¿Por qué Silicon Valley ya no es la meca 'tech' aspiracional para las nuevas generaciones?
El relevo a cargo de una generación más despierta ('woke'), la irrupción masiva de teletrabajo y la creación del primer sindicato de Google marcan un cambio de paradigma en la cultura del trabajo de las grandes tecnológicas. ¿Sobrevivirá el modelo tal y como lo conocíamos?
"Sueña, aprieta, lúcrate y repite". Hablar de Silicon Valley ha sido durante la última década algo más que hablar de innovación tecnológica. La meca californiana ha sido el epítome del éxito entendido bajo los estándares de la cultura del esfuerzo hasta la extenuación (#hustle) y a costa de casi cualquier cosa. Un mito crecido bajo la sombra de nombres propios como Mark Zuckerberg (Facebook), Elon Musk (Tesla) o Larry Page y Serguéi Brin (Google) que prometía a quien estuviese dispuesto a aguantar el ritmo, sueldos de seis cifras y barra libre de snacks en la oficina.
Pero el proceso de desidealización que ya se venía gestando se ha topado con un último azote: una pandemia que ha sacado a relucir el sinsentido de la vida entregada a la hiperproducción y al capital especialmente entre las generaciones más jóvenes, ¿estamos ante el final de la gloria de Sillicon Valley tal y como lo conocíamos?
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Google y el sindicato que destierra los valores del Valle
El 4 de enero se producía algo histórico en el valle californiano, 200 ingenieros de Alphabet, la empresa matriz de Google, anunciaban su intención de crear el primer sindicato de una gran tecnológica: el Alphabet Workers Union. Parul Coul y Chewy Shaw, presidenta y vicepresidente del sindicato, publicaban una carta abierta en The New York Times como llamamiento a los 130.000 trabajadores de la empresa y anunciando que ya "han tenido suficiente". "Nuestros superiores han colaborado con gobiernos represivos de todo el mundo. Han desarrollado tecnología de inteligencia artificial para uso del Departamento de Defensa [de Estados Unidos] y se han beneficiado de los anuncios de grupos de odio. No han realizado los cambios necesarios para abordar de manera significativa nuestros problemas de retención [de empleados] con personas de color".
Un reclamo que, lejos de hablar de sueldo o condiciones laborales, apela a la ética y raíz de la empresa. ¿Dónde ha quedado ese Don't be evil (No seas malo) que abanderaba como lema en su origen una empresa que, en 2018 silenció dos escándalos de acoso sexual por parte de dos de sus ejecutivos propiciando su salida de la con un acuerdo de 90 millones de dólares debajo del brazo? Una situación ante la cual alrededor de 20.000 trabajadores se manifestaron a las puertas de sus sedes en todo el mundo con pancartas que rezaban: "Denuncié y lo ascendieron" o "los espacios de trabajo injustos crean plataformas injustas".
La unión sindical de estos trabajadores es muy significativa precisamente por la cultura del trabajo que estas empresas y sus trabajadores han incentivado. Un éxito de miras individualistas y dispuesto a todo que, como capta la serie británica Industry (HBO), se ceba especialmente con aquellos que parten de posiciones menos privilegiadas y pican en el tópico meritocrático."La industria tecnológica se veía a sí misma como un tipo diferente de entorno corporativo", cuenta Margaret O’Mara, profesora de la Universidad de Washington e historiadora de Silicon Valley al San Francisco Chronicle. "En lugar de trajes de tres piezas y oficinas de esquina, los primeros fabricantes de chips modelaron los lugares de trabajo en laboratorios de ingeniería no jerárquicos que "veían los sindicatos como una señal de que estaban haciendo algo mal como empresa".
Mientras los trabajadores de sus cafeterías y servicios de transportes sí han estado organizados bajo sindicatos, aquellos con trabajos técnicos se han amparado en los grandes salarios y el ruido de las comodities (billares, salas de descanso y videojuegos, gimnasios, guarderías, comedores gratuitos) que los han mantenido al margen de la necesidad de organizarse.
El trabajo en remoto y el éxodo tecnológico
Pero con las oficinas prácticamente vacías y el aumento del teletrabajo -Facebook, por ejemplo, anunciaba en junio su intención de deslocalizar el trabajo de sus oficinas progresivamente-, la parada en seco a causa del virus y la distancia de los espacios virtuales de trabajo (que muchos de estos mismo ingenieros han desarrollado) han propiciado una unión inédita.
Ya en la pasada primavera se empezó a producir el éxodo de trabajadores que abandonaban San Francisco y sus escandalosos alquileres -un apartamento de un dormitorio ronda los 2.600 dólares al mes en datos que recoge Bloomberg Businessweek-. Lo hacían en busca de entornos más amables para el bolsillo que propicien mejor equilibrio entre la vida personal y laboral.
El colofón a una burbuja del alquiler que trabajadores del sector ya venían denunciando en medios estadounidense algunos años. "No me convertí en ingeniero de software para intentar llegar a fin de mes", se quejaba un empleado de Twitter con un sueldo base de 160.000 dólares anuales a The Guardian ya en 2017. Unos ingresos "bastante malos" para vivir en familia con dos hijos en el Bay Area, recogía la publicación. Inexplicable si se piensa en términos salariales españoles: aquí el sueldo más frecuente es de 17.482 euros años en datos del INE en 2019.
Al éxodo de trabajadores que con la pandemia han visto la puerta de salida para trabajar en remoto, se suma el de las propias empresas. La lista de compañías y grandes fortunas que, por evitar el exceso de tasas californiano, han comenzado a instalarse en Texas, de tasas mucho más bajas, crece con nombres como el de Oracle o Elon Musk, el CEO de Tesla se mudó allí en diciembre -aunque las sedes de Tesla y SpaceX permanecen de momento en California-. Pero quizás el movimiento más significativo de los recientes ha sido el de Hewlett Packard Enterprise, cuyos fundadores (Bill Hewlett y David Packard) iniciaron la empresa en 1939 en un garaje de Palo Alto. Lugar que es referenciado como el punto de partida de lo que ha sido Silicon Valley -placa conmemorativa en la puerta incluida- y origen de la falacia de los comienzos precarios que engrosa la leyenda del emprendedores self-made.
Gen Z Mafia: el relevo de los (jovencísimos) creadores del futuro
Alineados con ese espíritu woke (despiertos política y socialmente) que reclaman ahora los trabajadores de Google tras los malos usos de sus fundadores y dirigentes, las nuevas mentes techies, que corresponden además a la generación ya nacida con un smartphone bajo el brazo, los centennials, se organizan a través de internet -claro- en busca de un relevo a la altura.
Como investigaba la periodista Taylor Lorenz, especializada en cultura de internet desde The New York Times en su reportaje La generación Z dice que Silicon Valley es elitista y exclusivo. ¿Pueden construir un nuevo sistema?, ante la disolución de esos puntos y eventos de encuentro presenciales -hubs en su jerga- donde conocer otras mentes inquietas e inversores, la nueva generación de fundadores prematuros de startups.
El nombre, apunta Lorenz, hace referencia a PayPal Mafia, "un grupo de los primeros empleados de la empresa que se convirtieron en líderes de la industria, para comunicarse y conectarse con otros jóvenes que buscan entrar en ella". Al grupo, iniciado en los últimos coletazos del verano de 2020, se unieron cientos de personas en apenas semanas, "incluidos estudiantes de secundaria, fundadores universitarios y empleados jóvenes de las principales empresas de tecnología. Juntos, los miembros del servidor están colaborando, creando redes y creando productos que esperan darán forma al futuro", escribe la periodista.
Aunque librarse del stablishment tecnológico no parece algo inmediato, los creadores del grupo, Emma Salinas, diseñadora e ingeniera de 20 años de San Francisco, y Carson Poole, de 21, fundador de una empresa de inteligencia artificial, señalan que su intención es hacer "un internet más positivo" y entornos de trabajo más saludables. Silicon Valley, según los miembros del grupo es "exclusivo, elitista y está plagado de problemas sistémicos como el sexismo, la discriminación por edad y el racismo".
El sueño tecnológico es, en términos de la generación que ahora lo abandera y a diferencia de la anterior, menos competitivo y más grupal. "No puedo explicar exactamente por qué, pero hay algún tipo de energía diferente que veo dentro de la Generación Z ", dice Salinas a The New York Times. "Quiero que otros jóvenes sepan que no son los únicos que quieren construir muchas cosas y que tienen estas visiones y sueños y quieren cambiar el mundo".