No llegarán a ganar nunca lo que Messi en un año, pero seguramente tus hijos vivirán más de 100 años en un razonable estado de salud gracias a sus investigaciones. Trabajan para retrasar el envejecimiento, están en la élite mundial de la investigación, y son españoles. ¿Quieres conocerlos un poco mejor?
María Blasco (Alicante, 55 años) es una autoridad mundial en materia de telómeros, esos "capuchones" que tienen nuestros cromosomas y cuya longitud determina el envejecimiento celular. Su liderazgo es tan indiscutible, que el Gobierno la ha incluido en la última campaña de la Marca España junto a figuras más populares como Rafa Nadal o Fernando Alonso.
Estudió y trabajó con Margarita Salas, en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, y durante cuatro años formó parte del equipo de la Premio Nobel Carol Greider. A finales de los 90, publicó los resultados de sus investigaciones en prestigiosas revistas como Sciencie o Cell demostrando que la telomerasa, una encima presente en nuestro organismo, desempeñaba un papel esencial en el desarrollo del cáncer y en el proceso de envejecimiento, algo desconocido hasta entonces. Laboratorios de todo el mundo se la rifaban ofreciéndole contratos muy jugosos, pero ella decidió crear su propio equipo de investigación en España.
En 2003, se incorpora al Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), que dirige desde 2011. Bajo su mandato el CNIO ha conseguido alcanzar el segundo puesto de Europa y el quinto del mundo en la clasificación de los centros monográficos sobre cáncer que publica la revista Nature. Es la única institución española que aparece entre las 20 mejores en Europa y entre las 50 mejores del mundo en esta clasificación. Al centro acude talento de todo el mundo atraído por su prestigio, y de sus laboratorios siguen saliendo descubrimientos que cambiarán nuestras vidas.
En uno de los experimentos más llamativos del equipo de Blasco se comprobó que manteniendo activo el gen de la telomerasa durante la vida adulta, se conservaban los telómeros largos durante más tiempo y los ratones utilizados en los experimentos vivían un 40% más, retrasando todas las patologías asociadas al envejecimiento. Vivían más, porque estaban sanos durante más tiempo. Este descubrimiento, probado en otras especies animales recientemente, ha abierto una línea de investigación que siguen laboratorios de todo el mundo. En 2010 María Blasco fue una de las fundadoras de la empresa de biotecnología Life Length que ha posicionado su tecnología a la vanguardia del campo de la medición y diagnóstico de telómeros.
El último avance de Blasco y su equipo ha sido tratar con telomerasa la fibrosis pulmonar idiopática, una enfermedad que no tiene cura. Solo tres semanas después del tratamiento en ratones, los animales enfermos "mostraron una función pulmonar mejorada y menos inflamación y fibrosis"–escriben los autores en eLife–; dos meses después del tratamiento, la fibrosis había "mejorado o desaparecido".
Para muchos, Juan Carlos Izpisúa es el español mejor situado para lograr en unos años el premio Nobel. Nació en Hellín, Albacete (60 años), y antes de consagrarse como una eminencia científica, fue camarero en Benidorm y debutó como futbolista en el Hércules de Alicante. En 1987 se graduó en Bioquímica y Farmacia por la Universidad de Valencia y por la Universidad de Bolonia y tras realizar dos estancias posdoctorales en el Laboratorio Europeo de Biología Molecular en Heidelberg y en la Universidad de California en Los Ángeles, se incorporó en 1993 al Instituto Salk como profesor, donde pasaría a dirigir uno de los equipos de investigación más prestigiosos en el campo de la biología del desarrollo, y del que es ahora director del Laboratorio de Expresión Génica Cátedra Roger Guillemin.
La línea principal de investigación de Izpisúa es la reprogramación celular, que permite convertir cualquier célula del cuerpo en una célula madre pluripotente, es decir, capaz de producir cualquier tipo de célula. Hasta 2006 se creía que las células madre embrionarias eran la única fuente de células pluriopotentes, de ahí que muchos padres congelaran el cordón umbilical de sus hijos, pensando que sus células madre podrían ser de utilidad en el futuro. Pero en 2006, Kazutoshi Takahashi y Shinya Yamanaka, demostraron que las células de la piel pueden reprogramarse y pasar a ser células madre pluripotentes añadiendo artificialmente cuatro genes. Utilizando técnicas similares, Izpisúa ha conseguido en ratones con progeria –una enfermedad genética que provoca el envejecimiento prematuro–, aumentar su esperanza de vida un 30%, además de mejorar el aspecto de la piel y el pelo.
El último gran hito de Izpisúa es que ha conseguido revertir la artrosis, el trastorno articular más común que en España afecta a más de 7 millones de personas. Los investigadores provocaron artrosis en la rodilla de ratas jóvenes y luego inyectaron los dos medicamentos experimentales en la articulación de estos animales. Seis semanas después, las ratas que habían recibido tratamiento mostraron una recuperación de su cartílago, y la enfermedad revirtió hasta una forma leve de artrosis sin efectos secundarios negativos.
La vida de Carlos López-Otín (Sabiñánigo, Huesca, 62 años) da para varias novelas. Es el único científico español entre los 10 primeros de Europa por su número de citas en publicaciones científicas. Autor de más de 400 artículos en revistas como Nature, Science o Cell, ha descubierto más de 60 genes humanos, y es uno de los responsables del proyecto que permitió secuenciar el genoma de la leucemia más común. En 2013 publicó en la revista Cell junto a María Blasco, Manuel Serrano, Linda Partridge y Guido Kroemer 'The Hallmarks of aging', un artículo de referencia que describía por primera vez a través de evidencias moleculares y genéticas, cómo y porqué envejecemos.
Poseedor de innumerables premios y distinciones, entre ellos el Nacional de Investigación, y Doctor Honoris Causa por dos universidades, su vida se vio truncada en junio de 2018, cuando los casi 6.000 ratones modificados de su laboratorio en la Universidad de Oviedo fueron infectados con un virus que acabó con todos ellos. Meses después salió también a la luz que nueve artículos científicos en los que el investigador figuraba como primer autor fueron retirados de dos revistas científicas debido a fallos que, pese a no afectar a las conclusiones de los estudios, eran imperdonables según el propio López-Otín.
Ahora parece que levanta cabeza, y la Real Academia de Ciencias de España se ha posicionado comunicando que "no se ha encontrado evidencia alguna de fraude en ninguna de las publicaciones firmadas por el profesor Carlos López-Otín, que ha visto cómo su reputación ha quedado impropiamente menoscabada ". Por otra parte, un proyecto de su departamento ha recibido financiación del Fondo Covid-19 del Instituto Carlos III y, además, con el nuevo curso espera volver a dar clases en la Universidad, actividad que había dejado desde 2018.
Todos los avances científicos que anticipan el futuro están basados en experimentos realizados en animales de laboratorio, y en su mayoría aún no son extrapolables a los humanos, pero el horizonte es ese, y en ocasiones el horizonte no está tan lejano, como en el caso de Sammy Basso. Basso padece progeria de Hutchinson-Gilford, una enfermedad muy rara de la que tan solo hay 119 pacientes oficialmente diagnosticados en todo el mundo. El origen de esta enfermedad es una mutación en un gen que provoca la acumulación de una proteína tóxica en el núcleo de las células, lo que produce un deterioro gradual en el organismo. La esperanza de vida de los pacientes con progeria se sitúa en torno a los 14 años, y aunque se han desarrollado algunas terapias con resultados positivos, a día de hoy sigue sin haber ningún tratamiento eficaz contra esta enfermedad genética.
Después de conocer a López-Otín, Basso decidió estudiar Biología Molecular para investigar sobre su enfermedad. Su deseo era graduarse por la Universidad de Padua, y pidió a López-Otín hacer el proyecto de fin de carrera en los laboratorios de la Universidad de Oviedo. López-Otín aceptó y en 2017 Basso pasó a formar parte del equipo de investigación.
Los experimentos en que participó Basso han permitido presentar un nuevo avance en el estudio de la progeria que han sido publicados por la revista Nature Medicine. Mediante un sistema de edición genética lograron alterar el gen que produce la proteína tóxica que causa la enfermedad. Inyectaron el sistema en ratones con progeria, y constataron un aumento de la esperanza de vida en los ratones del 26%. Además, debido al carácter multiorgánico de la progeria, el estudio también demuestra por primera vez la capacidad de este sistema de edición genética para afrontar enfermedades que afectan a todo el organismo.
Basso, que en diciembre pasado cumplió 24 años, es probablemente el paciente con progeria más longevo que se conoce, y un ejemplo de superación. "Hay muchas cosas que no puedo hacer: no puedo correr, caminar durante mucho tiempo, no soy del todo independiente... No puedo hacer muchas cosas sin ayuda de los demás. Pero la progeria no me impide ser la persona que quiero ser, no me impide hacer amigos o hacer algo grande con mi vida", contaba Basso a El Faro de Vigo. Basso logró graduarse en Padua, y ahora está haciendo algunas pruebas clínicas como paciente, "estaría encantado de contribuir a encontrar una cura. No sé si llegará a tiempo para mí, pero estaré feliz si puedo ayudar a las siguientes generaciones", concluye.