La mayoría de los museos españoles empezarán a abrir con sus propios protocolos sanitarios.Tras más de dos meses de confinamiento apetece, o más bien urge, una ración generosa de cultura y conocimiento fuera de casa. Ya tenemos gula de cuadros, bustos y vigilantes que agrían el gesto cuando pisamos la línea blanca frente al Guernica, o quizá apetezca salirse un poco del camino marcado y hacerle una visita a esos museos maravillosos y raros que no son tan conocidos.
Te damos cinco ideas para visitar museos alternativos a la clásica pinacoteca.
Un paisaje de campos verdes y niebla entre pasos de montaña rodea a este museo, situado en este pequeño pueblo de Navarra. Zugarramurdi es conocido como ‘el pueblo de las brujas’, y su museo trata de documentar con rigor tanto las torturas de la Santa Inquisición como las leyendas y los mitos que rodean a los ritos de paganismo y las ceremonias de sanación que se practicaban entonces. Se pueden visitar las cuevas, donde se dice que se reunían las hechiceras para sus aquelarres, ceremonias de purificación o de éxtasis erótico, sea cierto o no eso de que allí se adoraba al macho cabrío. Las leyendas y la magia tienen sus aliados aquí desde el siglo XVII, con datos tristemente ciertos, como los procesos de la inquisición que acusaron a 300 vecinos de la comarca de practicar la brujería, y algunas condenas a la hoguera incluidas. Ya se sabe: la Iglesia siempre está buscando el pecado por el ojo de la cerradura.
Difícil que haya un plan mejor para hacer con niños y así azuzarles un poco la imaginación. Este museo es una idea de la empresa Juguetrónica, una de las mayores tiendas de robots de Europa. Funciona exclusivamente mediante visitas guiadas de 45 minutos. Si te lo estás preguntando, sí, parte de la gracia de la visita consiste en que se puede hablar con algunos de los robots expuestos. ¿Y quién no quiere echar una partida de ajedrez con una inteligencia de circuitos o pasear a un perro mecánico?
La gloria museística de Madrid no solo tiene pábulo en el Prado o el Reina Sofía. El Museo del traje se abre en 1994 al público general, y desde entonces se ha convertido por derecho propio en uno de los museos ‘tapados’ y con más encanto de la capital. Su colección permanente se ocupa de enseñar el trabajo de modistos y diseñadores desde el siglo XIX, aunque también posee piezas del siglo XV y XVI y una buena colección de joyería y accesorios textiles. Por aquí han pasado trajes de Chanel, Balenciaga y diseñadores de moda del más alto nivel, que conviven con colecciones itinerantes de trajes regionales que dan una idea de la riqueza textil y la importancia de la moda como motor de cultura. Si nunca has visto un corsé o unas polainas, este es tu sitio.
Si lo que te apetece es mirar por un microscopio o saber cómo es un matraz (allá cada cual con sus filias eróticas), el MUNCYT es una muy buena opción. Nace con la idea de acercar las disciplinas científicas y el desarrollo tecnológico a los ciudadanos, a quienes considera en sí mismos ‘instrumentos relevantes’ para este propósito, además del principal: ‘contribuir a la educación científica de calidad’. Su mayor valor es su colección, que registra y documenta la historia de la ciencia en España desde los siglos XVI al XVIII. Más de 15000 ‘cacharritos’ dan una idea del enorme camino de nuestro desarrollo científico.
Una sociedad también puede relatarse por sus olores, por el cuidado que ponemos para guardar y preservarlos o dejarlos caer en nuestro cuello, sea en una fiesta o en un rito en la antigua Mesopotamia. El Museo del Perfume se centra precisamente en esto: mostrar la historia de los olores con su colección de frascos. Ánforas egipcias o etruscas conviven con el cristal delicado de los relicarios. Metal, porcelana, nácar; todo vale para enseñarle al visitante la historia y los deseos humanos desde un punto de vista lo bastante distinto como para que merezca la pena desplazarse a Barcelona y visitar esta institución. Abrir la nariz y cerrar los ojos.