Desde hace años la arquitectura ha puesto los ojos en un modelo de construcción de edificios y casas: la bioclimática. Lejos de parecer algo novedoso, lo cierto es que el ser humano, sin saberlo, siempre ha tenido su filosofía en mente, que no es otra que la de aprovechar los recursos naturales del entorno para disminuir el impacto ambiental. Por ejemplo, en lugares donde llueve mucho se construyen tejados que permitan que el agua no se estanque, o la construcción de viviendas con una orientación específica para disfrutar al máximo de las horas de luz natural.
Pero no todo queda en la construcción ecológica y respetuosa con el medio ambiente, también se busca la autosuficiencia energética aprovechando los recursos naturales que la rodean. ¿Cómo? Desde el inicio, con la construcción de la vivienda, su ubicación y orientación, hasta el estilo de vida de los habitantes, en el que se utilizan las energías renovables.
Una de las cosas más importantes en una vivienda bioclimática precisamente es la elección de los materiales de construcción, que tendrán que estar adaptados a su ubicación y al clima. De esta manera hay una serie de factores que se deben tener en cuenta en la construcción de este tipo de casas.
El sol es uno de los elementos más importantes cuando se piensa en una vivienda bioclimática, pues dependiendo del tipo de clima, la casa se sitúa de una forma u otra. De esta manera se intenta captar lo máximo posible la radiación solar para mantener la temperatura interior de forma natural. En España la mejor orientación es la sur, pues es de la forma en la que más horas de luz solar se recibe. En la fachada sur suelen establecerse grandes ventanales horizontales con un doble acristalamiento, que permita el calor necesario en verano y pocas pérdidas energéticas en invierno. Por eso mismo es muy frecuente encontrar pérgolas o árboles en el jardín que permitan la protección solar y un posible sobrecalentamiento en verano.
El aislamiento térmico es una de las claves de una vivienda bioclimática, que si es el adecuado evitará las pérdidas de calor en invierno y una sensación sofocante en verano. Esto se realiza a través de las ventanas con doble acristalamiento que comentábamos antes y también con el grosor de las paredes, que dependerá del clima de cada lugar, aunque por lo general en las viviendas bioclimáticas las paredes son más gruesas.
La ventilación es otro mecanismo que puede permitir regular la temperatura adecuada del interior del hogar. De forma estratégica se ubican las ventanas en fachadas opuestas, intentando que no hayan demasiados obstáculos o alguna pared entre ellas que pueda entorpecer el recorrido del aire. Este proceso se llama ventilación cruzada, que consigue que entre el aire por la fachada fría y salga por la caliente, refrescando y renovando el aire interior.
Está claro que el objetivo de estas viviendas es rebajar el consumo energético con la ayuda del clima y el entorno que rodea la casa, pero para ello también se deben implementar energías limpias. Con ello, se puede hacer una vivienda autosuficiente que se nutra de algunas energías renovables, como la eólica o la solar fotovoltaica o térmica, con las que conseguir un ahorro energético e incluso un excedente de ella.
Con el agua también se podrá ahorrar, instalando aparatos que permitan no usar más de la cuenta pero también reutilizarla. Por ejemplo, muchas casa tienen mecanismos para utilizar el agua de la lluvia como sistema de riego posterior de los jardines o reutilizar el agua de la lavadora o el lavavajillas para la cisterna. Además, se debe aprovechar la energía solar para producir el agua caliente sanitaria, que es la que sale por el grifo de la cocina o el de la ducha, y así ahorrar más energía.
Con un buen diseño adaptado al entorno y al clima, utilizando la vegetación de la zona y adquiriendo hábitos en los que se recicle y los electrodomésticos del hogar sean de bajo consumo, se puede conseguir una autentica vivienda bioclimática. Todo parece fantástico, pero hay un pequeño inconveniente que puede echar hacia atrás a los compradores: son más caras que las casas tradicionales. Pero mirando la parte positiva, es una inversión que se puede recuperar, pues uno de los principales objetivos es ser más respetuosos con el medio ambiente con un ahorro energético que, al final, puede ser un alivio para tu bolsillo.