"Puede pasar de ti y luego donarte un riñón": Los 40 años que Hollywood lleva intentando descifrar a Bill Murray
Es, probablemente, el actor más excéntrico de Hollywood: no tiene agente y pide que las ofertas de trabajo se las dejen en un contestador y luego él responde... o no.
Toda su carrera ha estado marcada por peleas en los rodajes. La más grave, que ha marcado su vida, fue con Harold Ramis, su mejor amigo, durante el rodaje de 'Atrapado en el tiempo'. Tras 20 años sin hablarle, se enteró de que estaba muy enfermo y se plantó en su casa con una caja de dónuts.
Bill Murray es lo más parecido a una figura mitológica que hay en Hollywood. Casi nunca asiste a eventos, apenas concede entrevistas y no tiene ni agente, ni representante, ni publicista. Incluso sus directores fetiche como Wes Anderson o Sofia Coppola tienen que ponerse en contacto con él a través de una línea 900, en la que dejan un mensaje que él puede que escuche o puede que no. Y cuando Murray sí devuelve la llamada, pide que envíen el guión por fax a una tienda de suministros de oficina de su barrio y ya irá a recogerlo cuando pueda. Esta excentricidad le ha hecho perder papeles que él mismo ha reconocido después le habría encantado hacer, como el de '¿Quién engañó a Roger Rabbit?': Steven Spielberg se cansó de intentar contactar con él y contrató a Bob Hoskins.
Sus escasas apariciones públicas solo contribuyen a alimentar su leyenda, porque bordean el arte performativo. En una ocasión robó un carrito de golf en Estocolmo y lo estampó contra un seto. En otra se coló en una fiesta universitaria y acabó fregando los cacharros. Durante un festival de cine se puso a servir copas en un bar junto a los miembros de Wu-Tang Clan. Y una de sus actividades predilectas es presentarse en un restaurante, coger comida del plato de algún comensal y alejarse diciendo "Nadie va a creerte nunca".
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Estas extravagancias han convertido a Bill Murray en un patrón de internet. Cada nueva aparición es celebrada y viralizada y todas encajan dentro de la imagen que el público tiene de él. Por eso cuando participa en una película, independientemente del carácter de su papel, siempre imprime de "el factor Murray" a su personaje: en cuanto aparece en pantalla con su expresión de hastío y sin mediar palabra, muchos espectadores ya se ríen solo porque sienten que conocen al personaje. Es una mezcla (según se mire) de familiaridad, de limitación interpretativa y de "interpretación de autor". Pero una cosa es disfrutar de Murray como espectador, claro, y otra trabajar con él.
Una fama de 'actor difícil' desde su debut
La fama de 'actor difícil' lleva persiguiendo a Bill Murray desde sus orígenes, cuando protagonizó una mítica bronca con Chevy Chase en el programa de humor Saturday Night Live. En defensa de Murray hay que aclarar que Chase es conocido como, en pocas palabras, uno de los mayores capullos de Hollywood. Chase solía explotar su poder en la industria insultando a todos los que le rodeaban y, nada más saludar a Murray, ridiculizó su viruela exclamando "en esa cara podría alunizar el Apolo XI". Murray entró en cólera y se lió a puñetazos gritando que Chase era un mediocre sin talento mientras, tal y como recordaría el director John Landis allí presente, le salía espuma por la boca de la rabia.
Porque Bill Murray casi nunca es el único responsable de sus discusiones, pero casi siempre es el que más pierde los estribos. En el rodaje de '¿Qué pasa con Bob?', Richard Dreyfuss (otro que tal) sufrió la afición de Murray a vacilar a sus compañeros: improvisaba durante las escenas acercando su cara a la de Dreyfuss, gritándole al oído o tocándole sin parar. Y todo, tal y como admitió el propio Murray, por el placer de ver a su compañero irritado. Esta tensión generaba buena comedia pero malas reuniones de guión.
En una ocasión Dreyfuss sugirió un cambio en un diálogo, Murray se levantó y apretó su frente contra la de Dreyfuss: "Todos te odian, solo te estamos tolerando", le gritó a escasos milímetros de su boca. A continuación Murray le arrojó un cenicero a la cara, que Dreyfuss consiguió esquivar porque según él contaría pesaba tanto (medio kilo) que volaba despacio. "Después intentó pegarme, pero yo me largué", concluyó Dreyfuss. La productora de '¿Qué pasa con Bob?', Laura Ziskin, relató una desavenencia con Bill Murray en la que el actor acabó cogiéndola en brazos y tirándola a un lago. "En otra ocasión amenazó con arrastrarme por un aparcamiento, pero se limitó a romper mis gafas de sol contra el asfalto. Estaba furiosa y ultrajada, pero tras producir una docena de películas puedo decir ahora que ese comportamiento no es habitual entre los actores", contaría Ziskin.
"Bill fue un mierda conmigo en Life Aquatic", aseguraba Anjelica Huston, "en la primera semana de rodaje todos estábamos alojados en el mismo hotel e invitó al reparto entero a cenar, pero a mí no. Días después me dijo 'Hola, ¿qué tal estás? Te he echado de menos'. Yo le respondí que era un falso y se quedó con cara de confusión. Desde entonces ha sido más agradable conmigo. Asistió al funeral de mi marido y no pudo haber sido más encantador aquel día. Mucha gente no vino".
De bronca en bronca
Una de las rivalidades más emblemáticas de Bill Murray es la que tuvo con Lucy Liu en el rodaje de 'Los ángeles de Charlie'. A Murray le incomoda hacer cine comercial (reconoció que solo hizo 'Garfield' porque creyó que el guión era de Joel Coen, director de Fargo, cuando en realidad era de un tal Joel Cohen pero para cuando se dio cuenta ya había firmado el contrato), pero le irrita aún más la falta de talento.
Murray detuvo una escena para darle un repaso a las tres actrices: "[A Drew Barrymore, también productora] Entiendo por qué estás aquí, [a Cameron Diaz] tú tienes talento, [a Lucy Liu] pero tú... ¿qué demonios estás haciendo aquí? Si no sabes actuar". La actriz se abalanzó sobre él para agredirle y tuvo que ser sujetada por varios operarios mientras le gritaba insultos. Murray no repitió en la secuela, 'Los ángeles de Charlie: al límite', porque bastante al límite ya había terminado él. Y eso que sí accedió a hacer 'Garfield 2'.
El director de 'Los ángeles de Charlie', McG, aseguró que durante un encontronazo Murray le agarró de la cara y apretó la frente contra la suya. Un aparente modus operandi del actor que, sin embargo, él ha negado: "Y una mierda. No sé por qué se inventó esa historia, tiene una imaginación muy activa. Merece la muerte. No deberían apretarle la frente, deberían poner su cabeza en una pica". Sobre Liu, el actor ha mitigado la bronca definiéndola como un malentendido: "Estábamos ensayando y le dije 'Lucy, ¿cómo puedes pronunciar estos diálogos? Son una locura'. Ella se puso furiosa porque se lo tomó como un ataque personal, pero en realidad odiaba esos diálogos tanto como yo. Aun así, durante 15 o 20 minutos nos separaron en esquinas opuestas del set mientras nos insultábamos a voces".
La fama de actor imposible que arrastra Bill Murray (y, en cierto modo, alimenta su mito) llevó a Harvey Weinstein a hacer una declaración en 2014 que con el paso de los años se ha tornado siniestra: "El Murray-ismo es una religión, según la cual puedes comportarte todo lo mal que quieras con la gente y seguirán queriéndote. Yo solía sentirme culpable por portarme mal, hasta que conocí a Bill y ahora me siento mucho mejor".
Los artistas, especialmente aquellos poderosos, disfrutan de una carta blanca para ser desagradables con sus compañeros sin sufrir consecuencias. Pero el paralelismo que trazó Weinstein es repugnante y, por supuesto, injusto con Murray. "Recuerdo que un amigo me dijo hace años que tengo cierta reputación de ser difícil trabajando", reconoció el actor, "pero solo tengo esa reputación por parte de gente con la que no me gustó trabajar o de gente que no sabía cómo trabajar. Jim [Jarmush], Wes [Anderson] y Sofia [Coppola], ellos saben lo que es trabajar y comprenden cómo se debe tratar a las personas".
Pero la bronca que ha marcado la vida y la carrera de Bill Murray es la que tuvo con Harold Ramis, su mejor amigo y el cineasta más importante de su filmografía, durante el rodaje de 'Atrapado en el tiempo'. Habían colaborado en cinco ocasiones: 'Los incorregibles albóndigas', 'El club de los chalados', 'El pelotón chiflado', 'Cazafantasmas' y su secuela. A día de hoy, solo Murray sabe por qué dejó de hablar a Ramis durante dos décadas. Algunos dicen que al actor le molestó no ser la primera opción de su amigo, que había intentado fichar a Tom Hanks antes (este se decantó por 'Philadelphia'), otros que el rodaje coincidió con su divorcio.
Y aquí hagamos un inciso. Durante el fin de semana de la Super Bowl de 1981, Murray tuvo una cita con Margaret Kelly y como no encontraban ningún restaurante mexicano para cenar decidieron casarse. Tras dos hijos y siete años de matrimonio, el actor tuvo una aventura con Rebecca Butler la diseñadora de vestuario de 'Los fantasmas atacan al jefe'. Acabó casándose con ella en 1997.
Su divorcio una década después implosionó en la prensa cuando ella acusó al actor de ser adicto al sexo y a la marihuana, infiel y alcohólico. Por otra parte, varios vecinos contaron que Rebecca era muy agresiva con sus cuatro hijos. En una ocasión, un vecino llamó a la policía cuando dos de los hijos de la pareja corrieron a alertar a su vecino para pedirle ayuda porque Butler estaba borracha y fuera de control. Bill Murray aseguró en 1993 que el divorcio de su primera esposa había sido lo peor que le había pasado en la vida, pero en 2008 corrigió que el segundo divorcio había sido aún peor.
El alejamiento de su mejor amigo
Y ahora vamos con la discusión con su mejor amigo. Ya desde antes de empezar a rodar aparecieron tiranteces: el actor quería hacer una exploración filosófica en torno al existencialismo de un cínico que queda atrapado en un pueblo habitado solo por gente optimista, el director prefería una comedia romántica. Así que ambos reescribieron el guión por su cuenta y el primer día de rodaje aparecieron con dos versiones opuestas. "A veces Bill era irracionalmente cruel y cerrado, llegaba tarde todos los días y yo le trataba como a mis hijos: 'Bill, no tienes que montar pataletas para conseguir lo que quieres. Solo di lo que quieres'". En una ocasión llegaron a las manos, con el director conteniendo la furia del actor (harto, además, de que la marmota le mordiese) contra un muro.
Ante la negativa de Murray a interactuar con los demás trabajadores, el estudio propuso que contratase un intermediario. El actor se decantó por un ayudante sordomudo. Cuando Ramis contrató su propio asistente sordomudo para poder comunicarse con el de Murray, descubrieron que el asistente de Murray en realidad no hablaba lenguaje de signos sino que hacía una serie de gestos inventados. Bill Murray dejó de hablar a su amigo el último día de rodaje y jamás mencionó el asunto en público.
Harold Ramis sí que expresaba su tristeza. "Sueño muy a menudo con él. Sueño que somos amigos otra vez. Bill era un hombre fuerte, era nuestra roca. Si hacías una película con él sabías que iba a salvarla, daba igual que el guion fuese malo porque encontraríamos algo mediante la improvisación", recordaba.
Su hija contó que Ramis se pasó aquellas dos décadas con el corazón roto. "Algunos hacen hipótesis sobre cómo a Bill le molestaba la influencia de mi padre en su carrera o si mi padre le había ofendido o traicionado de algún modo, pero lo cierto es que a día de hoy el origen de su decisión sigue siendo un misterio incluso para mí" explica. "Bill te daría un riñón si lo necesitas", solía decir Harold Ramis, "pero no necesariamente va a devolverte las llamadas".
Las paces antes de su muerte
En 2010 el director desarrolló una enfermedad autoinmune, la vasculitis, que le impedía caminar y hablar. Un día, a las 7 de la mañana, Bill Murray se presentó en su casa con un policía y una docena de dónuts. Apenas hablaron, pero se pasaron dos horas haciéndose compañía y mantuvieron su amistad hasta la muerte de Ramis en 2014. Aquel año, Murray presentó un homenaje a su amigo en los Oscar. 'Atrapado en el tiempo', por su parte, es hoy un clásico de la cultura popular que ha sido objeto de estudio de multitud de ensayos filosóficos, sociológicos y psicológicos. Al público le gusta imaginarse a Bill Murray como Phil Connors, huraño pero compasivo. Y además es una comedia romántica entrañable, confirmando que ambos amigos se acabaron saliendo con la suya.
Cuando se estrenó la adaptación musical en Broadway en 2017, Bill Murray aprovechó para hacer una de sus geniales acciones creativas: asistió a la función varios días seguidos en honor a la propia trama de la película. Y pagando su entrada, no como invitado ni en un preestreno. Se hizo fotos con los asistentes, dejó una propina de 50 dólares cuando pidió un vaso de agua y acabó llorando durante la función. "La idea de que tenemos que volver a intentarlo, de que tenemos que seguir intentándolo, es una idea hermosa y poderosa" dijo al salir, "Harold se quedaría boquiabierto si pudiese ver este musical".