Hay bromances y bromances en Hollywood. De Ben Affleck y Matt Damon, a Brad Pitt y George Clooney, pasando por Matthew McConaughey y Woody Harrelson. Todas estas 'parejas' sin duda ocuparán su lugar en el parnaso del cine, pero ninguna podrá jamás compararse a la que formaron Robert Redford y Paul Newman desde finales de los 60.
Cuentan que una vez Redford, conocedor de la pasión por los coches de su amigo, le regaló a Newman un Porsche que dejó aparcado al lado de su piscina como sorpresa. Cuando Paul fue a montarse en el coche se dio cuenta de que se trataba en realidad de solo la carcasa del coche y que su amigo se la había jugado. Semanas después, Redford recibió en su casa el coche en forma de 'escultura' (después de pasar por una compactadora), que el actor exhibió durante años en su salón.
Por anécdotas como esta, amistad entre Paul Newman y Robert Redford es una de las más icónicas de Hollywood, llena de bromas pesadas, pero también de respeto mutuo, humor... y un toque de sana rivalidad. Su química en pantalla y la dinámica entre sus personajes hicieron de las películas en las que trabajaron juntos, verdaderos clásicos, y en la vida real, la complicidad que demostraban en escena se trasladó a su amistad fuera de cámaras.
Cuenta la leyenda que para 'Butch Cassidy and the Sundance Kid' (bautizada en España como 'Dos hombres y un destino') los productores inicialmente querían a Steve McQueen y Newman como protagonistas. Otros dicen que incluso Marlon Brando fue propuesto para acompañar a Newman. Sin embargo, problemas con el contrato de McQueen y la propia insistencia de Newman, llevaron a que Redford tomara su lugar. En esta película, Newman interpretó a Butch Cassidy, y Redford a Sundance Kid, dos forajidos del Viejo Oeste que, a pesar de sus diferencias, tienen una profunda lealtad y amistad.
Al principio, se mostraron algo competitivos entre ellos, pero durante el rodaje se convirtieron en amigos cercanos. Sus personalidades se complementaban: Newman, 11 años mayor, era el bromista seguro y encantador, mientras que Redford era más serio y reservado, pero con un humor sutil. Newman, con más experiencia en el cine, también ayudó a Redford, que aún estaba ganando popularidad en Hollywood.
Cuatro años después, en 1973, se reunieron para 'El golpe' -que tiene una de las bandas sonoras más reconocibles de la historia del cine, por cierto-, otra historia de amigos y estafadores que puso en juego su talento para la comedia y la complicidad entre ellos. La película fue un enorme éxito, ganó siete premios Oscar, y consolidó la imagen de Redford y Newman como uno de los mejores dúos del cine. Su dinámica era tan genuina que muchos espectadores pensaban que su amistad en pantalla reflejaba una verdadera amistad fuera de ella, y así fue.
Newman y Redford mantuvieron una amistad duradera hasta la muerte de Newman en 2008. A pesar de su cercanía, evitaron trabajar juntos en otros proyectos para no sobreexplotar su imagen como dúo. Además, su relación era algo especial en Hollywood, ya que cada uno respetaba profundamente el trabajo y el espacio del otro. Newman, además, era diez años mayor que Redford, lo que lo convertía en una especie de mentor y figura fraternal.
En entrevistas, ambos recordaban sus anécdotas juntos con afecto y humor. Newman solía bromear sobre su fama frente a la de Redford, diciendo que cuando él entraba en un restaurante con Robert, siempre le daban a él la peor mesa. Por su parte, Redford decía que Newman era el tipo de amigo que “no necesitas ver todos los días”, ya que su conexión era auténtica y duradera sin necesidad de encuentros constantes.
En varias ocasiones, intentaron encontrar un proyecto que les permitiera trabajar juntos nuevamente, pero las oportunidades nunca se materializaron. Redford comentó en más de una ocasión que le hubiera encantado tener otra colaboración, pero no querían arriesgar su relación o su legado cinematográfico con una película que no estuviera a la altura de 'Dos hombres y un destino' o 'El golpe'. Ambos querían un proyecto que valiera la pena y que estuviera a la altura de las expectativas de sus fans, pero nunca llegó a concretarse.
Tras la muerte de Newman, Redford lo recordó con gran afecto, describiéndolo como un hombre extraordinario, tanto en su vida profesional como personal. Newman era conocido también por su labor filantrópica, especialmente con la fundación Newman’s Own y sus campamentos para niños enfermos. Redford siempre mostró una profunda admiración hacia el compromiso de Newman con las causas sociales, lo que fortaleció aún más su vínculo.