El padre de la bomba atómica. No puede haber una tarjeta de presentación más concluyente y, al mismo tiempo, más aterradora. El físico y matemático Robert Oppenheimer (Nueva York, 1924) fue dueño de una inteligencia superior, experto en diferentes áreas de la ciencia y la cultura, y tenía una gran vida social y política. Pudo haber pasado a la historia por muchas razones, pero lo hizo por liderar el Proyecto Manhattan, el plan que consiguió desarrollar las primeras bombas de uranio y plutonio durante la Segunda Guerra Mundial, dejando a la humanidad a un paso del abismo.
"Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos", dijo cuando fue consciente de la magnitud de lo que había creado. Oppenheimer vivió atormentado por el peso de tantas vidas inocentes sobre su conciencia, aunque en realidad toda su vida estuvo marcada por las luces y las sombras. "Un genio del bien y del mal al mismo tiempo", asegura Juan Fueyo, uno de nuestros más eminentes científicos con más de 25 años investigando en Estados Unidos, que ahora se estrena en el campo de la novela con el thriller 'El hombre que pudo destruir el mundo' (Penguin Random House). Hablamos con él sobre su libro, sobre el magnetismo que sigue ejerciendo Oppenheimer y sobre la huella que ha dejado en el mundo contemporáneo.
¿Por qué elegiste a Oppenheimer como tema para tu primera novela?
Me gusta escribir sobre científicos, porque es el tema que mejor conozco. Oppeheimer es un personaje fascinante. Daba clases de física mientras leía 'Las flores del mal de Baudelaire' y tenía un Van Gogh en su casa, pero nada de eso le privó de dejar a la humanidad a un paso del abismo.
Él se ha ido hace tiempo, pero Putin tiene las bombas y Europa está en guerra; Corea del Norte lanza misiles con capacidad nuclear por encima de Japón; Irán quiere construir la bomba atómica como sea. Así estamos. La herencia de Oppenheimer puede ser la destrucción de Ucrania mediante ataques nucleares. Todas estas situaciones hacen que el tema de la novela sea candente y se haya puesto, por las peores razones, de moda nuevamente.
El carácter de la novela es una persona sofisticada que bebe solo vodka importada desde Islandia que toma el café más exótico del mundo, que conduce coches deportivos, que es dueño de un rancho en medio del desierto, que flirtea constantemente, que busca el amor sin encontrarlo, porque no lo reconoce cuando le llega, que tiene relaciones sexuales que van más allá de las fantasías normales… Para una novela, ¿qué más se puede pedir?
¿Cómo te preparaste para escribir la obra?
La física nuclear siempre me ha interesado mucho. He viajado y he visto los lugares donde se planeó la bomba atómica, como la Universidad de Berkeley o la de Caltech, y el escenario del primer reactor nuclear en la Universidad de Chicago. Luego leí las biografías de Oppenheimer (creo que tengo la mayoría de ellas), de Feynman y de los militares envueltos en el Proyecto Manhattan.
He consultado también muchos artículos sobre las razones por las que se crearon (derrotar a Hitler) y por la que se usaron (Hitler se había rendido ya), y sobre la América segregada del momento. Pero al final, lo que inspiró el estilo y el formato fueron las películas de Hitchcock, las novelas de serie negra americana, con Raymond Chandler a la cabeza, y un grupo heterogéneo de thrillers como 'La tabla de Flandes', de Arturo Pérez-Reverte, 'El Nombre de la rosa' de Umberto Eco o 'El código DaVinci' de Dan Brown.
El texto promocional dice que la novela narra la apasionante vida, la profunda obsesión y las espeluznantes sombras de Oppenheimer. ¿De dónde surge esa obsesión?
El personaje de la novela está lleno de sombras. Cuando era joven está a punto de asesinar a dos personas, hechos que se citan en algunas de las biografías. O sea, que tiene un carácter criminal. Pero, aparte, es un narcisista que piensa que el mundo no había valorado suficientemente su inteligencia. Por ejemplo, todo el mundo a su alrededor (Fermi, Bohr, Lawrence, Feynman) acaba ganando el Premio Nobel, pero nunca se lo dan a él. Esto hace que se obsesione con exigirle al mundo que le de lo que es suyo, lo que le pertenece. Y si no se lo da… Bueno, pues planea su venganza. Una venganza terrible: destruirá lo que le quedaba de virgen a la ética de la humanidad moderna, que desde entonces ya no será la misma.
En un pasaje del libro alguien le dice a Oppenheimer que “ la humanidad no se salva con bombas, sino con ideas”. A lo que él contesta “Ya veremos" ¿Realmente creía que fabricar la bomba atómica haría del mundo un lugar más seguro?
No. La mujer que le dice que la humanidad se salva con ideas tiene razón. Oppenheimer, en la novela, no busca salvar a la humanidad. Busca su destrucción. Algo que aun está por verse sino acabará consiguiéndo. Pero ese diálogo refleja el cinismo del personaje. En vez de contestar “ya veremos” podía haber sido sincero y contestar: ¿y quién quiere que eso ocurra? Pero el escritor nunca lleva la contraria a sus personajes…
¿Es cierto que había una especie de rivalidad con el alemán Werner Heisenberg por ver quién llegaba antes al objetivo?
Una rivalidad que marcó el destino de la humanidad. Heisenberg es un nazi que decide quedarse en Alemania y liderar el programa atómico de Hitler. Un hombre extraordinariamente inteligente, que entendía la nueva física de la fisión nuclear quizá mejor que nadie, inició la creación de la bomba. Gracias a Dios, Hitler se rindió antes de que pudiera conseguirlo. Es difícil imaginar como sería el mundo ahora si Hitler hubiera dispuesto de la bomba atómica. Creo que habría genocidios en muchas partes del mundo y que la humanidad viviría esclava de fanáticos y tiranos. Sí, podríamos decir que fue una carrera contra reloj entre Oppenheimer y Heisenberg.
¿En qué momento se arrepintió Oppenheimer de su creación, si es que se arrepintió?
En realidad, después de usar las bombas, Oppenheimer trato de controlar la proliferación nuclear. Que era algo así como tirar la piedra (y asesinar a los habitantes inocentes de dos ciudades) y esconder la mano. En la novela, y según algunos autores de biografías, su arrepentimiento podría no haber sido tan real. De hecho, los servicios secretos americanos del programa acabaron retirándole del control de las bombas atómicos y de la de la producción de la de hidrógeno porque no confiaban en él, porque no estaban claras sus intenciones. Oppenheimer, de pronto, fue considerado un tipo peligroso para la paz del mundo.
¿Cuál fue el mayor error que cometió?
Tirar las bombas después de que Hitler se rindiera. Y luego irse con un equipo de científicos a examinar minuciosamente el efecto de las bombas. Algo horrible y de lo que increíblemente se escapó sin que nadie le juzgase. En su gestión de Los Álamos se le colaron espías rusos, lo que llevó a que la Unión Soviética tuviese su programa nuclear poco después que el de los americanos. Eso fue también un gran error, porque Los Álamos le sirvió la bomba en bandeja a Stalin. Ese fue el comienzo de la guerra fría.
¿Cómo vivió el terminar siendo objetivo de una caza de brujas por su propio Gobierno?
Si hubo caza de brujas es porque él era una bruja. Y a muchos niveles. Sus bombas cuelgan como una espada de Damocles sobre la cabeza de la civilización. Debió ser retirado antes de tirar las bombas, algo a lo que muchos científicos se opusieron, pero no él. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki no eran necesarias: fueron uno de esos experimentos realizados para afianzar el poder unas naciones sobre otras. En ciencia, no todo lo que puede hacerse, debe hacerse.
¿Por qué nos sigue fascinando tanto el Proyecto Manhattan?
Durante ese proyecto se reunieron algunas de las mejores mentes del mundo, se produjeron avances científicos y técnicos sin precedentes. Se creo un nuevo tipo de energía, cambió el rumbo de la historia y la naturaleza de las guerras. Y además se hizo a toda máquina para llegar a la bomba antes que los nazis, quienes también contaban con otra serie de científicos de primera línea. Estas reuniones de sabios o artistas o mezcla de ellas, como la que se dio en Madrid con Severo Ochoa, Lorca, Buñuel, Dalí, Ramón y Cajal y Del Río Hortega, siempre me han fascinado, y entiendo que esas personas y circunstancias excepcionales capturen la imaginación de la gente.
¿En dónde residía el carisma de Oppenheimer?
Un tipo privilegiado, de clase alta, que tenía un gusto exquisito para el arte y con interés científico en los rayos cósmicos, es interesante. Pero luego era un gran entendedor de personas. Sabía lo que cada uno necesitaba y los usaba para atraerlos a su equipo. Sabía estar por encima de gente mucho más inteligente y productiva que él, porque su papel era gestionarlos.
Muchos de sus hábitos y gestos estaban diseñados para hacerle parecer una persona interesante: fumar en pipa, usar un cierto tipo de sombrero, conducir un convertible. Y además tenía el don de aparecer segundos antes de que se hiciera una foto histórica, aunque él no hubiese participado en el proceso. Así que parte del carisma era natural y otra parte era constantemente alimentada por el personaje.
La amenaza guerra nuclear sigue hoy estando más presente que nunca, como vemos en Ucrania. ¿Qué diría hoy Oppenheimer?
Oppenheimer usó las bombas contra un país indefenso. No había defensa entonces para las armas nucleares. Ahora la cosa es diferente. Tirar la primera piedra podría resultar muy peligroso. Oppenheimer trataría de buscar una situación, una circunstancia para destrozar al enemigo sin que éste tuviese oportunidad de responder. Como eso es imposible, quizás apostaría por la paz. Negociaría la paz a toda costa. Pero no olvidaría nunca la ofensa de Rusia, y esperaría al momento oportuno para asentar un golpe social o económico (no creo que militar) definitivo.
El cineasta Christopher Nolan va a centrar su próxima película en su figura ¿Qué le gustaría ver a usted en la gran pantalla?
Me gustará ver todo lo que nos eche. Es un director fantástico. Veamos si tiene una visión crítica del personaje, y espero, de corazón, que no le convierta en víctima. Me acuerdo de aquel chiste en el que dos cabras habían encontrado un rollo de película en medio del campo y se pusieron a comerlo. Una cabra, entonces, le pregunta a la otra: "¿Te gusta?" Y la otea responde: "Me gustó más la novela". Espero que guste mucho la película de Nolan y que 'El hombre que pudo destruir el mundo' guste aún más.