Rietveld diseñó en 1917 la famosa silla Roja y Azul, uno de los iconos del movimiento moderno mundial. El gran genio holandés la creó teniendo en cuenta las enseñanzas del movimiento 'De Stilj', o lo que es lo mismo, buscando la expresión de la estructura matemática del universo y de la armonía universal de la naturaleza. Ahí es nada. Tú y el universo en armonía.
No es muy cómoda, lo que la convierte en una pieza decorativa, pero su espíritu es lo que aquí nos interesa: es y será siempre una silla inconformista y con un alma rompedora que hoy, casi 90 años después, aún está en el pódium de los diseños contemporáneos.
En el año 2013 Lady Gaga se tuvo que someter a una operación de cadera debido a una infección articular inflamatoria llamada sinovitis. Esta operación supuso que la gran diva tuviese que cancelar el resto de su gira, llamada curiosamente 'Born This Way Ball'. Durante su convalecencia tuvo que utilizar lo que se conoce hoy como un 'producto de apoyo'. Vamos, una silla de ruedas.
Todos esos 'productos de apoyo' deben deben seguir la norma UNE-EN ISO 9999 V2, que es la que rige cualquier diseño utilizado para proteger, apoyar, entrenar, medir o sustituir funciones/estructuras corporales y actividades cotidianas.
Lady Gaga, que anteriormente ya había utilizado muletas o collarines 'tuneados' como objetos artísticos en sus shows, no tardó nada en encargar una serie de sillas de ruedas 'creativas' hasta que pudiera andar de nuevo. La belleza y el diseño importan. Ese es el espíritu.
La serie llevaba el nombre de 'Enma', dedicada a un aficionado discapacitado a quien Gaga conoció en el backstage de la gira antes de su cancelación. La más conocida es la que la cantante encargó a la joyería Mordekai de Nueva York, bañada en oro de 24 quilates, con asiento cubierto en piel negra inspirado en las chupas de cuero y un toldo extraíble, que además se reclinaba 180 grados. En realidad se trataba de una silla funcional pero no de vanguardia, ya que su accionamiento era manual y no contenía elementos diferenciadores de una silla de mercado normal, a excepción del toldo.
Pero esta silla no fue la única: las tuvo de madera, de mercado, de lentejuelas y hasta Louis Vuitton creó también una con su conocido logo para ella. Pero las críticas no tardaron. Muchas personas lo consideraron una excentricidad más de la Diva, otras un insulto a la discapacidad, ya que culturalmente tenemos muy aceptado que la disminución de las capacidades físicas (odio la palabra discapacidad) no tiene cabida en una sociedad que solo alaba las virtudes de la juventud, la movilidad y el éxito.
Y aquí va mi tesis. Está claro que el diseño alcanza físicamente lo que la sociedad de consumo intenta aplicar mentalmente, por lo que deberíamos cuestionarnos por qué no incluimos el diseño y el concepto de belleza como uno de los valores principales de los objetos que nos ayudan con algo en el día a día.
La respuesta es clara: hasta ahora casi nadie se ha preocupado de estas situaciones desde una óptica meramente estética, ya que las personas con disminución de las capacidades físicas eran pocos y siempre 'los otros'.
Las gafas de ver son una de las pocas excepciones a esta realidad y nadie ya las cuestiona. Su función es completar una disminución de la capacidad de visión pero las llamamos accesorio y a los que las necesitan no se les llama discapacitados. Esto sucede porque el número de usuarios es elevado y porque la disminución de la capacidad de visión afecta a todas las edades.
Esta diferencia es muy importante, ya que existen de todos los precios, colores y diseños, se sacan colecciones diferentes al mercado cada temporada, y podemos convenir que se tratan de un objeto de moda, ya que las hay incluso sin graduación para que personas que no las necesitan puedan usarlas como complemento.
Desgraciadamente el otro día leí que una conocida óptica española está teniendo problemas porque en su campaña publicitaria utiliza la imagen de dos uppers muy conocidos y, por lo que se ve al tratarse de un producto médico, no se pueden utilizar personas conocidas para publicitarlo. Menudo contrasentido: un buen objeto de diseño debería poder publicitarse y estar incorporado a nuestras vidas como un goce estético, sean sillas de ruedas, gafas, escayolas, andadores, muletas, bastones o sonotones.
Somos uppers y, según las previsiones demográficas, vamos a vivir muchos años. Y lo vamos a hacer con una buena calidad de vida, así que reclamemos desde ya que estos sean de diseño y, por supuesto, de calidad.
En 2017 con motivo de la exposición envejezANDO, sobre Arquitectura y longevidad, que tuvo lugar en el Colegio de Arquitectos de Madrid, Gerardo Campos, un economista jubilado que reinterpreta sillas de diseño como pasatiempo, intervino la silla Roja y Azul de Rietvelt para celebrar su 100 aniversario. Y para hacernos reflexionar acerca de cómo hubiesen sido estos productos de apoyo ahora si el diseño se hubiese integrado desde el principio.
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