Sudassi, directora de ‘Memorias de un cuerpo que arde’: "Es importante dignificar y sexualizar las arrugas"
La cineasta costarricense plantea en su última película la conversación íntima que le habría gustado tener con sus abuelas
Tres actrices de diferentes edades hacen el recorrido vital de las mujeres que le prestaron su testimonio oral desde el anonimato
Es el retrato sin filtro de una sexualidad inquieta, encerrada y nada convencional de la mujer madura
"Viví con mi esposo. Hasta que él murió. Él era muy caliente. Demasiado caliente. Teníamos diez años cuando nos conocimos y nos enamoramos los dos, el uno del otro, pero ninguno le dijo al otro que estaba enamorado. Yo no sabía que era medio tímida con ese tema. Nos enseñaron que éramos culpables de muchas cosas. No nos enseñaron a sacudirnos esa culpa. En la relación física, íntima, estoy perfectamente bien dotada todavía. Estoy viva y mientras esté viva no voy a ser una vieja". Estas frases, aquí agrupadas, forman el tráiler de 'Memorias de un cuerpo que arde', una película en la que su directora, escritora y productora, Antonella Sudasassi (Costa Rica, 1986) talla con maestría de cincel una sexualidad inquieta, encerrada y nada convencional: la de la mujer madura.
MÁS
Con la voz de una sola mujer, que a sus 65 años revisita sus recuerdos y deseos ocultos, Sudassi relata los testimonios de Ana, Patricia, Mayela y tantas mujeres que, habiendo sido educadas para reprimir su sexualidad, ahora encuentran un presente pletórico de placeres. 'Memorias de un cuerpo que arde' es un grito fuerte contra esa sociedad codiciosa de juventud que desprecia lo que ve arrugado y se ruboriza ante el erotismo en la vejez. "¡Desnúdese... pero sea delgado, bonito, bronceado!", sintetizaba Michel Foucault el nuevo mandato de libertad corporal. Frente a esta imposición, Sudassi nos plantea, según nos expresa en esta entrevista, la conversación íntima que le habría gustado tener con sus abuelas, un tabú por fin roto y una oda a las mujeres creadoras del universo, que nos parieron y cuidaron.
¿Quién te inspira 'Memorias de un cuerpo que arde'?
La película nace de una conversación que tuve con mi abuela paterna hace ya cinco años. Ella tenía en ese momento 92 y problemas de memoria No pude profundizar mucho en aquella conversación, pero entonces empecé conversar con mujeres mayores de 70 y 80 y 90 para tratar de entender cómo había sido la vida de mis abuelas, cómo se habían entendido las mujeres, cómo habían ido descubriendo la sexualidad en las diferentes etapas y cómo la viven ahora que están en una etapa de vida en la que se asume que ya no existe la sexualidad. De esas conversaciones nace 'Memorias de un cuerpo que arde'.
"La vejez es la peor de todas las corrupciones", sentencia una frase atribuida a Thomas Mann.
Sigue siendo un gran tabú hablar de sexualidad, sobre todo de sexualidad a cierta edad. En países como los nuestros, que tienen todavía la fuerza de la religión muy presente, genera mucho pudor o culpa. Me topé con mujeres querían y tenían la necesidad de hablar, pero siempre resguardando su identidad. Me pidieron el anonimato y me di cuenta de que iba a ser imposible grabar de otra forma los testimonios. Después de dos años y medio de hablar con ellas, de tener solo el registro oral de ellas, decidí hacer la película como se hizo, trabajando con actrices, precisamente para dar cuerpo y piel a esas historias.
¿Nos sofoca la simple idea de que un cuerpo arrugado pueda seguir encendido?
Definitivamente, sí. Sigue siendo tabú. Aunque se van superando ciertas barreras, dependiendo del contexto en el que te hayas criado y con qué valores morales o religiosos, tienes más o menos apertura. Se suelen invisibilizar los cuerpos que envejecen. Como sociedad, estamos obsesionados con la juventud y nos cuesta mucho mirar hacia esas canas y arrugas. Sobre todo, verlas con esa luz de un cuerpo que siente, que desea y que busca placer. Hay un camino por recorrer para dignificar la sexualidad a cualquier edad y darle un lugar y un espacio, de hablarlo naturalmente. 'Memorias de un cuerpo que arde' se suma a ese diálogo por recordar de dónde viene esa acumulación de prejuicios y acabar con ellos.
Hay un camino por recorrer para darle a la sexualidad madura un lugar y un espacio
Las mujeres reales te prestaron su relato oral, pero desde la invisibilidad del cuerpo. ¿Fue un reto poner imagen a esas voces?
Fue un reto, pero sobre todo una intención. Quería mostrar el cuerpo femenino que envejece desde otra luz. Por lo general, los papeles de mujer adulta son relegados a personajes secundarios y muy particulares, como la abuelita o la monja. En esta película es lo contrario. Ese cuerpo que envejece y esa sexualidad se vuelven el foco de atención. Se ve desde un lugar donde se puede sentir placer. Esa capacidad se expresa muy bien en la escena de la masturbación. Fue muy interesante. Es la razón que me llevó trabajar con actrices. Por un lado, tenía los testimonios orales y muy potentes de estas mujeres. La puesta en escena con actrices me permitió dar lugar y espacio a ese cuerpo femenino y presentar sus historias desde su corporalidad y sexualidad.
¿Y abrazaste sus canas y sus cuerpos reales, sin filtros de ningún tipo?
Hay muchísimas imposiciones sociales sobre los cuerpos femeninos y muchas exigencias. Esta obsesión con la juventud da pie a que las mujeres nos juzguemos el triple. La película, al abrazar las canas, las arrugas y esos cuerpos que tal vez no cumplen esos estándares de belleza, de alguna forma se vuelve una contranarrativa. Era sumamente importante dignificar el cuerpo que envejece. Como sociedad nos hace falta un gran trabajo para normalizarlo. Es impresionante que las niñas, desde los quince años, se están poniendo cosas y tratamientos estéticos para verse desde un lugar que no es y responder a cánones de belleza que son falsos y generan una sociedad de consumo de cuerpos.
La obsesión con la juventud hace que las mujeres nos juzguemos el triple
¿El cine es el mejor recurso para abrir ese diálogo pendiente?
Una de las cosas que más me apasionan del cine es la capacidad de reunir distintas áreas artísticas en una sola. Se convierte en una herramienta súper potente que magnifica como una lupa cosas que pueden pasar desapercibidas. Te atrapa multisensorialmente. Por eso me encanta hacer cine. Por esa capacidad atractiva, atrapante y seductora. 'Memorias de un cuerpo que arde' se pensó como una película. No podía haberla imaginado de otra forma y fue un desafío darle forma jugando con un área más documental, donde se escuchan los testimonios de las mujeres, y otra visual más cercana a la ficción. Jugué con la memoria como una idea no estática que se reinventa cada vez que se recuerda. El cine le da mucha más fuerza a las historias. No digo que sea ni mejor ni peor que otras disciplinas artísticas, sino en la que yo me siento más cómoda y me genera esa sensación de envolverme en esa historia que se está narrando.
¿Qué impacto está observando en el público masculino?
En todos los cinefórums y visionados de 'Memorias de un cuerpo que arde' hay un público masculino que se atreve a hablar de la película y sus comentarios son muy positivos. Hablan desde un lugar de entendimiento y comprensión de realidades que quizás no se cuestionaban. El diálogo es muy rico. Podría parecer una película para mujeres, pero, al reflexionar en un pasado común, se convierte en un film más universal que puede o debería ser apreciado igual por hombres que por mujeres.
La película genera muchas inquietudes en la audiencia sobre cómo fue esa vida para sus abuelas
Genera esa posibilidad de cuestionar qué se nos enseñó y qué cosas de esas siguen rondando por ahí. La película genera muchas inquietudes en la audiencia sobre cómo fue esa vida para sus abuelas o sus antepasadas. Es muy lindo. La película es la conversación que nunca tuve con mis abuelas, un homenaje a las mujeres de la familia y su viaje sexual. Por eso, para mí no hay nada más hermoso que la película trascienda la pantalla y vaya más allá abriendo ese diálogo fuera del cine.