"No tenía ninguna reunión de trabajo planificada para el fin de semana". Con estas palabras empieza la explicación con la que la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, ha tenido que defenderse de los ataques recibidos después de que se filtrasen unos vídeos en los que aparece cantando y bailando. Tenía tiempo libre y decidió pasarlo con sus amigos. En un espacio privado. "Y no hice nada ilegal", zanjó.
Su claridad ha sido aplaudida en buena parte del mundo y las redes se han llenado de vídeos de mujeres que se han puesto a bailar. En sus casas, en las discotecas, en la calle. También directivas, políticas y otras con puestos de responsabilidad han defendido su derecho a festejar la vida.
La opinión en la sociedad ha sido casi unánime: las mujeres, directivas o no, ministras o no, jóvenes o no, tienen derecho a salir a divertirse, tomar una copa y a bailar. En la contundencia y naturalidad de Marin se atisba un nuevo modo de comunicar desde el poder y de ejercer el liderazgo que podría extrapolarse a cualquier esfera. Hemos pedido su opinión a mujeres con cargo en diferentes ámbitos:
Estamos ante otro ejemplo de una nueva manera de hacer política y de comunicar, dirigida a un nuevo tipo de votante que reclama otras cosas diferentes a la política tradicional. La estrategia que diseña Sanna Marin desde las elecciones es totalmente diferente a lo que habíamos visto. Es una estrategia de comunicación sin complejos que pone en valor la juventud, la modernidad y los hace valores que no son incompatibles con la seriedad y con una buena capacidad de gestión.
Es apasionante porque hasta ahora las mujeres que querían presentarse a un cargo de responsabilidad, en política, en la empresa o en el mundo institucional, tenían que adquirir rasgos no solo masculinos, como Angela Merkel, sino también tunearse un poco para parecer más mayores.
Una mujer joven en política estaba muerta, no tenía futuro. Estoy pensando en Margaret Thatcher, con esos trajes de chaqueta tan sobrios y ese pelo perfectamente peinado. Es verdad que era la moda de los 70, pero en los 70 también estaba la estética hippy.
No pasa nada porque sea una mujer joven, puede ser una buena primera ministra. No tiene que disfrazarse, no tiene que ocultar esas características porque ahora se empiezan a considerar un valor. Estoy pensando en Kennedy o en Obama. Ambos ocuparon la oficina más importante del mundo siendo muy jóvenes, pero… eran hombres. Ahí está la diferencia.
El uso de la naturalidad en política responde a las nuevas necesidades. Los votantes están buscando cosas diferentes. La naturalidad es un rasgo que se valora más porque se asocia a la honestidad. Estamos hartos de que nos tomen el pelo, de que la verdad se esconda en metáforas y estrategias de comunicación.
No creo que ni un hombre ni una mujer por muy primer ministro que sea deba pedir permiso a nadie para salir a divertirse, siempre y cuando lo haga en los límites de la legalidad y con actividades que no comprometan su capacidad de liderazgo. En este caso, Marin es primera ministra y por responsabilidad institucional sí debe avisar a su equipo de seguridad y estar localizado las 24 horas del día por temas de seguridad. A partir de ahí, no tienen que pedir permiso ni al votante ni mucho menos a la oposición para salir a divertirse.
Me ha encantado la respuesta de algunas mujeres y hombres finlandeses. El filtrado del vídeo es una faena, pero les ha salido el tiro por la culata porque el pueblo finlandés, sobre todo muchas mujeres jóvenes, ha respondido grabándose de forma espontánea saliendo de fiesta en un bar, pero también bailando en sus casas y en la calle en apoyo a la primera ministra. Es un signo de cambio.
Hemos integrado de forma tan natural una serie de reglas de lo sencillamente correcto que no dejamos margen para que lo nuevo presente nuevas opciones y que estas no sean incompatibles con las responsabilidades políticas. La política, al igual que la propia sociedad, está viviendo un cambio de paradigma frenético que en ocasiones confronta entre lo deseado y lo vivido, lo habitual y lo diferente.
La comunicación no es cuestión de cargos y etiquetas, es un reflejo real de quien la ejerce. Por ello, ante un perfil joven e innovador con decisiones políticas en un contexto ampliamente tradicional en la mente de la sociedad, todo lo que sobresalga de ahí, generará controversia.
Lo importante, en esta ocasión, no es lo que hace -bailar y divertirse de forma privada con sus amistadas-, sino cómo lo gestiona; y ahí es el primer cambio. La naturalidad ante un hecho común, la trasparencia ante la realidad y la sinceridad ante la controversia. Uno no deja de ser quien es por tener un cargo determinado y ser uno mismo. Habría que cuestionar qué le pedimos realmente a los políticos, si eficacia y conocimiento ante apariencia o un modelo determinado.
Si la sociedad cambia a velocidad de vértigo, estos cambios, inevitablemente, se reflejan en todos los ámbitos, incluidos los directivos. Los directivos se enfrentan a nuevos escenarios donde el liderazgo requiere retos más empáticos y conocedores de nuevos valores demandados por las personas.
En el trabajo ahora buscamos nuevos criterios que modifican para qué estamos en una organización u otra. Prevalece la calidad de vida frente a los ingresos y predomina el buen ambiente laboral ante el estatus. Eso no quiere decir que se omitan los anteriores, sino que se amplía el abanico de las inquietudes de cada uno de nosotros.
Por ello, la transparencia, al igual que en política, adquiere un nuevo matiz, que es la base para afrontar nuevos retos. La naturalidad es la garantía para empatizar con la realidad y la sencillez es la puerta de la confianza. Todo ello genera nuevos marcos de actuación, donde el Win-to-Win (ganar-ganar) no es solo una táctica, sino una filosofía de vida.
Marin ha dicho la verdad. ¿Tanto nos sorprende? Estamos acostumbrados a las mentiras y metáforas de muchos dirigentes y por eso choca la naturalidad con la que la ministra ha expuesto la verdad de lo que ocurrió. Debería ser lo normal en una democracia, en lugar de dar por válida tanta hipocresía como solemos soportar.
Dio la cara con valentía, directa y rápidamente. Además, estaba disfrutando de su tiempo de ocio y las imágenes no tienen el mínimo interés. Es una presidenta muy joven, pero ha sabido demostrar valía, profesionalidad y valentía en momentos muy tensos, como la decisión de la entrada de su país en la OTAN, y otros tan complejos como la gestión de la pandemia.
Considero que no se le debería dar más voz al asunto porque la polémica aviva el fuego de sus detractores y me parece una barbaridad. Solo espero que saque fortaleza y resista este envés porque Finlandia afronta en estos momentos una situación. Lo curioso es que exigimos a la primera ministra estándares mucho más elevados que a otros líderes mundiales masculinos a los que hemos visto incluso alcoholizados. Veo en ello una doble vara de medir claramente sexista.