Cinco westerns de los buenos para disfrutar en el sofá tras tantas fiestas

  • Hay géneros que nunca pasan de moda: el western clásico es sin duda uno de ellos

  • Desde que 'Asalto y robo de un tren' (1903) inaugurara el género en los albores del cine, las de 'vaqueros' nos han acompañado siempre

  • Te recomendamos cinco películas de corte clásico que ensancharon el género sin dejar de respetar sus normas fundamentales

No, no están en esta lista ni la de Almodóvar, ni la de Scorsese. No encontrarás aquí ningún 'western atípico'. Lo que no equivale a decir que las cintas aquí nombradas no 'revolucionaron' el género. De hecho, lo revolucionaron, lo estrujaron, lo enterraron y lo hicieron renacer. Pero nunca traicionaron su esencia.

¿Cuáles son las características que definen al western clásico? La idea de frontera y sus amenazas, el protagonista masculino duro y hierático, la supremacía del hombre blanco sobre... Ok, todo esto suena bastante fascista. Y probablemente lo sea en un punto. ¿Qué diablos no lo era a mediados del s. XX? Pero también, conviene recordarlo, es un género lleno de posibilidades dramáticas, capaz de explorar (y sí, también criticar) la violencia, la soledad, el desamparo, el miedo, la traición. De precipitarnos en los abismos de eso que se conoce como la condición humana. Y además es terriblemente entretenido. Quedémonos con eso, en este caso.

Estas son nuestras cinco recomendaciones para una tarde de balas, desierto, sofá y mantita.

Río Rojo

(Howard Hawks, 1948)

Admitámoslo, esta lista podría estar integrada solo por películas de John Wayne. La impronta de Marion Robert Morrison en el género es tal que a menudo es la primera imagen que se nos viene a la cabeza cuando escuchamos la palabra 'western'. 'Río rojo' no solo es uno de sus grandes clásicos sino que significó el primer rol relevante de un genio: Montgomery Clift. El traslado del ganado de Texas a Missouri como épica de la frontera.

Solo ante el peligro

(Fred Zinnemann, 1952)

La cinta le valió a Gary Cooper su segundo Oscar como mejor actor. Bien merecido. El sheriff del pueblo de Hadleyville acaba de casarse (con Grace Kelly) y está a punto de abandonar sus funciones cuando se entera de que un bandolero vendrá a matarlo. La película narra con maestría el tiempo de espera del sheriff mientras el pueblo le da la espalda. El guionista, perseguido por la liga anticomunista americana, uso el argumento como metáfora de cómo Hollywood hacía de la vista gorda ante las persecuciones políticas.

Centauros del desierto

(John Ford, 1956)

No vamos a sorprender a nadie con esta elección. Considerada casi unánimemente como el gran clásico del género, es también una cima de las características profundamente coloniales del género. Ethan (John Wayne) regresa a su casa después de haber estado en la guerra, y al poco tiempo los comanches matan a su familia y raptan a su sobrina. Ethan jura rescatarla y matar a todos los indios que intervinieron en estos actos criminales. Durante cinco largos años persigue a los comanches acompañado de su sobrino Martin.

Sin perdón

(Clint Eastwood, 1992)

"Años después la madre visitaría la tumba de su hija. Jamás pudo comprender qué la había llevado a casarse con aquel hombre violento y depravado". Las líneas finales de 'Sin perdón' de Clint Eastwood, son un resumen ejemplar del personaje interpretado por el propio Eastwood y una metáfora profunda de un género en revisión, cambiante, rehabilitado. La maestría del Eastwood es tal que consigue hacerlo desde las propias reglas del western más riguroso. Como en el caso de Will Munny, el ex pistolero protagonista, hay cosas que simplemente no pueden dejarse atrás.

El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford

(Andrew Dominik, 2007)

A veces nos olvidamos del pedazo de actor que es Brad Pitt: en ese western riguroso a pesar de su singularidad, empezando por su director neozelandés, el actor se encumbra como un Jesse James en sus últimos días. Aunque es Casey Affleck quien en realidad se roba la cinta como el asesino que acaba con la vida del bandolero. Una fotografía impecable y música de Nick Cave. ¿Qué más se puede pedir?