El fin del mundo ha llegado: los tomates no son como los de tu infancia y ahora las cañitas que llevas décadas disfrutando tienen plástico. O más bien microplásticos, la nueva palabra que parece nos va a acompañar durante mucho tiempo. El problema es importante, como el calentamiento global, y está tan extendido que los estudios sobre el tema se han multiplicado. Estamos comiendo y bebiendo polietilenos a tope sin ser conscientes de ello. Hablamos con un experto sobre los riesgos reales.
Los microplásticos, esos minúsculos fragmentos que se han convertido en los últimos años en una verdadera amenaza para tu salud, son ya una realidad. De hecho, no solo están en tu cañita mientras conversas con amigos, sino en el agua del grifo, las botellas del supermercado, el marisco de la lonja y la sal de tu mesa, según un estudio de la Universidad de Newscastle (Reino Unido).
"En el caso de la cerveza o el agua envasada, el problema está en el propio recipiente y en las reacciones que hay entre el producto y los plásticos que recubren el interior de las latas y botellas", nos explica Juan A. Conesa, investigador en el departamento de Ingeniería Química de la Universidad de Alicante.
Ya se están poniendo cifras concretas al problema. Para el doctor Thava Palanisami, autor del estudio de la Universidad de Newscastle, los humanos consumimos unas 2000 piezas de microplásticos por semana, lo que equivaldría a unos cinco gramos. Es decir, una tarjeta de crédito de las de tu cartera cada siete días.
Pero, ¿nos estamos comiendo todo este material por semana realmente? Para Conesa, "ese dato no se sostiene por ningún lado". "Si se ingieren, de media, 74.000 partículas al año y esto supone 5 gramos por semana, como dice ese estudio, significaría que cada micropartícula pesa 3,52 miligramos. Eso no se lo cree nadie", afirma tajante.
Según este investigador, en los estudios que han realizado desde la Universidad de Alicante, los microplásticos que detectaron tenían un peso medio de unos 0,00025 miligramos y, suponiendo una ingesta anual de 74.000 micropartículas de microplásticos, como han apuntado diversos estudios, daría un consumo anual de 18,5 miligramos de microplásticos al año. Es decir, un poco más de la mitad de un grano de arroz, algo muy alejado de los valores del estudio de la Universidad de Newscastle.
Sean o no sean las equivalencias, lo cierto es que los microplásticos nos han invadido y pueden suponer un problema grave para la salud, tanto humana como animal. "Hoy por hoy están en todos los sitios, incluso en el río más remoto de África. Habría que preguntarse mejor dónde no hay microplásticos", explica Conesa.
En 2018, durante la conferencia del United European Gastroenterology en Viena se presentó otro estudio aún más preocupante si cabe: sí comemos microplásticos, lo lógico es que también los defequemos. En este análisis participaron ocho personas de entre 33 y 65 años que fueron apuntando durante una semana todo lo que comían y aportaron una muestra de sus heces para analizarla. Todas ellas tenían microplásticos.
"En principio aún no se tiene muy claro si hay peligro para el ser humano con la ingesta de este tipo de material a una escala tan mínima, pero la opinión general es que lo habrá en cuanto pase a los tejidos", explica Conesa.
Aquí está una de las claves principales: nuestro organismo, como es lógico, no procesa los microplásticos en el intestino y, por tanto, los desecha tal cual, pero el problema está en las sustancias tóxicas que pueden recubrir esos microplásticos. Estas sí podrían pasar a formar parte de nuestros tejidos y causarnos patologías, aunque aún los estudios al respecto están en proceso.
1.- Evita determinados dentífricos, champús y cosméticos: es bastante común que nos lavemos el pelo o los dientes con productos que contienen microplásticos y que, después de pasar por nuestro organismo, acaben en el mar. Fíjate en las etiquetas y si en estas pone 'polyethylene (PE)' intenta evitar ese producto.
2.- Evita la ropa sintética: este tipo de ropa está fabricada con fibras de poliéster, un plástico que, al pasar por la lavadora, se desintegra y acaban en el desagüe.
3.- Reduce el consumo de plásticos de un solo uso: todos somos responsables de que existan menos microplásticos en el planeta y, por tanto, la primera acción es reducir el consumo de estos. Empieza por los plásticos de un solo uso, como pajitas, vasos, bolsas o monodosis de detergente de la lavadora o el lavavajillas.