¿Por dónde empezar, Carlos? Instalada como llevo entre nubarrones, semanas y semanas…había ido retrasando el llamarte "por si al fin llegaba un sol" pero te has marchado antes guardando en secreto tus propias penalidades.
Porque "el Tena" y yo cruzábamos conversaciones de tanto en tanto desde hace casi diez años. Poco tiempo después de conocernos fueron empeorando sus cuerdas vocales y a la que se mantenía bien activa, la única que "no le había abandonado" no le sentaban muy bien las llamadas largas de móvil. Ninguno de los dos era de poco hablar y a Carlos le gustaba bromear "niña, es que me estoy convirtiendo en Darth Vader".
Y ahora ya no está. Y siento tanto dolor que los recuerdos se agolpan desordenadamente y a bocajarro. Los primeros, desde luego, me llegan de una televisión en blanco y negro viendo al periodista musical más molón de la Historia de este país, tan agudo, brillante, irreverente; poco sabía yo entonces de qué manera llegaría a convertirse este hombre en alguien tan importante en mi vida.
A Carlos Tena le conocí una noche de ésas que, en el desaparecido Suristán, siempre acababan bien entrada la madrugada. Me impresionó su cercanía y humanidad ya desde el primer minuto de conversación, pero habrían de pasar muchos, muchos años antes de que el Carlos Tena, al que yo idolatraba como profesional, se convirtiera en mi amigo Carlos. De ésos a los que inevitablemente echas de menos si pasa un tiempo sin saber de él. Porque Carlos te renovaba la energía. Y la confianza, desde el puro descreimiento. Impulsaba las ganas de seguir peleando por lo que uno quiere aunque duela y aunque dudes porque para ello has de seguir sorteando zancadillas e ingratitudes.
Así fue, de principio a fin y desde nuestro primer encuentro en persona, allá por el 2013, en su amada "pecera" del Círculo de Bellas Artes. Fue también en el Círculo la última vez que nos encontramos en persona, rodando emocionantísimas secuencias de Soy rebelde, junto a su adorado escudero Juan De Pablos; nosotros como equipo de documentalistas, ya éramos muy conscientes entonces, del valor histórico de cada palabra suya, de esa presencia todopoderosa y sin embargo poco accesible a las cámaras; y es que Carlos había prometido tiempo atrás no conceder entrevistas que pudieran ser editadas.
Tuve el privilegio de grabarle siempre que se lo pedí y en concreto varias veces con mi última película. Y lo hizo por pura generosidad y compromiso con mi proyecto a pesar de lo incómodo que se sentía con "su nueva voz". Siempre acudió entusiasmado a mis reclamos sin ninguna exigencia y completamente entregado a la causa.
A esa alegría sumé años después el disgusto de que no pudiera acompañarnos a Valladolid para la presentación en Seminci de Soy rebelde.
La tristeza fue grande, no por su ausencia en el photocall, ni mucho menos, sino por no poder disfrutar de su presencia, su ácida visión de todo lo que rodea a un festival de cine, su ternura, su inteligencia y comprobar cómo remataba el público con carcajadas cada una de sus intervenciones. Lo peor no era todo eso sino saber que andaba de nuevo con problemas médicos; aunque les quitara importancia y éstos fueran seguramente más graves de lo que me transmitió aquellos días, como siempre, para no preocupar.
No voy a hablar de su currículo inmenso ni de su capacidad innata de comunicador hasta para elegir menú en un restaurante. Me guardo para mí tantas historias increíbles y confidencias, pero… cada vez que yo le decía "pero Carlos ¿para cuándo esas memorias tuyas?" Se limitaba a contestar que prefería disfrutar de la vida presente, junto a su hija, sus nietos, los contados amigos que elegía, todo eso era más importante que perder el tiempo enumerando aventuras pasadas. No era un nostálgico sino un disfrutón del momento pero si le insistías te contaba y a mí cada relato suyo me parecía absolutamente increíble: del Teatro Universitario a "Radio Peninsular, la más musical" pasando por el PCE; de Eurovisión a Reading; ABBA, Adriano Celentano, Bob Marley, la Nueva Trova Cubana o Camarón…¡todos! ¡tantos! y él siempre a la altura del más grande….
Nos hicimos amigos a golpe de teléfono y gracias a Ochéntame otra vez el programa que yo dirigía por entonces en TVE. Por supuesto, quería entrevistarle pero en ese momento fue muy claro. Me dijo que no lo conseguiría por más que le llamase, que ya nunca hablaría a una cámara, con edición de por medio y encima para "una casa" que había sido la suya pero en la que probablemente volverían a censurarle. Le prometí que conmigo al frente no sería así. Y en ese largo trasiego hacia un "sí" -que llegó casi tres años después- nos hicimos inseparables. Después, ya no quise que hiciera la entrevista porque habían cambiado y mucho, dejémoslo ahí, las circunstancias.
Me gustaba verle, de vez en cuando, en sus visitas a Madrid. Seguíamos en contacto, viajamos juntos a Cáceres para los Premios PopEye, compartimos momentos emocionantes con nuestro Juanito De Pablos. Mis hijos eran muy pequeños pero aprendieron a adorarles a los dos y después de esos días buscaban en Google y YouTube para saber algo de "esos increíbles personajes" de los que ya no se hablaba en los medios aunque les resultaran tan fascinantes.
Carlos no dejaba de llamarme. Ni siquiera cuando se instalaba por unos meses en La Habana, su paraíso terrenal, donde seguramente le hubiera gustado quedarse para siempre de no ser por el amor a su familia a quien visitaba en la capital cada mes.
Muchos creían que seguía viviendo en Cuba y no era así pero jugar al despiste, desde su refugio en Ronda, le divertía. Tan increíble, tan generoso y auténtico.
Siempre pensando en los demás: las depresiones de Juanito, los problemas de salud en mi propia casa, mis hijos, mis proyectos largos y espinosos. Qué poco hablaba de su fragilidad, sus propias preocupaciones, salvo para animarte y quitarte de la cabeza malos pronósticos sobre una enfermedad que él ya había superado.
Por eso debí darme cuenta de que algo iba mal, después de tantos meses sin noticias, con el intercambio, apenas, de un par de mensajes. Debí reconocer ese largo silencio pero a veces la vida te desborda y te lleva en remolino y no te da para desenvolverte, airosamente, entre tanto enredo y tanta pelea absurda en la que te colocan los tiempos presentes.
Llamo a mi querida Jeanette para contarle. Me recuerda esos días gloriosos que ambos compartieron, con sus respectivas parejas, en Ibiza ¡Cuántas veces planeamos un brindis todos juntos en el estreno de Soy rebelde!
Pero pasan los meses, se agolpan las despedidas y ahí seguimos sin ver claro horizonte para esta película que os retrata como generación.
Una generación, absolutamente única, que nos explica como país aunque parezca enterrada por paladas de indiferencia en días de futbolistas, deportistas de elite y personajes de dudoso interés que, paradójicamente, hacen llamar influencers.
Mi querido Carlos Tena, ¡qué poco te importaban a tí likes, trending topics y redes sociales! y sin embargo tú sí que has sido un grandísimo influencer!
¿Qué habría sido de nosotros sin Para vosotros, jóvenes, Popgrama, Aumbababuluba, Música Maestro…?
Sin melómanos tan sabios, Sin comunicadores, como tú, ¡tan gigantes!
En estos días, en los que hablar de revolución es referirse a la última campaña millonaria de marketing, sólo puedo darte las gracias por existir, por empujarme, siempre, disuadirme de no tirar la toalla y animarme a enfrentar cada tragedia con un chiste.
Sólo decirte ya que en esta película nuestra, que no has llegado a ver, brillas y brillas, como astro mediático que eres, incluso cuando te equivocas, al sentenciar entre risas "nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto".
¡De aquí a la eternidad, hablaremos de ti, mi querido Carlos!
Siempre rebeldes y con pantalón de campana.
Paloma Concejero es amiga de Carlos Tena y directora del documental 'Soy rebelde', sobre la figura de la artista Jeanette, en el que aparece el periodista musical.