Un gigante con pies de barro. Así podría definirse la historia del nuevo submarino de la Armada española, el S-81 Isaac Peral, un coloso de las profundidades del mar al que le está costando arrancar más de la cuenta. Su biografía, a pesar no haber sido aún botado, ya cuenta con un historial de retrasos, fallos de cálculos y sobrecostes. Aun así, hoy el Rey Felipe VI procederá a su flotadura. Después llegarán meses de pruebas hasta que en 2023 empiece a estar plenamente operativo. Esta es su historia.
El proyecto se firma en 2004. El Ministerio de Defensa del entonces todavía ministro Federico Trillo, natural de Murcia, firma con Navantia la fabricación y adquisición de cuatro nuevos submarinos en los astilleros de Cartagena para reflotar la maltrecha Armada española en este ámbito subacuático, que por entonces contaba con el Galerna (S-71), el Siroco (S-72), el Mistral (S-73) y el Tramontana (S-74), todos ellos puestos en funcionamiento entre 1983 y 1986.
La fecha de entrega del primer submarino nuevo, el S-81 Isaac Peral, se fijó para 2011, y el resto de los pedidos tendrían que llegar en años sucesivos. En total, el monto del proyecto ascendía hasta los 1.755 millones de euros. Sin embargo, los problemas no tardarían en aparecer.
Con dos años de retraso ya sobre el plan inicial, a finales de 2012 se juntan las piezas 1 y 2 con la número 3, quedando el submarino totalmente ensamblando y preparado para su optimización final. Sin embargo, unos meses más tarde llega la sorpresa: el submarino pesa mucho y se hunde.
Navantia informó de que se habían ha detectado "algunas desviaciones relacionadas con el balance de pesos del submarino durante una revisión técnica" y la empresa estimó en aquel momento que las pruebas necesarias para evaluar el alcance de las desviaciones y los posibles trabajos de ingeniería para corregirlo podrían retrasar la fecha de entrega entre 12 y 24 meses, lo que se suma a la demora que ya acumulaba el programa y que fijaba la fecha de finalización en 2015.
En octubre de 2013, el Ministerio de Defensa, con Pedro Morenés al frente, explica que la solución para reducir el peso del submarino será hacerlo siete metros más largo respecto a su longitud inicial, de tal manera que llegara hasta los 81 metros de eslora. En los otros tres submarinos encargados, que se estaban fabricando de manera paralela, no hubo que hacer el arreglo 'en directo', sino que dio tiempo a que los planos se adaptaran a las nuevas medidas.
Este arreglo no salió gratis. Además de los materiales y recursos humanos, el Secretario de Estado de Defensa, tuvo que acudir hasta el Pentágono para pedir la ayuda técnica de la empresa norteamericana Electric Boat, quien finalmente se encargó de realizar el proyecto para aligerar el submarino y que este pudiera flotar. La factura, 14 millones de euros.
Así, si en un primer momento se presupuestó en 1.755 millones de euros la fabricación de los cuatro submarinos, el monto final ascendería hasta los 2.135 millones. Y tan solo estábamos en 2013.
Un efecto colateral de haber ampliado la eslora respecto al proyecto inicial supuso que no cupiese en el muelle del puerto de Cartagena, donde tenía previsto estar su base. El submarino pasó de una eslora de 71 metros inicial hasta los 80,81 finales para perder peso. En cambio, el foso donde debería estar 'aparcado', solo llega hasta los 78 metros aproximadamente. Ante esto, la ministra de Defensa, Margarita Robles, quiso quitarle hierro al asunto afirmando que, al tardar aún unos cuantos años en tener que usar esa base, habría tiempo para ampliar el muelle.
A efectos prácticos, este nuevo fallo de cálculo inesperado hizo que se tuviera que ampliar el presupuesto de todo el proyecto, esta vez en otros 16 millones de euros que irían destinados a esa ampliación del muelle.
Además, el Ministerio de Defensa aprobó el techo de gasto para el programa de los S-80, dejándolo finalmente en 3.907 millones de euros; es decir, casi 1.000 millones de euros por cada submarino.
Con un retraso de casi una década, el Ministerio de Defensa se vio obligado a carenar los otros submarinos que estaban operativos en España. De este modo, tendrían que pasar una revisión completa en un dique seco, al igual que se hace con los aviones cada ciertos años.
A día de hoy, el Tramontana (S-74) es el único submarino operativo que tiene la Armada Española. Su carena transcurrió desde principios de septiembre de 2014 hasta el 1 de julio de 2016, con un coste de 43 millones de euros.
El Mistral (S-73) fue inmovilizado el 10 de junio de 2020 y dado de baja definitivamente el 27 de febrero de 2021. El Siroco (S-72) fue víctima de los recortes debidos a la crisis económica, y el Gobierno decidió, en 2012, no llevarlo a su carena y ahorrarse así 25 millones de euros. En 2020, finalmente, salió el concurso en el BOE para que fuera despiezado. Por último, el Galerna (S-71) está en la fase final de su quinta carena, y se espera que pueda volver a estar operativo durante este 2021.
Más allá de sobresaltos en el presupuesto y en el propio proyecto, lo cierto es que el programa de los submarinos S-80 es de vital importancia para la Armada española y también para la economía nacional. De su éxito depende que se pueda exportar el modelo ya probado a otros países que requieran su construcción y, por tanto, mantener numerosos puestos de trabajo en los astilleros de Cartagena.
Además, el sistema AIP (Sistema de Propulsión Anaerobia) con el que funcionarán el S-83 y S-84, y el S-81 y el S-82 cuando pasen su primera gran carena, hará que puedan recargar la baterías en inmersión gracias a una pila de combustible que funciona con hidrógeno que se produce gracias al procesado de bioetanol y oxígeno para generar energía eléctrica. De esta manera, el submarino no tiene que subir a superficie a recargar las baterías (como en los submarinos de diésel) y puede permanecer en inmersión durante cuatro semanas, logrando una ventaja competitiva respecto a otros muchos submarinos.
En este vídeo puedes ver cómo la princesa Leonor y el Rey Felipe VI proceden al acto de flotadura del S-81 Isaac Peral. Haz clic para verlo.