No podríamos entender el mundo sin la ciencia. Desde que empezamos a hacernos preguntas de valor científico, comenzaron a surgir hipótesis y explicaciones para tratar de responder a todas aquellas dudas que nos surgían al observar lo que ocurría a nuestro alrededor. Así, a lo largo de los años, grandes pensadores han podido ir confirmando o descartando teorías dando explicación a muchos de los fenómenos que sembraban dudas e incógnitas de las amplias ramas de la ciencia. Y aún son muchos los enigmas que quedan por resolver o teorías que descartar porque llega una nueva mucho más precisa con la realidad.
Eso fue lo que ocurrió con la teoría de la gravitación universal de Isaac Newton que, pese a no ser errónea, fue sustituida por la teoría de la relatividad general de Albert Einstein al ser más precisa. Las teorías de los dos físicos describen la atracción gravitatoria entre dos cuerpos, siendo la del alemán más precisa con la realidad.
De la misma manera pasó algo parecido con la mecánica cuántica a principios del siglo XX, logrando explicar conceptos que no se habían podido comprender con otras teorías de la época, por lo que sustituyó a la física clásica. De esta forma, la física cuántica es un conjunto de herramientas a partir de las cuales se construyen las teorías, siendo sustituidas esas herramientas.
Así, en la actualidad ambas teorías conviven para ayudar a comprender el universo en el que vivimos. Dos teorías de las más precisas que ha dado la ciencia, que no por ello se salvan de algunas discrepancias entre observaciones experimentales y predicciones teóricas que no se han podido resolver, como el problema de la constante cosmológica, considerada uno de los mayores errores de la historia de la física.
Para entendernos, la constante cosmológica es un concepto que introdujo Einstein después de su teoría de la relatividad general, en la que explicaba que servía para contrarrestar la gravedad y crear un universo estático incapaz de expandirse ni de contraerse, la concepción en aquel momento del universo.
Sin embargo, tiempo después Edwin Hubble demostró que el universo sí que era capaz de expandirse al medir como las galaxias se alejaban de la Vía Láctea y lo hacían a una velocidad proporcional a la distancia que los separaba. Entonces el alemán descartó su constante cosmológica, aunque décadas después hubo que recuperarla tras descubrirse que el universo se expande aceleradamente.
Lo que ocurría es que la teoría cuántica de campos entendía a esa constante como energía del espacio vacío. En la predicción teórica se llega a un valor de 120 órdenes de magnitud mayor que la medida experimental de la energía del vacío, una discrepancia rara e inentendible. Existen cálculos más actuales capaces de reducir la diferencia a unas 60 órdenes de magnitud, una diferencia que se conoce como uno de los grandes problemas de la física actual.