Fernando Vicente (1963) se dedica al apasionante oficio de ilustrador. Es decir, a la poesía muda, al relato sin palabras, al placer de crear, a radiografiar el alma humana y a dibujar las biografías de nuestros personajes más célebres. Ilustrador, pintor, caricaturista, artista… A él le encanta simplemente la palabra dibujante, que es como mejor se define, "además de trabajador infatigable desde hace cuatro décadas", nos aclara desde su estudio madrileño, donde el tiempo transcurre sin que él advierta sin son horas o minutos. Un espacio en el que no existe zona de descanso.
"Tuve la fortuna de nacer en un hogar lleno de arte. Mis hermanas también dibujan y mi madre no empezó hasta los 70, pero dejó a todos asombrados. Mis padres, grandes amantes de la pintura, hicieron de las visitas al Prado y a otros museos una costumbre familiar. Todo ese arte inspiró mi vocación desde bien temprano", explica.
Con 12 años ya iba a dibujar a una escuela de artes y oficios en la calle Menéndez Pelayo de Madrid, al lado de su casa. "Quise estudiar Bellas Artes, pero me faltaron unas décimas para entrar. Entonces me puse a trabajar en La Luna de Madrid, una revista de artistas de la Movida madrileña, y, cuando me aceptaron en la carrera, tras una confusión con la nota, decidí que la mejor formación era el trabajo".
Era la época de las hombreras, la licra, los tupés, Alaska, Malasaña y los excesos. Madrid era un hervidero de imágenes, música y creatividad, un verdadero festín para los sentidos. Vicente no necesitó más inspiración que la calle para dar rienda suelta a su talento. De hecho, como ilustrador fue, sin pretenderlo, uno de los artífices y agitadores de este acontecimiento cultural y sociológico que tuvo lugar en los años ochenta.
Él se quita mérito: "Los artistas vivimos la Movida trabajando sin sospechar que estábamos participando en la creación de un movimiento contracultural o un fenómeno social subversivo. Lo que hacíamos era espontáneo y divertido, en ese momento no éramos conscientes de que se estaba gestando una revolución. Todo lo que había de transgresor, estético o sublime quedaba plasmado en Madriz y La Luna de Madrid, las revistas en las que publiqué mis primeros trabajos".
Fueron años fructíferos. En 1984 expuso sus trabajos en la Galería Moriart y en el Festival de Cómic de León. Desde entonces, no ha dejado de exponer y de ganar premios. Después del boom de la ilustración y el cómic, la crisis en el sector le hizo reconvertirse en creativo de publicidad y tampoco le fue nada mal. En 1999 regresó a la ilustración. En El País ilustró la columna de Almudena Grandes, además de otros importantes artículos, y es autor de las portadas de la revista Babelia más memorables de los últimos 24 años. Ha hecho caricaturas de escritores, temas literarios, novela negra, humor, dramas clásicos y modernos y muchos libros.
Es un extraordinario lujo hablar con él porque nos permite imaginar la historia como él lo hace. No de un modo convencional, sino imaginando mucho más allá de lo que comúnmente dan de sí nuestras cabezas. En su fantasía recrea con precisión quirúrgica cada personaje de un acontecimiento histórico o de un libro o cualquiera de nuestros escritores y columnistas actuales. Su carácter, los rasgos físicos, el estilismo, los secretos que puede guardar. Inmediatamente los traslada de la mente al papel.
En un momento nos pasea por la época georgiana de Jane Austen, con la ironía que usaba en sus novelas para describir la sociedad burguesa del siglo XVIII, o nos traslada al seno de la familia venida a la ruina que describió Emily Brontë en 'Cumbres borrascosas', la obra maestra de la literatura romántica victoriana. "Soy un lector voraz e intuitivo. El proceso de imaginar y plasmar los textos en forma de ilustración es indescriptible y apasionante".
A veces, como ocurre con 'Lo que el viento se llevó', de Margaret Mitchell, son libros que han sido llevados tan exitosamente a la pantalla que resulta complicado desprenderse de la iconografía que le ha dado el cine. "Si lo haces corres el riesgo de decepcionar al lector porque tiene grabada una imagen muy concreta con la que identifican a ese personaje y se resiste a una mirada diferente. Aun en el caso de seguir esos rasgos, siempre hay un proceso creativo muy interesante, elementos nuevos que me sugiere el libro".
Ha conseguido que sus ilustraciones sean motivo suficiente para recuperar clásicos como 'Clarissa Dalloway y su invitada', de Virginia Woolf; 'Madame Bovary', de Gustave Flaubert; 'Frankenstein', de Mary Shelley o Arsène Lupin contra Herlock Sholmes', de Maurice Leblanc. En su repertorio están también Antonio Lobo Antunes, Ricardo Piglia, Juan José Millás o Mario Vargas Llosa. Al Premio Nobel, ahora en boca de todos por asuntos del corazón, le ha retratado desde sus primeras columnas y es, seguramente, una de las personas que con mayor profundidad ha descifrado en sus rasgos su carácter y su naturaleza.
Vicente está considerado uno de los mejores dibujantes españoles de todos los tiempos y figura esencial de la ilustración. Se caracteriza por su elegancia y la armonía de sus dibujos. Su último libro, 'El arte de Fernando Vicente', repasa su evolución y su particular sentido de la belleza y del cuerpo humano. Es un volumen antológico del artista con más de 500 ilustraciones, desde sus comienzos con la Movida a su consagración como ilustrador y cartelista.
Aparecen algunas ilustraciones de 'Vanitas', donde intercala la anatomía femenina con vísceras y moda. Ha incluido también algunas de sus famosas pin ups o los híbridos entre la caricatura y el hiperrealismo con el que ha inmortalizado a músicos, actores y escritores. La mujer es una constante en su obra. Dibuja pin ups desde que era niño. En la época en la que el acceso al erotismo era casi imposible, él ya lo creaba en su pupitre de clase.
En su "eterno femenino" aparecen figuras inesperadas que muestran partes asombrosas de su anatomía, como los intestinos. Sensuales y sugerentes, pero nunca groseras. La técnica empleada es la misma tanto para la ilustración como para la pintura, el acrílico. Cambia únicamente el soporte. Papel, si es ilustración; lienzo, si es pintura. Trabaja casi siempre de pie, frente a un gran caballete, y reserva el ordenador para el acabado final, pero solo si es estrictamente necesario.
Vicente ha marcado un estilo clásico y sofisticado, muy personal e inconfundible en este oficio de dibujante que él halaga "como uno de los más gratificantes personal y artísticamente". Reconoce que la ilustración está viviendo ahora un momento de resurgimiento muy interesante, pero expone una única queja: la situación económica tan peliaguda de los artistas que se dedican a ello.