'Superabuelas' gallegas: el artista que homenajea a las mujeres de su tierra con murales en fachadas
El artista gallego Yoseba MP lleva años homenajeando a las mujeres del mundo rural de su región
Murales, fachadas, casas particulares... Algunos enclaves de Galicia rinden homenaje ahora a las 'superabuelas'
Desde la recogeda de cachelos y grelos hasta la vendimia o la limpieza de bosques, Yoseba visibiliza el trabajo en entornos olvidados y cuenta pequeñas historias sobre la vida de sus protagonistas
Aunque todavía existen muchos prejuicios en torno a su práctica, es indudable que el arte urbano tiene la capacidad de revitalizar los espacios públicos. A menudo, esta forma de expresión se mete en el mismo saco que las pintadas o firmas que tienen como único objetivo vandalizar fachadas y paredes. Pero nada más lejos de la realidad. Un mural bien hecho, con criterio y permiso, aporta originalidad, rompe la monotonía del ladrillo y el cemento de los pueblos y se convierte en un potente dinamizador turístico. Y si no, que se lo pregunten a Yoseba MP, un artista gallego que hace cuatro años decidió homenajear a las mujeres de su tierra con el proyecto 'Superabuelas gallegas'.
Todo comenzó con su madre. El 27 de febrero de 2017, Yoseba presentaba en su cuenta de Instagram un mural en el que se podían ver dos de sus pasiones vitales: ella y la serie 'Dragon Ball'. En él, aparece la mujer aparece preparando el mítico 'kamekameha' de Son Goku, el ataque por excelencia del luchador japonés que marcó a toda una generación. A partir de entonces, el artista comenzó a publicar las obras que fue realizando y comenzó a atraer la atención de miles de seguidores hasta su cuenta oficial, @yoseba_mp.
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Desde entonces, pareció ver un filón en el mundo rural y en las mujeres de siempre, las que han alimentado familias enteras a base de trabajo, resiliencia y derribo de estereotipos sexistas. A partir de ahí, los muros de distintos enclaves de la región gallega comenzaron a albergar las figuras de las mujeres de toda la vida, desempeñando distintas labores relacionadas con el campo o el mar, especialmente. Todo un culto a los trabajos olvidados encarnado en ellas, las 'superabuelas'.
Están todas: la greleira que recoge las verduras típicas de la zona para preparar el lacón con grelos, la que se encarga de transportar los cachelos, al más puro estilo Obélix transportando menhires; las que despejan troncos de los bosques para evitar los incendios estivales (que tanto daño hacen a Galicia); la repostera de los montes, que le daría de comer a un oso si este se lo pidiera de buenas maneras... Una forma de poner en valor todo el trabajo de campo (literalmente) olvidado, invisibilizado durante tantos años. Y también de empoderar y darle crédito a las mujeres salían todos los días a trabajar la tierra, pescar percebes y mejillones o trabajar la uva con tal de llevar un plato a la mesa.
A medida que el proyecto iba avanzando, Yoseba comenzó a incorporar las historias que acompañan a los murales. Como la de Eugenia, una mujer orgullosa de su tierra que pescaba mejillones en su batea hace años. El mural cuenta con un guiño al anime de su infancia, Dragon Ball, muy presente en su obra. "En equilibrio sobre una bola amarilla, Eugenia invoca al Dragón de Batea. Una cuerda de mejillones serpentea saliendo del mar a sus espaldas, dejando a las vista unas bateas y el puente de Rande", cuenta.
"Como toda mujer rural, nunca estuvo exenta del trabajo en tierra firme, pero desde muy pequeña, su oficio, al igual que el de su madre, fue el de 'bateeira'. Es un trabajo duro y de equilibrista. Andar todos los días sobre listones de madera acunados por el constantemente balanceo del mar hace que de estos trabajadores unos felinos de cuádriceps robustos. Acuclillarse, arrodillarse, subir las cuerdas petadas de moluscos a puro brazo; es un oficio que requiere fuerza, precisión y concentración", relata el artista.
No solo está representado el trabajo en el mundo rural. También la cultura popular de la región. En esta pintura, Yoseba une la danza popular gallega, la muñeira, con el ping pong. El resultado es una oda a la felicidad, donde las mujeres usan las panderetas como raquetas y sonríen al disfrutar del preciado tiempo libre para el descanso.
El pintor refleja, al mismo tiempo, la independencia forjada a raíz del trabajo. Rompiendo esquemas y realizando labores físicas, las mujeres se liberan de los estereotipos y hacen añicos aquel término machista de 'el sexo débil'. Lo vemos en la obra sobre Erundina, una vendimiadora nacida en 1935 que muy pronto quedó huérfana de madre. "Nunca llegó a entenderse con la que ocupó su lugar, lo que la hizo una mujer independiente a temprana edad", cuenta Yoseba. También trabajó repoblando los pinos de los montes mancomunales, zonas verdaderamente afectadas en cuando se dan los incendios de verano.