Antonio del Solar, el jubilado que regala fotos de la Luna a los niños en su taller de cámaras antiguas
Después de toda una vida dedicada a arreglar máquinas de fotos y todo lo que tuviera una óptica, Antonio del Solar se jubila, pero antes quiere vender su gran colección de cámaras
En Uppers hemos visitado su pequeño local en una calle madrileña, un auténtico santuario de los carretes de celulosa, objetivos y lentes
Al local de Antonio del Solar (73) se entra por una pequeña puerta de la calle Fernández los Ríos, en Madrid. Podría pasar desapercibido, camuflado entre todas las tiendas de la zona, pero ocurre todo lo contrario. Desde la acera se ven inmensas estanterías repletas de cámaras de fotografía antiguas, de Súper 8, y grandes telescopios. Accedemos y nos encontramos con este recién jubilado que, ahora, vende su stock de cámaras mientras regala fotos de la Luna a los más pequeños que se pasan por allí.
"He puesto un letrero de que regalo una foto de la Luna lunera y los niños se ponen en la puerta firmes para recogerla. Es una foto que he hecho exprofeso para ellos y en la que he puesto el nombre de los cráteres o dónde han llegado los astronautas. Es un detalle que, en estos tiempos, me han agradecido los padres", nos comenta entusiasmado.
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Durante 45 años Antonio del Solar trabajó como mecánico de cámaras de fotos y de todo aquello que tuviera una óptica. "Me jubilé hace un año y algo", nos dice. "He resistido. Aguanté hasta los 71 largos reparando cosas en mi taller como autónomo. En la calle Santa Feliciana, cerca de la plaza de Olavide. Allí es donde he estado todo el tiempo reparando cacharros de todo tipo". Ahora, ya en otro local y jubilación mediante, aún le quedan varios meses hasta que eche la persiana definitivamente. "Estaré un tiempo aquí, será una cosa lenta. La idea no es de liquidar sin más. Yo estoy aquí tranquilamente y me gustaría que esto fuera a manos de gente que lo usara", nos dice.
Después de que su historia apareciera en varios medios, reconoce que ha recibido muchas más visitas, incluso con días donde se formaba cola en la puerta (como cuando Uppers acudió a la entrevista). "No todo el mundo que entra compra, pero la charla es lo bonito. Hay muchos que me dicen 'con esa cámara me hacía fotos mi abuelo' o 'esta la tenía mi padre'. Cuando vienen los de mi quinta la charla es aún más animada, porque yo sabía qué modelos había en unos años determinados y ellos también".
Transmitiendo su otra pasión a sus nietas
Sin embargo, Antonio pasaba más tiempo en el espacio que en la propia Tierra. "Casi me ocupaba más tiempo la astronomía que la reparación", nos cuenta. "Al tener la posibilidad de usar grandes equipos ópticos, luminosos, me daba una ventaja para hacer astrofotografías, y con eso me podía lucir un poco más que otros compañeros. Hoy en día, con lo digital, se ha reducido mucho el tiempo de exposición, porque antes se estaba casi 10 minutos para una foto del espacio y ahora uno, pero la calidad no es lo mismo".
En este mundo de inmediatez y fotografías instantáneas, Antonio está inculcando a sus nietas el amor por el arte de hacer fotos a los astros. Una correa de conocimiento intergeneracional que a uno le sirve para "tener sucesoras" y, a las otras, "para presumir de que el abuelo ha hecho esa foto de tal o cual estrella o planeta".
"Con mis nietas fuimos a hacer fotos este verano, una noche que estaba nublado, pero nos comimos la merienda que llevamos y nos lo pasamos genial. La cosa es estar en el campo y oler el espliego, la jara, el tomillo. Además, tengo suerte porque me llamaron para dar clases de astronomía en colegios, como algo extracurricular, y me lo paso igual de bien que ellos. Les llevo fotos, gafas para ver el sol sin peligros y se ponen muy contentos", dice.
Los nuevos tiempos de la fotografía
La revolución de la fotografía nos ha permitido llevar una cámara en el bolsillo y hacer fotos de todo cuanto queramos y en cualquier momento. Sin embargo, no hace tanto tiempo, lo habitual era que lo primero que se echara en el coche al ir de vacaciones en familia fuera la cámara de fotos. Era un miembro más. Y, por eso, en parte, también las marcas sabían cuidar a sus clientes.
"Hoy en día la misma fábrica que las hace no tiene cariño por esa máquina. Antes la cámara era algo que estaba en casa, que estaba en la familia. Hoy en día el material con el que se hacen no es con la idea de que sea reparable. Bien porque no interesa o porque no hay piezas. Antes las marcas estaban obligadas a tener repuestos durante un tiempo. Hoy en día se agotan rápidamente. En cuanto pasan dos años las piezas ya son muy difíciles de conseguir", explica Antonio.
En su taller se pueden encontrar cientos de marcas diferentes. "Es lo bonito. Aquí hay marcas que ya han desaparecido, que no existen o que en España casi no se vendieron. Aquí está la base de la época dorada de la fotografía, modelos muy bonitos y con una dureza hecha para años", nos cuenta con orgullo.
"Ahora", prosigue, "la calidad ya no se mira tanto como antes. Antes mirabas que la foto estuviera bien de color, de enfoque, de todo. La inseguridad que había porque no se sabía si el carrete había salido bien o no, infinidad de cosas. Hoy en día las fotos no están pensadas como antes. Ahora se tiran cientos de fotos que no van a ningún sitio". A su pequeño local se acerca mucha gente joven: "Están convencidos de que ellos hacen mejores fotos de las que hacíamos nosotros antes y trato de demostrarles que no es así, pero bueno, se quedan con su idea".
Al final, como él mismo dice, "la mejor fotografía es una buena conversación". Y de ninguna de las dos cosas va falto Antonio que, como cada día, volverá a levantar la reja de su pequeño local donde, una vez, los niños pudieron tocar la Luna.