Los incendios forestales son un problema que no solo afecta a la biodiversidad y el medioambiente, sino también a nuestra salud. Esa es la conclusión de una reciente investigación publicada por The Lancet Planetary Health en la que, por primera vez, se han analizado a nivel global los fallecimientos asociados a la contaminación forestal.
Este estudio, que ha sido elaborado por un equipo internacional dirigido por el profesor Yuming Guo y el doctor Shanshan Li, de la Escuela de Salud Pública y Medicina Preventiva de la Universidad de Monash en Melbourne (Australia), se ha centrado en el impacto para la salud que tiene la exposición a corto plazo a las partículas finas (PM2.5) que quedan en el aire tras producirse un incendio, para lo que han cruzado referencias con los datos de 65,6 millones de muertes ocurridas en 749 ciudades de 43 países y regiones distintas entre el 1 de enero de 2000 y el 16 de diciembre de 2016.
Según la investigación, cada año se producen más de 3.500 muertes directamente atribuibles a la contaminación de los incendios, una cifra que podría aumentar de cara al futuro a causa del cambio climático y el consecuente incremento de este tipo de catástrofes.
Tal y como señala el profesor Guo, la contaminación de los incendios puede propagarse hasta 1.000 kilómetros de distancia, por lo que estos desastres no solo afectarían a las personas que viven en la propia zona afectada, que corren el riesgo de sufrir quemaduras e importantes daños para su salud mental, sino también a los habitantes de otros pueblos y ciudades que no experimentan el terror de la catástrofe de primera mano.
En este sentido, uno de los elementos más nocivos de esta polución son las PM2.5, unas partículas finas de menos de 2,5 micras capaces de penetrar los pulmones, atravesar los alvéolos de las paredes pulmonares y llegar, finalmente, a la circulación. Estas partículas, que son las mismas que emiten los vehículos propulsados por diésel y que también surgen en los incendios que se producen en los núcleos urbanos, son más tóxicas cuando proceden de un incendio forestal debido a su composición química, su menor tamaño y las altas temperaturas asociadas, señalan los investigadores.
De acuerdo a los datos del estudio, el país en el que se han registrado más muertes relacionadas con los incendios ha sido Japón, donde se alcanzaron más de 7.000 fallecimientos en 47 ciudades. Le sigue México, con más de 3.000 en diez ciudades distintas, China, con más de 1.200 en 15 ciudades, y Sudáfrica, con más de 5.200 en 52 ciudades. En Estados Unidos, por su parte, se registraron casi 3.200 muertes anuales en 210 ciudades, mientras que en España el número de fallecimientos relacionados con los incendios forestales fue de 234, producidos en 52 localidades distintas.
Los datos del estudio finalizan en diciembre de 2016. Sin embargo, desde entonces, los incendios forestales han provocado una enorme devastación en distintas zonas del planeta. En Australia, durante los incendios de 2019 y 2020 se quemaron 45 millones de hectáreas. En California, desde principios de 2019 se han quemado más de 1,2 millones de hectáreas. Y en Siberia, donde este verano llegaron a arder más de 190 incendios, se ha alcanzado una cantidad récord de dióxido de carbono emitido a la atmósfera, un dato que probablemente afecte a la mortalidad en los próximos años.
Para combatir este importante problema, los autores del estudio reclaman que se aprueben políticas y prácticas eficaces de gestión de bosques que permitan gestionar la vegetación y reducir, en la medida de lo posible, el impacto del cambio climático.
Además, solicitan a los responsables políticos y profesionales de la salud pública que aumenten la concienciación sobre la contaminación por incendios forestales a fin de orientar las respuestas rápidas del público y tomar medidas que reduzcan la exposición.