"Grupo reducido de personas que tienen poder e influencia en un sector económico, político y social", así define el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) la palabra oligarca, muy utilizada últimamente para referirse a esos multimillonarios rusos, dueños de clubes de fútbol y de empresas petroleras, que están siendo objeto de duras sanciones por parte de Estados Unidos y la Unión Europea en un intento de debilitar a Rusia en su invasión a Ucrania.
La palabra oligarca, que tiene un matiz negativo o despectivo, procede del griego antiguo oligarkhes, término formado por oligos, en español 'pocos', y arkos, que se puede traducir como 'jefe' o 'gobernante'. Los escritores de la antigua Grecia la usaron para designar la forma degenerada de la aristocracia Aristóteles la empleó para señalar el gobierno de los ricos, aunque esta idea se correspondería literalmente con la palabra plutarquía.
Los oligarcas rusos son una elite de empresarios que controlan múltiples negocios procedentes de las antiguas repúblicas soviéticas que surgieron en la época de Mijaíl Gorbachov, durante la Perestroika, con la liberación del mercado, y acumularon con rapidez importantes fortunas tras la disolución de la Unión Soviética en los años 90. Estos empresarios bien conectados comenzaron en muchos casos desde la nada y supieron enriquecerse con el cambio de régimen adquiriendo sus riquezas adquiriendo activos estatales a muy bajo precio.
Los oligarcas empresariales postsoviéticos, no solo rusos sino también ucranianos, incluían a familiares o socios cercanos de funcionarios del gobierno, incluso a los propios funcionarios, pero también a jefes criminales a menudo conectados con el ejecutivo ruso. Cuando Putin llegó al poder se involucró en una lucha de poder con algunos de ellos que se zanjó con un gran acuerdo que les permitió a los oligarcas mantener sus poderes a cambio de su apoyo explícito a su gobierno, un respaldo que se mantiene hasta hoy.
Para muchos los oligarcas fueron simples advenedizos que se dedicaron a vivir de los favores gubernamentales. El término no debería confundirse con el de magnate, palabra que designa a una "persona muy rica e importante por su cargo por su poder, especialmente en el mundo de los negocios, la industria pues las finanzas", pero cuya fortuna proviene del esfuerzo y el trabajo en su propio negocio, sin la intervención de entidades públicas.
La lista de los oligarcas rusos más relevantes la encabeza Alexei Mordashov, CEO de una empresa dedicada a la siderurgia con una fortuna que supera los 25.700 millones de euros, según el listado de la revista 'Forbes'. Por detrás figuran Vladimir Potanin, con 23.900 millones de euros, y Vladimir Lisin, que atesora unos 23.800 millones. El exviceministro ruso y accionista de una petrolera Vlagit Alekperov (22.100 millones) y el presidente de la liga rusa de hockey y CEO de Novatek, Gennady Timchenko (20.900 millones), completan el top-5. En un listado de oligarcas influyentes también encontraríamos a Alisher Usmanov, Andrey Melnichenko y Roman Abramovich.
Al sancionarles, con medidas como la requisición de sus lujosos yates y viviendas de lujo o la venta de sus negocios empresariales, Estados Unidos y sus aliados intentan presionar a Putin. En última instancia, el objetivo es que una élite descontenta pueda forzarle a poner fin a la guerra. Sin embargo, hasta ahora, solo unos pocos oligarcas sancionados han pedido la paz en Ucrania. Otros han mostrado su desacuerdo con el conflicto, pero desde la prudencia y sin mencionar nunca directamente a Putin. Hasta qué punto pueden influir en las decisiones militares es una cuestión todavía incierta.
Paradójicamente, están siendo las hijas de muchos de estos oligarcas las que están alzando la voz contra la guerra en Ucrania. Sofia Abramovich, hija de Abramovich, publicó un post en su Instagram contra la invasión que posteriormente borró, mientras que la nieta de Borís Yeltsin, Maria Yumasheva, coló por sorpresa, entre post sobre la buena vida de las elites, una imagen con la bandera ucraniana y un corazón roto.
Elizaveta Peskova, hija de Dmitri Peskov, un estrecho consejero de Putin, también se pronunció contra el conflicto bélico en Instagram, tras lo cual su cuenta fue censurada por el gobierno ruso. Y Ksenia Sobchak, hija de Anatoly Sobchiak, exalcalde de San Petersburgo y mentor de Putin, también ha pedido el fin de la invasión. Ya sea por convicción o por temor a perder sus privilegios, una nueva generación de rusos parece dispuesta a dar un paso al frente.