silvestre aumentaban el riesgo de desencadenar una posible pandemia provocada por virus zoonótico (capaz de transmitirse de animales a humanos).
Para llegar a esta conclusión, los investigadores compararon el vínculo entre las especies de mamíferos y los virus zoonóticos, tal y como señalan desde La Sexta. Al hacerlo, descubrieron que el 75% de los mamíferos exóticos que se utilizan en el comercio de vida silvestre llevan este tipo de virus, una cifra que desciende al 63% en el caso de aquellos que no se comercializan y al 50% en el caso de los domesticados.
Para prevenir la aparición de futuras pandemias, los investigadores recomiendan que no se invadan las zonas de vida de los animales silvestres y que se reduzca su contacto con otras especies. Además, en el caso de los animales vinculados al consumo humano, recomiendan disminuir el número de macrogranjas y mejorar tanto sus condiciones como la de sus operarios, incrementando las medidas de bioseguridad y vigilancia.
Esta recomendación coincide, además, con las conclusiones de un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Kent, que señala que este tipo de granjas favorece la propagación de virus zoonóticos y apunta a la necesidad de tomar medidas para cambiar el impacto que esta industria tiene en el medioambiente.
Unas medidas que implican no eliminar el consumo de carne, sino reducirlo para disminuir la demanda. Actualmente, y según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en España cada persona come casi 50 kilos de carne al año, una cifra que aumenta según los cálculos de la FAO, que eleva el consumo anual a 100 kilos por persona.