Cada 1 de mayo se celebra en casi todos los países del mundo el Día Internacional de los Trabajadores o el Día del Trabajo. La jornada, que suele ser festiva en España, pone en valor las reivindicaciones laborales y sociales que a finales del siglo XIX los movimientos sindicales consiguieron hacer efectivas. En Uppers hemos querido saber por qué se celebra el 1 de mayo el Día del Trabajador y cuál era la lucha del proletariado de entonces.
En esas décadas de finales del siglo XIX cientos de fábricas poblaban Estados Unidos y operaban a pleno rendimiento gracias a unos empleados que podían trabajar del orden de 12 horas diarias y hasta 18 horas sin descanso. Las protestas por esa explotación laboral empezaron a organizarse en movimientos sindicales.
Principalmente, reivindicaban suprimir esas jornadas imposibles y agotadoras y que los empleados tuvieran derecho a ocho horas de ocio y a ocho horas de descanso, de modo que el horario laboral se limitara también a ocho horas. Incluso, gracias a esas protestas de la clase obrera norteamericana, en 1868 el presidente de Estados Unidos Andrew Johnson dictó la Ley Ingersoll, que por fin establecía la jornada de 8 horas para los empleados de las oficinas federales y para quienes trabajaran en obras públicas.
Sin embargo, muchas empresas seguían actuando por su cuenta y saltándose la norma pues las sanciones que se les imponían eran muy reducidas. Por ejemplo, la multa por obligar a un empleado a cumplir una jornada de 18 horas no superaba los 25 dólares.
El abuso era tan llamativo que en 1886 la Federación Americana del Trabajo, el mayor sindicato de Estados Unidos, decidió plantarse y estableció que a partir del 1 de mayo la jornada laboral máxima sería de ocho horas. Habían pasado casi 20 años desde que se promulgó la Ley Ingersoll pero en muchos estados del país no se estaba cumpliendo.
Bajo esa premisa el 1 de mayo de 1886 los trabajadores hicieron huelga en aquellas compañías norteamericanas donde se seguía sin permitir la jornada máxima de ocho horas. En Chicago, Illinois, que era la ciudad con mayor población del país, durante varios días los huelguistas se enfrentaron a la policía que había recibido la orden de controlar las protestas.
El 4 de mayo, ya habían fallecido varios obreros en los altercados, y se produjo una gran concentración en la plaza de Haymarket de Chicago. Durante esa manifestación además detonó un artefacto explosivo que acabó con la vida de seis policías e hirió a decenas de ellos. En respuesta, el cuerpo de la policía abrió fuego contra los manifestantes y los disparos provocaron 38 víctimas.
Después del trágico suceso, los líderes sindicales anarquistas y decenas de afiliados fueron detenidos. Finalmente, solo se procesó a ocho personas en un juicio que se celebró en 1887. Tiempo después se demostró que todo ese proceso había sido un fraude y que los conservadores de la época habían tenido mucho que ver. Ya era tarde; cinco sindicalistas habían sido condenados a pena de muerte, dos a cadena perpetua y el octavo a 15 años de trabajos forzados. Por ello, pasaron a ser recordados como los Mártires de Chicago.
En 1889, dos años después de las ejecuciones, el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional estableció que a partir de ese momento el 1 de mayo se celebraría el Día Internacional de los Trabajadores en memoria de los condenados.
No obstante, en 1894 el presidente Grover Cleveland decidió trasladar la celebración del Labor Day en Estados Unidos al primer lunes de septiembre, un día en el que además se conmemora el primer desfile que la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (Knights of Labor) celebró en Nueva York el 5 de septiembre de 1882. La intención de Cleveland era evitar los desórdenes públicos que pudiera provocar el movimiento socialista del país en la festividad del 1 de mayo recordando los sucesos que tuvieron lugar en la plaza Haymarket y a los Mártires de Chicago.
Durante muchos años, el 1 de mayo se caracterizó por las protestas y las reivindicaciones laborales. La iglesia, que quería frenar de algún modo esos movimientos, bajo el pontificado de Pío XII, entre 1939 y hasta su muerte en 1958, decidió que el 1 de mayo se celebraría el día de San José Obrero con la finalidad de “dulcificar” las celebraciones.