Resolvemos el misterio de las latas de refrescos o cerveza: ¿por qué son cilíndricas?
La forma cilíndrica de las latas de refrescos y otro tipo de bebidas no es fruto del capricho del fabricante
En una lata cuadrada se habría optimizado al 100% el factor de almacenaje, pero se habría encarecido el coste por necesitar más aluminio
Incluso las medidas del cilindro de la lata responden a muchas variables entre las que están la imagen o el marketing
Nos hemos tomado tantas bebidas en lata que el recipiente en sí mismo nos pasa desapercibido. Sin embargo, su forma y medidas no fueron producto del azar o del antojo del primero al que se le ocurrió enlatar nuestro líquido con gas preferido. En realidad, responde a razones físicas, económicas, logísticas o de marketing al igual que a la comodidad del consumidor. Desde Uppers hemos investigado el fondo de la cuestión para saber por qué las latas de refrescos son cilíndricas.
Lo primero que tuvieron que plantearse los responsables del envasado fue el material, para lo cual eligieron el aluminio por sus propiedades de conservación y su opacidad. Según el blog Ingeniería Básica “el aluminio es el metal más costoso en términos energéticos de producir”. De este modo había que encontrar el equilibrio entre la optimización de la materia prima, un envase fuerte y estable y la comodidad del consumidor.
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La elección de la forma de la lata
Después tuvieron que definir una forma en la que ese líquido con gas se distribuyera óptimamente y de la mejor forma. Tal como apuntan desde el blog de Ingeniería, lo que tenía mayor lógica era decantarse por una forma circular, ya que con un envase en forma de circunferencia se emplearía la menor cantidad de material, la presión de la bebida se distribuiría bien dentro del recipiente y se podría almacenar el máximo volumen con la mínima superficie.
No obstante, esa forma circular no sería nada práctica. Para el consumidor muy incómoda, porque no cabría la posibilidad de dejar en cualquier sitio esa lata, tipo pelota de tenis con una abertura para beber; se derramaría todo el líquido. Para la empresa envasadora y la responsable de la distribución y del almacenaje mucho peor, explican desde el blog que su factor de almacenamiento es del 74%. Además, haría falta un soporte extra, parecido a una huevera, para depositar las latas circulares, apilarlas y colocarlas en las estanterías del almacén, de la tienda y en nuestra nevera. Todo ello encarecería el coste enormemente.
Desde el blog se apunta que al desechar la forma circular la siguiente elección habría sido un cuadrado o un rectángulo, es decir, una lata cúbica que sería óptima para el proceso logístico y tal vez para el consumidor que se habría acostumbrado a beber su refresco en una lata cuadrada. Aunque en este caso también habría un “pero” significativo: todos y cada uno de los bordes y esquinas del recipiente serían un punto débil y de posible rotura ante un golpe externo debido a la presión del interior. Se aprovecharía el 100% del factor de almacenamiento, pero habría que emplear más cantidad de materia prima para reforzar esos puntos críticos.
El cilindro, la mejor opción
De este modo, se fusionaron ambas formas, cuadrada y circular, eligiendo la forma cilíndrica como la más optima, con una base para mantenerse de pie, de fácil almacenaje en todos los ámbitos y en la que se logra aprovechar el 91% del factor de almacenamiento. Es más, no tiene aristas ni puntos débiles, tal como se destaca desde Ingeniería Básica.
A su vez, en respuesta a razones físicas, se determinó que la base también sería curva. Lo que se buscaba era eficiencia en cuanto a la cantidad de material necesario y que fuera capaz de aguantar la presión interna, aumentar la rigidez y evitar la deformación de la lata. No es lo mismo envasar una cola con gas que una ración de atún al natural donde la base sí puede ser plana.
Otro punto determinante fue definir las medidas de esa lata de refresco. Lo habitual es que tengan 6 centímetros de diámetro y 12 centímetros de altura para un contenido de 330 mililitros de líquido. Desde el blog destacan que el objetivo era almacenar el máximo volumen de líquido en un envase con la mínima superficie posible. Con lo cual había que dar con los datos “mágicos” del radio y del alto del cilindro. En esta elección de tales datos influyó la estabilidad de la lata y la dificultad para deformarse, la facilidad para agarrar la lata y beber según su diámetro, el mínimo desperdicio de material, la optimización logística e incluso el espacio de las neveras y una imagen atractiva del producto.