Ben Affleck, el chico acomplejado que triunfó en Hollywood entre tropiezos amorosos, alcohol y antidepresivos
Paltrow intentó sofisticarlo, luego él trató de adecentar la imagen de JLo y Garner (semiretirada y referente para las amas de casa del Medio Oeste estadounidense) consiguió convertirlo en un hombre respetado. Ahora está con Ana de Armas
Ben Affleck lleva arrepintiéndose de cosas desde el día que se hizo famoso. De aquel discurso en los Oscar de 1998 que muchos, incluido él mismo, consideraron repelente. De 'Pearl Harbor'. De restregarle al mundo su relación con Jennifer Lopez. De 'Daredevil'. De su alcoholismo, que le ha llevado a la clínica de rehabilitación tres veces. De aquella portada de la Rolling Stone. De su divorcio de Jennifer Garner, provocado según los rumores por la infidelidad más cutre de todas: con la niñera. Ben Affleck es el Pierre Nodoyuna de Hollywood. E internet, lejos de mostrar compasión ante sus constantes meteduras de pata, lo ha convertido en uno de sus chistes recurrentes especialmente cuanto más triste está el actor. ¿Por qué el público no puede parar de reírse de Ben Affleck?
El cine americano nos ha enseñado que hay dos tipos de perdedores: los que se resignan a su condición (como los protagonistas del cine negro) y los que se niegan a rendirse y siguen luchando por triunfar (como los superhéroes de Marvel). Ben Affleck existe en una intersección de ambos.
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Su historia de orígenes parece escrita por un guionista sin imaginación: su padre era un aspirante a dramaturgo que acabó trabajando como carpintero, mecánico, electricista, camarero, corredor de apuestas y conserje en la universidad de Harvard.
Pero todas sus profesiones acababan arruinadas por su alcoholismo. Ben Affleck, con un físico a medio camino entre un albañil y un Kennedy, intentó reescribir su estirpe echando una solicitud para Harvard pero fue rechazado. Su mejor amigo de la infancia, Matt Damon, sí consiguió entrar en Harvard y Affleck se pasó sus años universitarios bebiendo cerveza con Damon y otros estudiantes de Harvard, lo cual generó en él un complejo de clase que ambos amigos canalizaron escribiendo el guión de 'El indomable Will Hunting'.
Aquel fue un triunfo de esos que solo ocurren en Hollywood: Affleck y Damon vendieron su guión, la película los convirtió en estrellas inmediatas y el éxito quedó coronado con un Oscar (Ben Affleck sigue siendo el guionista más joven de la historia en ganar un Oscar, a los 25 años). Ellos llevaron a sus madres como acompañantes a la ceremonia y su euforia sobre el escenario despertó una ovación en pie en el teatro pero también muchos ojos en blanco entre los espectadores. "La versión que los medios dieron de nuestra amistad era tan gay" lamentaría Affleck un par de años después, "si yo nos hubiera visto desde fuera habría pensado 'mira estos dos putos memos, qué ganas de darles una hostia'. Hasta yo querría darme una hostia”.
Aparte de multitud de chistes sobre su homosexualidad por detalles como que tenían una cuenta bancaria conjunta (eran los 90 y la sola mención de que Damon y Affleck fuesen novios tenía textura de chiste), empezó a especularse que ellos en realidad no habían escrito el guión. Que todo había sido una estrategia publicitaria de Harvey Weinstein. Si ese fuera el caso se trataba de una estrategia excelente.
En vez de tratar de revalidar su Oscar escribiendo otro guión, Ben Affleck se dejó querer por la industria. En 'Armageddon' le pusieron fundas en todos los dientes, rasgo que en Estados Unidos distingue a los pobres de los ricos, cargándolo al presupuesto de la producción. (Curiosamente, a mediados de los 90 Affleck dirigió un corto en la universidad titulado 'Maté a mi mujer, la colgué de un gancho y ahora tengo un acuerdo de tres películas con Disney'. En 1998 Disney le pagó unos dientes y un entrenador personal). Cuando su compañero Steve Buscemi pidió que a él también le pusiesen unas fundas, Disney se negó en rotundo. Affleck era el nuevo galán oficial de Hollywood, que le dio fama (se sobreentiende, entre las mujeres) cuando lo que él quería era prestigio (se sobreentiende, entre los hombres).
El actor se sentía atrapado entre su complejo de clase, sus adicciones compulsivas y el Pygmalion que tanto la industria como su novia habían planificado para él. Gwyneth Paltrow estaba empeñada en redecorar su apartamento, refinar sus modales y prestigiar su carrera. El director de Bounce aseguró que Affleck solo había aceptado aparecer en la película porque Paltrow quería que lo hiciese. Una entrevista para Vanity Fair de 2000, nada más romper con ella, marcaría el debut del 'Ben Affleck triste' que años después se convertiría en uno de los memes favoritos de internet. El periodista describía que junto a las fotos de su madre y de su hermano, el actor conservaba cuatro fotos de Gwyneth Paltrow. "¿A que es guapa?" admiraba Affleck, "Es mucho más guapa al natural que cuando se arregla... Bueno, me estoy poniendo triste. La razón por la que estoy soltero es que no querría estar con alguien que esté dispuesta a estar conmigo".
La entrevista daba bandazos entre presentar a Affleck como un emblema de la masculinidad del cambio de siglo ("Para él, nada es tan meditativo como una motocicleta"), mostrar sus miedos ante su propia imagen pública ("Para él, 'capullo' es el peor de los insultos. Un capullo es lo que teme parecer en reportajes como este") y alabar su autenticidad al contar que la entrevista tuvo lugar en un bar de pollos a la brasa de ocho dólares. Si las estrellas deben ser misteriosas y conseguir que el público las admire Ben Affleck era el tipo más aburrido de todo Hollywood. Tal y como él mismo ha admitido, el fracaso de 'Bounce' le dio tanto miedo que aceptó 'Pearl Harbor' porque entendía que eso era lo único que el público quería ver de él. Y en 2001 el actor ingresó en la clínica de desintoxicación Promises por alcoholismo. Charlie Sheen tuvo que convencerlo. Y cuando Charlie Sheen te aconseja que resuelvas tu vida, es porque tienes muchas cosas que resolver.
Al salir de rehabilitación, Ben Affleck se embarcó en el rodaje de 'Gigli' y pagó 18.000 dólares para publicar dos anuncios a doble página celebrando las virtudes de su compañera de reparto Jennifer Lopez. "En muchos aspectos, en contraste con las ideas preconcebidas que yo mismo tenía en torno a Jennifer" aseguraba el actor tratando de contrarrestar la fama de diva caprichosa de Lopez, "quiero contar lo profesional, decente y amable que eres. Me has mostrado humildad, coraje, empatía, talento y diligencia. Ha sido un honor y un placer trabajar contigo. Me gustaría tener la suerte de aparecer en todas tus películas". El texto parecía tanto una declaración de amor que casi resultaba invasivo leerla, excepto porque nadie tendría ningún reparo en invadir la intimidad de Affleck y Lopez. Ella, por cierto, estaba casada.
Tres meses y un divorcio después, Jennifer Lopez confirmó que estaba saliendo con Ben Affleck paseando de la mano con él y vestida con un chándal marrón que llevaba "JLO" engarzado en la espalda. Ella era la antítesis de Gwyneth Paltrow, gracias a aquella leyenda urbana (posteriormente desmentida) de que había asegurado su trasero en un millón de dólares.
Pero no hacía falta que aquella historia fuese cierta, bastaba con que lo pareciera. Jennifer Lopez explotaba su sexualidad con una mentalidad tan empresarial que parecía exactamente el tipo de mujer que firmaría una póliza para su culo. Así nació "Bennifer", la primera pareja con nombre propio de la historia. El apelativo los deshumanizaba, anulaba sus identidades individuales y los convertía en un producto de consumo. A principios de los 2000 los blogs de cotilleos online empezaban a proliferar y Bennifer fue su experimento piloto.
La opinión pública consideraba cada decisión de la pareja una vulgaridad: ella anunció su compromiso enseñando el anillo de 1.2 millones de euros en un programa de televisión (como si fuese una famosa de segunda y no una estrella de Hollywood), él le regaló por su cumpleaños un retrete con piedras preciosas incrustadas para sus valiosas posaderas y contaban que después de pedirle en matrimonio se fueron a cenar pollo frito. Los orígenes humildes de Affleck y Lopez chocaban con su estilo de vida ostentoso, lo cual generó la percepción clasista de que eran "nuevos ricos" con un mal gusto que incluía el que se convertiría en el contrato prenupcial más famoso del mundo.
El acuerdo estipulaba que si él era infiel ella tendría derecho a la mitad de su fortuna. Por cada mentira, él estaría obligado a darle 900.000 euros más. Lopez elegiría el número de hijos del matrimonio y la cantidad de veces que él debía mantener relaciones sexuales (cuatro a la semana). Affleck fue ridiculizado como un calzonazos. El intento de la pareja de satirizar el acoso de los paparazzi en el videoclip de 'Jenny From The Block', en el que aparecía Affleck acariciándole el trasero a su novia en la cubierta de un yate, les salió por la culata cuando el público lo percibió como una sobreexposición: si no querían que se hablase de su relación ¿por qué no paraban de restregárnosla? Se quejaban del acoso de la prensa, pero no dejaban de aparecer en público. Exigían su derecho a la intimidad, pero a la vez ella incluía en su disco una canción titulada 'Para Ben' contando detalles sobre su relación.
Jennifer Lopez parecía mucho más cómoda con la sobreexposición mediática que Ben Affleck, del mismo modo que ella no tenía tapujos en sexualizarse y convertir sus orígenes de barrio en una baza comercial. Él, mientras tanto, se esforzaba en aclarar que su novia era mucho más casta de lo que cabría imaginar porque había estado con muy pocos hombres antes que él. Según Newsweek, Affleck pretendía sofisticar a su futura esposa de cara a una (entonces muy rumoreada) inminente carrera política como gobernador de Massachusetts. En pocas palabras, él se avergonzaba de Bennifer. Ella no.
Días antes de la fecha de su boda, en septiembre de 2003, Affleck se corrió una juerga en un club de striptease de Vancouver junto a Christian Slater y Tara Reid. Aunque aplazaron la ceremonia culpando a los paparazzi, Lopez emitió un comunicado aclarando que ella le había dado permiso para ir a ese club, lo cual solo contribuyó a la percepción de que eran una pareja vulgar. Días después ambos acudieron al estreno de la película en la que se habían enamorado, 'Gigli', y sus caras tan bronceadas como disgustadas ilustraron cientos de noticias sobre la debacle crítica y comercial de la comedia. Lo único gracioso de 'Gigli' fueron los comentarios del público riéndose de ella, en ningún momento con ella.
En enero de 2004 Bennifer anunció su ruptura. Lo cierto es que nunca hubo una segunda fecha para su boda, llevaban separados desde la noche del club de striptease, y Lopez no tuvo reparos en aclarar que el motivo había sido "el estilo de vida" de Affleck. No hacía falta dar más explicaciones. "¿Por qué me enamoré de esa persona?" reflexionaría Affleck años después, "¿Qué dice eso de mí? Quizá vivo en conflicto".
Su primera entrevista como soltero fue en Rolling Stone, para promocionar 'La chica de Jersey' (su segunda película con Lopez, aunque la actriz fue eliminada de toda la campaña promocional), con un chaleco de cuero, una perilla y unos tatuajes de colores en los brazos. El actor ha señalado el día que vio esa portada como un punto de inflexión en su vida: se dio cuenta de que, fuera quien fuera ese tío, no quería ser él. "Parecía el alcalde de West Hollywood [una zona eminentemente gay] participando en un rodeo. Fue la última vez que me dejé llevar. Pensaba que [el fotógrafo David LaChapelle, conocido por su homoerotismo] era listo, que él sabía lo que hacía, así que hice lo que me pedía. Aquella foto representa mi vida en aquel momento. Yo no era ese tío, joder. Parecía un idiota. Yo odiaría al tío de esa foto. No tengo nada que ver con él. ¿Por qué me he convertido en esto?" lamentaría años después. Cada vez que el actor abría la boca era para avergonzarse, para arrepentirse o para lamentarse.
La imagen pública de Ben Affleck tocó fondo en 2004. La crítica del Los Ángeles Times Manohla Dargis confesó que le parecía "casi injusto" atacar la interpretación del actor en Paycheck, "teniendo en cuenta el año que lleva". Stephen Holden en el New York Times destruyó, al igual que todo el mundo que la vio, 'Sobreviviendo a la Navidad' pero alabó que "al menos la película encuentra una forma de explotar las cualidades desagradables de Ben Affleck, como esa prepotencia engreída". "¿Estáis hartos de Ben Affleck? Aquí va un plan de cinco pasos para revivir la carrera del actor más sobreexpuesto del mundo" titulaba GQ. Rolling Stone, como si no tuviera suficiente con ilustrar su reportaje con aquellas fotos infames, encabezaba el texto así: "Ha tenido un mal año. Problemas de trabajo. Problemas de chicas. Problemas de perilla. Si Ben Affleck localizase las armas de destrucción masiva de Irak, encontrase a Osama Bin Laden y entrase en la Casa Blanca con ese botín bajo el brazo, la reacción del público sería 'No, por favor, otra vez Ben Affleck no'".
El propio actor recurrió a la autocompasión socarrona cuando presentó Saturday Night Live y bromeó "fui a ver Paycheck y me dieron ganas de salir de la sala y pedir que me devolvieran el dinero, pero entonces recordé que yo era el protagonista". Un chiste que tendría gracia de no ser porque lo que Affleck no devolvió fue el sueldo de 13 millones que cobró por aquel fracaso comercial. Cuando los Razzie coronaron su annus horribilis con un premio al peor actor por 'Gigli', 'Paycheck' y 'Daredevil', Affleck no se lo tomó con tanto humor y rompió el galardón en un programa de televisión.
Ben Affleck ha confesado que, aunque se avergüenza de la mitad de su filmografía, 'Daredevil' es la única película de la que se arrepiente. Sin embargo agradece haber conocido en ella a Jennifer Garner, con quien se casó en 2005 y con quien ha tenido tres hijos. La trayectoria de Ben Affleck no se entiende sin sus complejos de clase: Paltrow intentó sofisticarlo, luego él trató de adecentar la imagen de Lopez y finalmente Garner (que está semiretirada y ejerce como referente para las amas de casa del Medio Oeste estadounidense) consiguió convertirlo en un hombre respetado. Tras odiarse a sí mismo en la portada de Rolling Stone aprovechó la estabilidad que le aportaba Garner, dejó de fumar y diseñó un plan para rehabilitar su carrera: no volver a tener motivos para avergonzase. "Me frustran muchas de mis películas. Quiero dirigir, quiero salir en películas de las que sentirme orgulloso. Quiero tener hijos" confesaba.
Affleck se tomó dos años sabáticos y regresó con un papel secundario en el drama 'Hollywoodland', por el cual ganó la Copa Volpi al mejor actor en el festival de Venecia, y con su debut en la dirección. 'Adiós, pequeña, adiós' alcanzó un prestigio crítico que comparó el talento como narrador de Affleck con el de Clint Eastwood. Aun así cuando se estrenó su segunda película, 'The Town', el póster la promocionaba como "del director de Adiós, pequeña, adiós": el nombre de Ben Affleck todavía un producto defectuoso para la cinefilia. "Tienes que ayudarme con este reportaje, tienes que ayudarme a vender esta película" le suplicó a un periodista de Entertainment Weekly durante la promoción de The Town, "Entiendo que tienes que mencionar Gigli, pero por favor no escribas demasiado sobre ella".
Su imagen se reinstauró definitivamente con 'Argo': la academia le dio la bienvenida de nuevo a Hollywood con una palmadita en la espalda (el Oscar a la mejor película) y un bofetón en la cara (Affleck no consiguió la nominación como director), que sin embargo fue suficiente respaldo para animarle a rodar un blockbuster por primera vez en diez años.
Su fichaje para interpretar a 'Batman', anunciado en 2013, fue recibido con rechazo por internet pero el nuevo Affleck sentía una renovada confianza en sí mismo y en su afición adolescente a los cómics: "Quiero formar parte de esta película y quiero que salga bien, quiero hacer una buena versión porque odio Daredevil muchísimo". Este conflicto entre hacer (mal) cine comercial y (buen) cine adulto lleva 20 años librando una batalla dentro de la cabeza de Ben Affleck: en 2004, escaldado tras los fracasos de 'Daredevil' y 'Paycheck', aseguró que no volvería a participar en una película de acción y mantuvo su promesa durante 13 años; en 2006, cuando ganó su premio en el festival de Venecia, expresó su alivio por no tener que sentirse avergonzado de sus películas. Ben Affleck nunca ha dejado de sufrir por su incapacidad para decidirse entre ser una estrella o ser un cineasta, a pesar de que lo primero se le da fatal y tiene un don para lo segundo.
Antes de meterse en el traje de Batman, Affleck entró en otra espiral de autodestrucción. Primero protagonizó 'Perdida', un papel que entablaba un diálogo perverso con la propia imagen pública del actor. (El director David Fincher tiene un ojo único para elegir a sus actores en base a la percepción preconcebida que el público tiene de ellos: en 'The Game' puso a Michael Douglas como un tipo que tenía todos los privilegios pero sabía valerse por sí mismo; en 'El club de la lucha' explotó sexualmente a Brad Pitt como al alter ego con el que cualquier hombre soñaría con identificarse; en 'La red social' sacó a Jesse Eisenberg y a Justin Timberlake interpretando a dos capullos integrales). Ben Affleck hacía en 'Perdida' de un gañán cuyo encanto le había abierto todas las puertas, pero cuyo carácter endeble boicoteaba ese éxito que la sociedad le regala por defecto a cualquier hombre con esa mandíbula.
Fincher explicó que se decidió por Affleck cuando un amigo le recomendó que buscase en Google "Ben Affleck sonrisa incómoda", y de hecho la pusilanimidad de su personaje alcanza su culmen cuando concede una rueda de prensa para encontrar a su mujer desaparecida, los fotógrafos le piden que sonría junto al cartel y él obedece sin plantearse otra opción.
Después de 'Perdida' Affleck y Garner anunciaron su separación. El rumor de la infidelidad con la niñera resucitó todos los prejuicios contra él (que era un cutre, un juerguista y un crápula) y a partir de ahí todo cayó en un efecto dominó mediático. Un casino lo expulsó por contar cartas jugando al blackjack, una práctica que no es ilegal en Estados Unidos, pero está muy mal vista por los casinos. La crítica se ensañó con 'Batman' v 'Superman'. 'El amanecer de la justicia', que había costado tanto dinero que a pesar de recaudar 800 millones de euros (un tercio de lo que generó 'Vengadores: Endgame') apenas dio beneficios. Una entrevista conjunta de Affleck con Henry Cavill se viralizó cuando la cámara se centró en la expresión apesadumbrada de Affleck y la acompañó con 'Sound of Silence' de Simon & Garfunkel en un vídeo titulado "Sad Ben Affleck".
Cuando Ricky Gervais presentó a Matt Damon en los Globos de Oro se refirió a él como "la única persona a la que Ben Affleck no ha puesto los cuernos". Neil Patrick Harris empezó la ceremonia de los Oscar asegurando que tenía 10 o 12 bromas sobre Affleck, "todas en torno a su pene". "La mejor interpretación de Matt Damon este año ha sido decirle a Ben Affleck que le gustó Batman v Superman" bromeó Jimmy Fallon en los siguientes Globos de Oro. Volvían los chistes a costa de su amistad con Damon. Volvían los comentarios chabacanos. Parecía como si Ben Affleck volviese a la casilla de salida post-Jennifer Lopez, hasta el punto de que la crítica hundió su cuarta película como director, la muy ambiciosa 'Vivir de noche', y el público directamente la ignoró. La frase promocional de su póster era "El sueño americano tiene un precio".
"El Affleck triste no inspira lástima, sino un deseo palpable de darle un puñetazo en la cara" afirmaba la periodista Anne Helen Petersen, con la misma agresividad con la que el propio Affleck había deseado darse una hostia a sí mismo años antes. "El actor daba grandes sorbos a su bebida y profundas caladas a su cigarrillo mientras contemplaba su nueva vida solitaria en el jardín trasero de su casa alquilada en Atlanta", describía el tabloide US Weekly.
Aquel 2016 Ben Affleck se convirtió en una piñata para la cultura pop y cada vez que la atizaban caía algún premio para la prensa: incluso cuando participó en el programa 'Finding Your Roots', que investiga el árbol genealógico de las estrellas, generó controversia al intentar que los productores no emitiesen el descubrimiento de que uno de sus antepasados había sido traficante de esclavos. Hasta los espectadores que no estaban al corriente de los remordimientos de Affleck respecto a sus malas películas percibieron que el actor se avergonzaba de 'Batman v Superman'. "Considerando las contradicciones que se están dando en la vida y en la carrera de Affleck" comentaba el New York Times, "uno puede encontrarse a sí mismo envidiándolo, compadeciéndolo y detestándolo a la vez". GQ llegó a publicar una investigación titulada "¿Acaso Ben Affleck disfruta siquiera siendo Batman?".
Affleck no trabajó en todo 2017. Canceló su proyecto de dirigir y protagonizar 'The Batman' cuando le enseñó el guión a un amigo y este le respondió "creo que el guión es bueno y también creo que vas a beber hasta la muerte si vuelves a atravesar todo lo que acabas de atravesar". El actor se sometió a su segunda desintoxicación por alcoholismo y reapareció en los medios a principios de 2018 con unas fotos del rodaje de 'Triple frontera' que se erigieron como la mayor representación contemporánea de la crisis de la mediana edad. Mientras sus compañeros Garret Hendlund y Charlie Hunnam surfeaban, Affleck observaba la inmensidad del océano desde la playa enrollándose la toalla para cubrir su barriga y desvelando un enorme tatuaje en su espalda de un fénix resurgiendo de sus cenizas: el proyecto de rehacer su vida empezó por tatuarse la metáfora más obvia posible. "Es horrible" se reía Jennifer Lopez cuando le preguntaron por él, "tiene demasiados colores, los tatuajes de Ben siempre tienen demasiados colores". "Como dicen en mi pueblo, Dios lo bendiga" opinó Jennifer Garner, "¿Se supone que yo soy las cenizas? Me niego a ser cenizas". El New Yorker publicó una columna filosófica titulada "La gran tristeza de Ben Affleck" en la que describía la imagen como "no solo la caída de Affleck sino la caída del hombre, hay algo en este padre exhausto que induce pánico: hemos vivido en un mundo dirigido por Afflecks durante tanto tiempo que no sabemos si nos reconoceremos a nosotros mismos cuando desaparezcan".
"New Yorker, estoy bien" sintió la necesidad de aclarar el actor en Twitter, "mi piel está curtida gracias la fuerza de mis tatuajes vistosos". A continuación retuiteó a docenas de desconocidos declarando su amor por él. Affleck explicó que el tatuaje era falso y se debía al rodaje de su próxima película, pero meses después reconoció que una vez más se había dejado llevar por la vergüenza: el tatuaje es auténtico y ahora defiende que tiene un profundo significado para él. "No me gusta Ben Affleck" escribía la periodista Hadley Freeman en The Guardian, "a ti tampoco te gusta Ben Affleck. Intenta decir las palabras 'soy un gran fan de Ben Affleck'. Eres físicamente incapaz". The Cut recopiló fotos del actor paseando con camisetas manchadas. GQ publicó un reportaje sobre su mal gusto para las camisetas estampadas. Meses después de haber salido de desintoxicación, la web TMZ publicó un vídeo de Affleck caminando borracho por Los Ángeles.
El actor admitió que había recaído, que bebía hasta quedarse dormido en el sofá cada noche y que sentía vergüenza por esas imágenes: "Habría preferido que mis hijos no pudieran verme en ese estado en internet. Me gustaría no convertirme en la cara pública del alcoholismo y gestionar esa parte de la vida en privado, pero así funciona mi vida", lamentó Affleck.
En 2018 el actor volvió a ingresar en una clínica de desintoxicación por segunda vez en un año. "La gente con comportamientos compulsivos tenemos una especie de malestar de base todo el tiempo que intentamos que desaparezca" explicaba, "Intentas sentirte mejor comiendo, bebiendo, teniendo sexo, jugando a las cartas o yendo de compras. Pero eso acaba empeorando tu vida. Entonces consumes más para hacer que ese nuevo malestar desaparezca. Y ahí llega el auténtico dolor. Se convierte en un círculo vicioso que no puedes romper. Eso es al menos lo que me ocurre a mí". Esta recaída puso en peligro la producción de su última película, 'The Way Back', en la que interpreta a un entrenador de baloncesto alcohólico. Pero su exmujer intercedió. "El estudio [Warner] estaba convencido de que la película estaba arruinada, desde luego" admitió el director Gavin O'Connor, "pero Jennifer Garner me llamó y me dijo que cuando Ben fue a rehabilitación se llevó una pelota de baloncesto. Me dijo 'Gavin, por favor, no canceles la película. Quiere hacerla de verdad'".
Durante la promoción de 'The Way Back', cuyo título original era 'The Has-Been' (el acabado) pero fue modificado para evitar chistes, Ben Affleck confesó que lleva tomando antidepresivos desde que se hizo famoso en 1998 para paliar su ansiedad y su depresión. También contó el historial de enfermedades mentales en su familia, más allá del alcoholismo de su padre y de su hermano Casey (ganador del Oscar por 'Manchester frente al mar'), con los suicidios de su abuela y de su tío. Muchos críticos celebraron su interpretación en 'The Way Back' como la mejor de su carrera, pero la película se estrenó días antes del confinamiento y enseguida pasó a las plataformas digitales.
Durante la pandemia Affleck ha dejado de estar triste y ha aprovechado para pasear su nueva relación con Ana de Armas. La pareja se conoció durante el rodaje de 'Deep Water', un thriller de Adrian Lyne ('9 semanas y media', 'Atracción fatal', 'Una proposición indecente'), y ha alardeado de lo enamorada que está participando en el videoclip del rapero portorriqueño Residente 'Antes que el mundo acabe', que recopila imágenes de parejas besándose en pleno confinamiento. Ben Affleck no parece del todo capaz de aprender de sus tropiezos del pasado y aquí está, casi dos décadas después de acariciarle el culo a Jennifer Lopez en un yate, exhibiendo de nuevo su relación en un videoclip.
El público tiende a reírse de él porque personifica el privilegio desaprovechado, el triunfo mal gestionado y una especie de Pepe Viyuela al que todo le sale mal haga lo que haga hasta vivir su vida como un chiste recurrente. Eso quizá lo convierta en una estrella defectuosa, porque nadie querrá nunca aspirar a ser como él y desde luego no resulta misterioso en absoluto, pero a la vez lo convierte en una figura también valiosa: es una celebridad profundamente humana. Porque todo hombre merece vivir lo suficiente para arrepentirse de su perilla.