Si hace unas semanas pudimos comprobar que la edad no es impedimento para superar retos acuáticos (si no, que le pregunten a Mark Spitz y su #GotMilkChallenge), el caso de Judie Johnson viene a confirmar que el paso del tiempo no es más que una excusa para dejar de lado las cosas que nos hacen sentir vivos. Esta nadadora neozelandesa tiene una pasión que va más allá de piscinas y playas turísticas. Su afición es nadar en mar abierto, una disciplina que le ha llevado a conocer la fauna marina muy de cerca, aunque también le ha reportado algún que otro susto.
Se hizo viral en 2018 cuando entrenaba Hahei Beach, en aguas neozelandesas. Johnson nadaba en alta mar, como acostumbraba a hacer, cuando de repente vio tres sombras por debajo de ella. En un primer momento pensó que eran delfines, por lo que no se alarmó. Sin embargo, a medida que se iban acercando comenzó a vislumbrar un color blanco en sus estómagos, rasgo característico de las orcas. Fue entonces cuando se alarmó y comenzó a nadar más rápido para zafarse de su presencia.
La sorpresa llegó cuando, en lugar de atacarla, las orcas se pusieron a nadar y jugar con ella. Una convergencia humano-marina que llevó a Johnson a aparecer en infinidad de medios de comunicación, gracias a la rapidez de un turista neozelandés que captó la escena con un dron. Al poco tiempo de subirlo a Youtube se viralizó y acaparó la atención de las redes sociales.
Las imágenes son sobrecogedoras. Las orcas llegan hasta ella y cuando parece que la nadadora se encuentra en verdadero peligro, comienzan a nadar con ella, rodeándola. Una de ellas, la más grande de las tres que se le acercan, le triplica en tamaño. Cabe decir que se trata de mamíferos marinos carnívoros, que se alimentan de todo tipo de peces; esto quiere decir que, perfectamente, podrían haber interpretado que se trataba de una presa a la que engullir. Ello hace la anécdota más especial todavía.
En declaraciones a la televisión neozelandesa 1 NEWS, la nadadora explica que sintió un vaivén emocional durante toda la escena. "Vi formas muy grandes debajo de mí y creí que eran delfines. Estaba muy emocionada, hasta que luego vi el color blanco en su estómago". Al saber que eran orcas, admite que sintió miedo. Pero al ver que en vez de atacarla nadaban junto a ella, el pavor se convirtió en alegría. "Sentían tanto interés por mí como yo por ellas. Fue muy diferente a las cosas que me han pasado antes", explica. Una experiencia que le cambió la vida, en sus propias palabras.
"También pensé que ellas comen focas y yo vestía un neopreno negro", dijo Johnson a la televisión neozelandesa. Ese era su miedo: que la confundieran con una foca, ya que el neopreno tiene un color muy similar al de estos animales. Mirándolo en retrospectiva, fue un milagro que las orcas no la confundieran y la dejaran ir tranquila.