Nanobiónica: ¿pueden las espinacas dar luz, detectar explosivos o enviar un correo electrónico?
La nanobiónica vegetal consiste en implantar pequeñas partículas a las plantas para cambiar sus funcionalidades originales
Un departamento del laboratorio del MIT, en Boston, ha demostrado que es posible que las plantas den luz
También han investigado para que las propias plantas, como las espinacas, detecten explosivos
Unas espinacas enviando un correo electrónico. Unos berros que se encienden para iluminar la lectura de un buen libro. Unas margaritas que detectan explosivos. Puede parecer ciencia ficción, pero no lo es. Hablamos de la nanobiónica vegetal, la ciencia que hace que las plantas adquieran un nuevo significado, unas nuevas funciones. Y ya se está probando con ellas cosas muy curiosas y útiles para el futuro.
El desarrollo nace del prestigioso MIT de Boston. Allí, Michael Strano (45 años), profesor de Ingeniería Química y su equipo han logrado hacer que las plantas tengan otro tipo de vida. Su investigación se basa en introducir nanotubos dentro de las hojas de los vegetales para dotarlas de determinadas funciones específicas.
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El ejemplo más claro es el experimento que realizaron en 2016 con la planta de la espinaca. Mediante la implantación de unas nanopartículas que detectaban unos componentes llamados nitro aromáticos, la planta era capaz de avisar de la presencia de explosivos en la tierra. ¿Cómo lo hacían?
Los explosivos dejan un rastro, una sustancia que se puede filtrar en el agua y, de ahí, a la planta 'tuneada'. Por ejemplo, en el caso de las minas antipersonas o en otro tipo de explosivos terrestres, las plantas pueden llegar a detectarlo a través de esos nanotubos implantados. Una vez se ponen en alerta, son capaces de irradiar una luz fluorescente que es recogida, a su vez, por una cámara infrarroja colocada para 'vigilar' esa plantación. Cuando la cámara detecta actividad, puede enviar una alerta a un dispositivo móvil en remoto o un correo electrónico para avisar de que la planta ha encontrado restos de explosivos en los alrededores.
También sirven para dar luz
Otra de las funcionalidades nuevas que Strano y su equipo le dio a las plantas era la de convertirse en fuente de iluminación. Para ello se sirvieron de nuevo de unos nanotubos que implantaron en las raíces de los vegetales y que aprovechaban la energía que recoge una planta durante el día para que, al llegar la noche, ilumine como si fuera una luciérnaga.
De este modo, si este experimento llegara a escalarse, se podrían crear ciudades y calles totalmente sostenibles, que no consumieran prácticamente energía en su mobiliario urbano y, además, llenas de este tipo de plantas. Según el doctor Strano, del MIT, "normalmente, la luz creada en la reacción bioquímica puede ser brillante pero se desvanece rápidamente con el tiempo. Las partículas capacitivas extienden la duración de la luz generada por la planta desde horas hasta potencialmente días y semanas". Ciencia ficción convertida en realidad, al menos en un laboratorio.
"La gente no cuestiona los impactos de nuestra propia red eléctrica principal en la actualidad. Es muy vulnerable, es muy frágil, es muy derrochador y también está lleno de material tóxico", dice Strano. "No cuestionamos esto, pero tenemos que hacerlo".
"La iluminación en este momento consume una gran parte de nuestra demanda de energía, acercándose a cerca del 20 por ciento de nuestro consumo global de energía, generando dos gigatoneladas de dióxido de carbono por año", agrega Strano. "Piensa ahora que las plantas reemplazan algo más que la lámpara del escritorio. Hay una enorme huella de energía que potencialmente podría ser reemplazada por la planta emisora de luz", concluye.
Lógicamente, detrás de que estos experimentos no se lleven a la vida cotidiana hay muchos intereses comerciales y económicos, pero no sería de extrañar si nuestros nietos terminaran viendo ciudades y edificios enteros iluminados tan solo por la potencia del verde vegetal.