Vivir en otros mundos, superar nuestros límites, meternos en una escena de nuestra película favorita… Son algunas de las posibilidades que nos ofrece la realidad virtual, una funcionalidad de la tecnología informática bien conocida en el sector del ocio. Pero la realidad virtual tiene otras aplicaciones de gran impacto social, como, por ejemplo, en la violencia de género. Sobre esas coordenadas gira la actividad de Mavi Sánchez-Vives, médico, doctora en Neurociencias, profesora del Instituto Catalán de Investigación y Estudios Avanzados en IDIBAPS y una de las más importantes investigadoras sobre la actividad cerebral en todo el mundo. Sánchez-Vives también investiga sobre la interacción entre los humanos y las máquinas. “La conexión con la ciencia-ficción está cada vez más cerca”, afirma. ¿Estamos preparados para asumir el reto de vivir más y mejor y crear nuevos modelos de relación? Antes de eso, ¿seremos capaces de entendernos con nuestro propio cerebro? ¿Sabemos cuidarlo?
¿Cualquier cerebro puede beneficiarse de la realidad virtual o a partir de cierta edad ya no produce efectos?
La realidad virtual no es beneficiosa por sí misma, depende del contenido. Pero si se utiliza para fines de aprendizaje, entrenamiento, terapia, mejora personal, por supuesto se puede utilizar y uno se puede beneficiar a cualquier edad. En la edad avanzada tiene la ventaja de que se pueden tener muchas experiencias de forma inmersiva sin requerir desplazamientos ni movimientos, incluso creo que será muy valioso para los mayores la interacción en entornos virtuales compartidos para cualquier actividad, desde realizar viajes virtuales hasta ir a clase de baile.
La realidad virtual puede ser fundamental en la actividad de las neuronas-espejo, las que nos permiten vivir casi en primera persona experiencias ajenas. ¿Cómo interacciona con ellas?
Lo cierto es que las neuronas espejo se activan igual independientemente de que interaccionemos con la realidad o con la realidad virtual: son neuronas que se activan igualmente cuando hacemos una acción o cuando se la vemos hacer a los demás. Esto facilita la imitación, la empatía y la “sintonización” con los demás, o el comportamiento social. Por ejemplo, si los demás se ponen bailar, nuestros circuitos motores del baile se activan (en unas personas más que otras).
La realidad virtual puede ser importante, por ejemplo, en aspectos formativos o para tratar la violencia de género fomentando la empatía del maltratador. ¿La empatía puede ejercitarse?
Hay personas más empáticas que otras, y sin llegar a extremos de psicopatía -la carencia absoluta de empatía-, hay gente con más dificultad para ponerse en el lugar de los demás, de imaginar cómo puede ser estar en su situación concreta y por tanto de entender los sentimientos de los demás. En realidad virtual es posible ponerse en la perspectiva de los demás, experimentar una misma situación desde la perspectiva de varias personas sin necesidad de usar la imaginación, sino estando físicamente, mejor: virtualmente, en el cuerpo del otro, viendo el mundo a través de sus ojos. Incluso viéndose a uno mismo desde fuera. Esto puede inducir una empatía que se genera de una forma, digamos, automática.
Si hay interacción entre cerebros y máquinas, ¿pueden aprender unos de otros?
Una máquina o un circuito electrónico pueden aportar al cerebro computaciones adicionales. Se han hecho pruebas de concepto en las que un chip reemplaza a una función cerebral deteriorada en animales de experimentación. Puesto que el cerebro funciona mediante electricidad, se puede conectar bidireccionalmente bien con las máquinas. Así podemos entender que la máquina ayuda al cerebro. En la medida en la que el cerebro contribuye a la máquina, podemos incluir toda la inteligencia artificial o "machine learning" que está inspirada biológicamente en el funcionamiento cerebral.
La irrupción de los robots en la sociedad, y especialmente en el entorno laboral, está cada vez más cerca. ¿Qué lectura haces de esa realidad?
La llegada de los robots que realicen las tareas más duras y menos gratificantes, o más mecánicas y que menos interés despiertan en los seres humanos se debería vivir como algo positivo, en la medida en que esto debería dejarles tiempo libre para tareas más interesantes y creativas. Imagino que la llegada de las máquinas en la revolución industrial también se vivió con miedo por la posible pérdida de puestos de trabajo, pero lo cierto es que la sociedad se va transformando. Sin embargo, es cierto que los robots llegarán de la mano de la Inteligencia Artificial y esto tendrá implicaciones diversas, lo cual no quiere decir que sean negativas. Una implicación obvia, es que los robots despertarán emociones en los humanos. Ya existen animales de compañía robóticos y son animalitos muy cariñosos a los que no hay que sacar a hacer sus necesidades.
El siglo XXI está siendo el de internet y las redes sociales. ¿Pueden estar generando modificaciones en el cerebro humano que aún no vemos?
Desde luego que sí: todas las actividades que hacemos modifican nuestro cerebro. El uso que hacemos de las redes sociales y de internet compromete la capacidad de atención prolongada, probablemente el análisis profundo, la reflexión… Por otro lado, indudablemente, nos da acceso a una información masiva y facilita el aprendizaje de cualquier área que nos interese, lo que es muy estimulante para el cerebro. Además, la nueva conectividad modifica las relaciones humanas, y nuestro cerebro es un cerebro social, y por tanto también se ve afectado por estos cambios. Esto no quiere decir que sea necesariamente negativo desde el punto de vista social, porque la conectividad, en cualquiera de sus formas, permite mantener la actividad social a la población que tiene dificultades para desplazarse. Son cambios que afectan profundamente a nuestra vida y por lo tanto a nuestro cerebro.
Los algoritmos definen cómo van a comportarse las máquinas. ¿Crees necesario un algoritmo humanizado?
Creo que la humanidad debe estar, para empezar, en nosotros. Los problemas y peligros de la tecnología residen en los usos que le puedan dar los seres humanos. Si mejoramos como humanidad, los riesgos de la tecnología disminuirían. La Inteligencia Artificial entrenada en Twitter ha resultado ser racista y violenta, lo que no dice mucho de la humanidad expresada en las redes sociales. Quizá deberíamos crear algoritmos que nos hagan mejores.
Parece que todo lo que tenga que ver el cerebro está de moda, ¿a qué achacas esa popularidad?
Yo creo que se debe a varias razones. Por un lado por el gran desarrollo que han tenido las técnicas de imagen desde la última década del siglo XX y que han permitido asociar determinadas funciones a la actividad en ciertas zonas del cerebro sin necesidad de abrir esta “caja negra” misteriosa, proporcionando además una información sobre el cerebro fácilmente digerible. Además, se ha internalizado la idea de que el cerebro constituye lo que somos: nuestra personalidad, deseos, recuerdos, comportamientos... Además, la conexión del cerebro con los ordenadores, el tan discutido “vaciado de la conciencia” a un ordenador proporciona un componente futurista: el cerebro como ordenador que se conecta a otras máquinas, el control con el pensamiento de dispositivos, la conexión con la ciencia-ficción que se ve cada vez más cerca... Y por último, la idea de que podemos activamente actuar sobre nuestro cerebro, de que no es estático, sino plástico y modificable y que podemos mejorar su función con el estilo de vida. Este interés aumenta con la expansión de esperanza de vida, y con ella un interés creciente por la prevención de las enfermedades neurodegenerativas.
Hasta hace poco se decía que el cerebro más receptivo era el de los niños, Hoy nos dicen que conserva la plasticidad en todas las etapas de la vida, ¿es así?
Desde luego, el momento más glorioso es el de la niñez. Sin embargo, desde la última década del siglo pasado se empezó a detectar que en realidad el cerebro adulto también mantenía la plasticidad e incluso que había una cierta generación de neuronas nuevas en contra de todo lo considerado anteriormente. Es decir, se puede seguir aprendiendo siempre. Y el factor mejor conocido como inductor de plasticidad, es el movimiento corporal, el ejercicio físico, aunque no hay que minusvalorar el ejercicio cognitivo.
Si pudiéramos contemplar el cerebro de una persona completamente feliz, ¿qué encontraríamos?
Encontraríamos un cerebro con un buen balance de neurotransmisores, y con redes cerebrales que incluyen determinados núcleos y áreas activándose conjuntamente, tanto en el tronco del encéfalo como en la corteza: núcleo accumbens, corteza orbitofrontal, cingulado, insula… No se trata de zonas únicas, sino una combinación de ellas. Además ha de tener un buen balance la sensación de placer con la motivación. Es un área en el que aún queda mucho por investigar y por saber.
Y el deterioro cognitivo, ¿afecta a la felicidad?
Depende de la causa del deterioro cognitivo y del patrón de afectación cerebral. Pero se ha visto que no siempre avanza en paralelo el deterioro cognitivo y el emocional, de forma que la expresión y detección de emociones puede estar preservada cuando hay déficits cognitivos. Esto ha de tenerse en cuenta en el trato con las personas afectadas: a lo mejor no recuerdan quién eres, pero pueden alegrarse de verte, o sentirse felices y tristes en diferentes situaciones.
Sabemos que gracias a los avances médicos podremos vivir casi hasta los 100 años. El reto es vivirlos mejor. ¿Qué actividades son mejores para el cerebro?
En primer lugar, el cerebro es parte del cuerpo, por lo tanto, un cuerpo sano siempre va a ser positivo para la función cerebral. En particular hemos de cuidar el sistema cardiovascular, ya que muchas de las patologías cerebrales asociadas a la edad, como los ictus, están asociadas a problemas vasculares (trombos, hemorragias), siendo la afectación cerebral una consecuencia. En ese aspecto, el control de la tensión arterial y de los niveles de colesterol, y el movimiento para favorecer la buena circulación, son fundamentales. En cuanto a la función cerebral, el cuidado de la alimentación con ingesta de antioxidantes, la actividad y estimulación cerebral -desde aprender idiomas hasta hacer crucigramas, aprender a tocar un instrumento, evitar el aislamiento social-, y por último y más importante, el ejercicio físico.
A partir de cierta edad, sabemos muy bien escuchar a nuestro cuerpo. ¿Hay manera de escuchar al cerebro cuando empieza el deterioro? ¿Cómo ayudarle?
Lo principal es mantener la actividad. Es decir, evitar encerrarse, tanto en un sentido físico como mental y social. Se debe mantener la actividad física en la medida de lo posible: deportes, caminar, moverse. El impacto sobre la función cerebral es extensa, bien demostrada, y a todos los niveles, desde la oxigenación hasta el nivel subcelular.
En la mitad de la vida, ¿qué retos persigues?
Profesionalmente, mi reto es ver que la realidad virtual que estamos desarrollando y experimentando para la rehabilitación física y psicológica y tratamiento del dolor se convierte en una herramienta verdaderamente útil para la sociedad. Y desde la perspectiva personal, me gustaría llegar a una vejez plena y activa física e intelectualmente. Creo que este debe ser un reto común de la sociedad, y debe incluir una atención especial al cambio de la sociedad en este aspecto, revisando, por ejemplo, las limitaciones legales que existen para limitar la actividad profesional en función de la edad.
Un solo consejo para desarrollar una vida plena y satisfactoria hasta el final…
Mantener el interés, la motivación y la curiosidad por el mundo que nos rodea.