Amor, fotos y semillas: la historia de cómo Salgado y Wanick crearon un bosque de un desierto
Sebastião Salgado y Lélia Wanick empezaron hace más de dos décadas un proceso de reforestación en el valle de la infancia del fotógrafo
Todo el ecosistema se perdió y, a lo largo de estos años, ha logrado reforestar parte de las hectáreas y atraer de nuevo a la fauna que tuvo que huir
La pareja sigue trabajando para expandir la reforestación hasta el último lugar que acabó desertificado
Sebastião Salgado y Lélia Wanick. Sus nombres van de la mano, no se pueden separar porque comparten hazañas. Él, fotógrafo de prestigio ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Artes a finales de los 90. Ella, productora de cine y ecologista. Llevan juntos desde 1964, cuando se conocieron y, solo tres años después, se casaron. Y así fue como un fotógrafo y una ecologista han sido más que una pareja, sino dos personas que también se unieron para combatir la deforestación en Brasil y lograr revivir un ecosistema que estaba prácticamente acabado. El proyecto de sus vidas.
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Lucha contra la deforestación
Todo comienza en la Brasil natal de los dos, en el valle del Río Doce, una zona que hace décadas estuvo cubierta por un gigantesco bosque del que poco queda hoy. En la actualidad en esa zona viven unos cuatro millones de personas, pero ya nada tiene que ver con el entorno natural que fue. La explotación de los recursos naturales dio paso a una deforestación que ha desencadenado otros problemas, como la escasez de agua.
Precisamente esta zona la conocen muy bien porque allí Salgado tiene una casa en la que vivió siendo niño y ella le conoció durante la juventud, por lo que también pasó mucho tiempo en la zona. Cuando vieron en lo que se estaba convirtiendo todo, cada vez con menos árboles, decidieron convertir aquella finca familiar en la sede del Instituto Terra, la organización civil creada por ambos que cuenta con dos objetivos, el de restaurar el ecosistema y ayudar a promover el desarrollo rural de la zona.
Restaurar los ecosistemas
Aquella finca que fue prácticamente un desierto hoy no lo es. Se convirtió en Reserva Privada de Patrimonio Natural para iniciar una reforestación de 700 hectáreas con árboles de especies nativas. Hoy todo ese terreno es un bosque nuevo que quieren seguir ampliando para recuperar hectáreas deforestadas.
No solo han devuelto el verde de la vegetación autóctona al valle, también a gran parte de la fauna que se vio obligada a irse a otros lugares y que han regresado al ecosistema tras lograr restaurarlo.
Desde hace 20 años, trabajan sembrando plántulas nativas de los bosques atlánticos para luego plantarlos en la zona y seguir extendiendo el ecosistema. Pero sin duda, uno de los principales objetivos son los manantiales, el poder restaurarlos poco a poco y que, al cabo de unos años, ese pequeño bosque alrededor del manantial se haya convertido en un ecosistema nuevo lleno de fauna y flora tras décadas de deforestación.