Hace poco, tomando unas cervezas en una plaza de La Latina, hablábamos de una figura muy poco reconocida. La de esa pareja que comparte la educación y los cuidados del hijo de su pareja separada, sin ser su madre ni su padre. Hablábamos de los delicados equilibrios que ha de ejecutar cuando hay que poner orden, educar o adaptarse a ciertas reglas consensuadas entre los progenitores biológicos. Del cariño y el amor de esa especie de madrina o padrino hacia el pequeño, y de cómo esa figura enriquece al niño llegándose incluso a convertir en confidente de temas que permanecen vetados a los padres. A todas ellas y ellos les queremos dedicar este 10. Os queremos.