Dice el refrán que donde hay sal, habrá algo que guisar. Para sal, la de los hermanos Álvarez Quintero, poetas, narradores, cronistas y, por encima de todo, comediógrafos de los de hace más de un siglo. Para guisar, la maestría del sevillano Alfonso Sánchez, productor, guionista, director y actor. El 150 aniversario del nacimiento de Serafín y Joaquín, los hermanos de Utrera (Sevilla), ha unido el talento de unos y otros en un homenaje que está disfrutando de un triunfo arrollador. En Madrid ya se les espera en el Teatro Quique San Francisco, donde la compañía de Sánchez representará de 17 de agosto al 11 de septiembre. Hay que aclarar que la fecha definitiva de cierre la marca el público, porque allá por donde pasan se ven obligados a nuevas sesiones debido el éxito que cosechan.
Alfonso nos cuenta que el impulsor de este sarao con sabor castizo fue el escritor Arturo Pérez Reverte. "Él nos sugirió sacar algunas de sus letras del 'baúl de lo apolillado' y fue curioso de qué modo nos sorprendió el ingenio, la alegría, la gracia y la emoción de los Quintero. La respuesta del público, que no para de reír, es la señal de que su obra continúa vigente. Es tan actual como lo fue en su época. La intuición de Pérez Reverte no pudo ser más acertada".
Si el mérito de lo que se cuenta sobre las tablas es de los Quintero, el de la ejecución corresponde a los artistas, cuatro veteranos de la escena cuyas caras nos resultan más que conocidas. De Alfonso hay mucho que decir. En 2001 fundó la productora Mundoficción que tantas alegrías le está dando. 'El mundo es suyo', 'El mundo es nuestro', 'El mundo es vuestro' o 'Superagente Makey' son algunos de sus largometrajes. 'Patente de Corso' o 'Compadres para siempre', dos de sus montajes teatrales. En este homenaje a los Quintero que le tiene de gira por España, además de dirigir, también actúa.
Alfonso es la mitad de Los Compadres, el dúo humorístico que forma con Alberto López, también sevillano. Son conocidos por la soltura y el arte con el que manejan los tópicos andaluces, la misma habilidad que, sobre el papel, caracterizó a Álvarez Quintero. Los personajes El Culebra y El Cabesa hicieron virales a Los Compadres, en 2012, pero desde entonces ha producido o protagonizado títulos como 'Patente de Corso', 'Compadres para siempre' y también algunos éxitos cinematográficos: 'Ocho apellidos vascos', 'Zipi y Zape' u 'Operación Camarón'.
Completan la escena teatral las actrices Antonia Gómez y Carmen Canivell. La primera lleva más de 25 años como intérprete y directora, en cine, teatro y televisión. Sus trabajos más recientes son 'Brujas de plata', 'Brujas de Macbeth' y su monólogo 'Orgullo de Mujer'. A Carmen Canivell, sevillana como el resto del cartel, se la conoce, sobre todo, por sus personajes en 'El secreto de Puente Viejo', 'Amar es para siempre' o la obra teatral 'Un tranvía llamado deseo'.
Los cuatro protagonistas están acostumbrados a sacarle chispa a los estereotipos y reírse hasta de sí mismos si hace falta. Con el desparpajo con que lo hacen, el tópico se convierte en talento y la parodia engrandece los arquetipos sevillanos, andaluces, de los hombres y mujeres del sur. "Da alegría ver con qué ganas aplaude el público y cómo cada chiste, salida o frase arranca una carcajada", dice Alfonso.
Los Quintero fueron escritores incansables y el director reconoce que la selección de textos para este homenaje no fue fácil. "Finalmente nos decantamos por varios sainetes imprescindibles y muy del gusto del público por su tono jocoso: 'El cerrojazo', 'Fea y con gracia', 'Filosofía alcohólica', 'Sangre Gorda' y 'Ganas de reñir'.
Después de acercarse a los textos de los hermanos dramaturgos, a estos actores les cuesta creer que en su tiempo tuvieran que sufrir la crítica tan implacable de intelectuales como Ramón Pérez de Ayala, Azorín y Luis Cernuda. Es verdad que este último terminó retractándose de sus palabras. El escritor, también sevillano, se dio cuenta de los prejuicios que empañaban el arte de sus paisanos cuando en una de sus visitas a Madrid aprovechó para ir al teatro con un grupo de amigos con el único fin de burlarse de los hermanos. A medida que la obra avanzaba el montaje, más interés despertaba. Antes de morir, en México, se arrepintió de todo lo que había pensado y escribió algunas páginas a modo de "desagravio y tributo de simpatía".
Los hermanos de Utrera fueron tomados con desprecio durante muchas décadas. No se entendía su modo de hacer humor a partir de los tópicos y prejuicios que padeció el pueblo andaluz y, en general, la cultura del sur. Por la forma de hablar, sus costumbres, sus chascarrillos, los andaluces se sintieron tratados con cierto desdén y fue algo que se hizo patente a la hora de entender la obra de los Quintero. Durante años, se caricaturizó, se ridiculizó y se desfiguró, sobre todo por parte de los actores y por parte de algunos directores que alteraron los diálogos a su antojo. Sin conocer nada de ellos, ya se juzgaba su obra como casposa y anticuada frente a los aires de modernidad que iban llegando a España.
Tomando en cuenta la sugerencia de Pérez Reverte, Alfonso vio en este aniversario el momento de desempolvar el arte de Álvarez Quintero y descubrirlo con toda la gracia y autenticidad que merece. "Hemos descubierto un gran tesoro en sus letras -asegura-. Desde una perspectiva actual, sin etiquetas y sin clichés, te atrapa la chispa de sus obras y das el valor que merece a la metáfora y a la fuerza creadora de los hermanos. El montaje es un retrato divertido de esa tierra andaluza que tan bien conocieron los autores. Su alegría de vivir, el ritmo de los personajes, la capacidad de hacer feliz al espectador y el respeto profundo al público y a su acento.
Los hermanos Álvarez Quintero escenificaron el genio andaluz y el sentimiento de la tierra. Fueron dos almas gemelas que escribieron al unísono durante casi cinco décadas y concibieron el teatro era evasión y diversión. Serafín era el parlanchín en las tertulias literarias y Joaquín el ensimismado. Se compenetraban e inauguraron un nuevo modo de hacer. Sencillo, cercano al pueblo, un calco de los patios de su tierra. "Cuanto más naturales sean las cosas que pasen en las comedias, tanto más se parecerán las comedias a la vida", escribieron. Serafín murió en 1938 y Joaquín en 1944.
Su mirada tenía todos los componentes de la Andalucía castiza ajena al ambiente caótico social y político de España en la segunda mitad del siglo XIX y sus continuas pugnas entre liberales y conservadores. Una obra más cercana al pueblo, que vivía con un alto grado de analfabetismo. Escribieron más de 200 obras y unas 50 se quedaron sin representar, en "el montón de lo inédito", pero les permitió depurar su estilo. Entre ellas están 'De doce a dos', 'Peluquería de Gil', 'Carmen' o 'Las que salen y las que se quedan'.
Los personajes que desfilan por sus páginas son de lo más variopinto: "enamorados, mentecatos y tímidos; conquistadores en fuga perpetua; padres irascibles de los de ¡mil bombas! a todo trapo; suegras bigotudas, conspiradoras o feroces; señoritas cursis, cazadoras de novios; boticarios ridículos; confiteros amerengados; cesantes famélicos; patronas, cómicos y sablistas…; palizas, remojones, sustos, carreras y escondites…"