Keanu Reeves, de la depresión autodestructiva por la muerte de una hija a gurú espiritual para muchos
Reeves es una de las estrellas de cine más respetadas, llamativas y queridas por el público
El actor, con una legión de fans no solo por sus personajes, protagonizará Matrix 4, uno de los estrenos más esperados de cara a 2021
Hace un año, durante una entrevista, el presentador norteamericano Stephen Colbert le preguntó a Keanu Reeves qué cree que ocurre después de la muerte. La respuesta del actor ("creo que aquellos que nos quieren nos echan de menos") causó sensación en internet y se viralizó, entre el entusiasmo, el estupor y los aplausos. No es, ni mucho menos, la primera vez que pasa: Reeves es una de las estrellas de cine más respetadas, llamativas y queridas por el público. Cada cosa que hace o dice es recibida con alegría como si se tratase de un gurú de la sabiduría y es compartida en las redes sociales por gente que lleva años sin ver una película suya. ¿A qué viene este fenómeno?
El episodio con Colbert resulta bastante revelador del estatus de Keanu Reeves. Para empezar, el mero hecho de que el presentador le haga esa pregunta ya dice mucho de la imagen pública del actor: es probable que Colbert no se meta en asuntos tan metafísicos con Ryan Reynolds, Chris Evans o Eddie Redmayne. Pero por alguna razón sí tiene sentido que hable sobre la mortalidad con Reeves, un tipo misterioso que inspira reflexiones filosóficas y que habla con semejante solemnidad que el público del programa de humor, proclive a las risas y los aplausos, escuchó la respuesta de Reeves en silencio.
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Solo tras la aprobación del presentador ("esa es una gran respuesta") los testigos rompen en aplausos. Esta es la misma actitud reverencial que tiene la gente en redes sociales hacia Keanu Reeves y él se la ha ganado caminando por el mundo con sencillez, pragmatismo y humanidad. Tres características que, por supuesto, también están presentes en la frase "creo que los que nos quieren nos echan de menos".
Su generosidad con los que le rodean: inspiración para las redes
Internet está llena de anécdotas costumbristas sobre la generosidad de Reeves. Le dio 20.000 dólares a un operario del rodaje de 'Matrix' que iba a ser desahuciado, entretuvo a los pasajeros de un vuelo cuando les comunicaron que el despegue iba a retrasarse, destinó parte de su sueldo de las secuelas de 'Matrix' a los técnicos que él consideraba que cobraban menos de lo que merecían, compró un helado para así poder usar el ticket para firmarle un autógrafo a un taquillero de un cine, le compró una Harley a cada miembro del equipo de rodaje de la escena de 'Matrix Reloaded' en la que Neo lucha contra docenas de Agentes Smith como agradecimiento por su sacrificio y paga de su bolsillo el desayuno y la comida de los trabajadores de rodajes cuyas dietas no están cubiertas por producción. Todas estas historias se saben porque sus beneficiaros las han contado, nunca porque Reeves haya alardeado de ellas.
Por eso Keanu Reeves está por encima de sus películas. Ejerce como una especie de brújula moral para internet, que por un lado lee demasiado entre líneas a veces (aquella imagen del actor comiéndose un sándwich mirando al vacío mientras una paloma picoteaba a su lado fue celebrada como un retrato de la futilidad de la existencia humana) pero que sin duda necesita una figura como Reeves. En un mundo lleno de ruido, de discusiones ególatras y de estímulos audiovisuales, Keanu Reeves existe como un remanso de paz, un hombre contemplativo y, en definitiva, una celebridad que nunca ha perdido el tiempo con tonterías ni se ha quejado de nada.
Rechazó 'Speed 2' mediante una lógica aplastante ("se titula 'Speed 2', pero un trasatlántico es más lento que el autobús de la primera parte") y Hollywood le dio la espalda al considerarle un desagradecido. Tras muchos años dando tumbos, ha encontrado su hueco en la industria gracias a la saga 'John Wick'. En ella interpreta a un asesino que no busca venganza ni justicia ni restablecer el orden por el bien mayor. Busca que le dejen en paz.
Y cuando dice "vas a morir esta noche" no suena una amenaza sino a hecho irrefutable. Este pragmatismo que le lleva a nunca pelear para hacer daño, sino exclusivamente para matar, encaja a la perfección con el espíritu de Reeves. Un hombre que emplea las palabras justas para decir lo que tiene que decir y que rueda las películas que le apetece rodar sin responder a una estrategia comercial, artística o publicitaria.
Este año ha aparecido en 'Quizás para siempre', una comedia romántica de Netflix donde se interpreta a sí mismo en clave de parodia: un tipo cool, que solo abre la boca para esparcir sabiduría filosófica y que acaba renunciando a su novia porque sabe que está en una película y que los protagonistas tienen que acabar juntos. Aunque él ha reconocido que no termina de entender el fenómeno que despierta en internet, por fin ha decidido abrazarlo al darse cuenta de que esa pasión colectiva es inofensiva y hace mucho más bien que mal. Internet es a veces un estercolero de insultos, desprecios y condescendencia, de modo que detenerse a observar lo que está haciendo Keanu Reeves (literalmente, hay una cuenta en Twitter que solo publica imágenes de "Keanu haciendo cosas") aporta una serenidad tan inexplicable como innegable. Keanu Reeves es mucho más que la suma de sus actos, Keanu Reeves es un estado de ánimo.
Ejemplo de serenidad ante las desgracias
La dignidad con la que Keanu Reeves ha atravesado sus tragedias personales, sin comentarlas nunca en público, ha contribuido a construir en torno a él cierta mitología sobre la resiliencia del ser humano. Su padre le abandonó a los tres años, su mejor amigo (River Phoenix) murió de una sobredosis en 1993, su única hija nació muerta, la madre del bebé falleció en un accidente de tráfico tras dos años de depresión y él mismo ha sufrido varios accidentes de moto por culpa de lo que define como "viajes demoníacos" en los que conduce a toda velocidad sin luces. Tras uno de ellos, mientras yacía en la carretera con dos dientes rotos y la barbilla abierta, una mujer se paró y le pidió un autógrafo.
Todas estas desgracias personales han ido forjando ese carácter que ahora tanto fascina al público. Reeves ocupa el espacio como si el mundo no fuera con él, como si sus posesiones materiales fuesen irrelevantes y como si nada de lo que dice, hace o piensa importe en realidad.
Quizá Keanu Reeves despierta tanto interés entre la gente porque parece haber comprendido algo del mundo que el resto de seres humanos no es capaz de percibir. Como si, efectivamente, fuese un ser sobrenatural. O quizá solo sea un tipo que ha logrado estar en paz consigo mismo comportándose con decencia, honestidad y generosidad. Una filosofía oriental que ni Hollywood, ni la fama ni el dinero han conseguido contaminar. Por eso vale la pena no solo admirarle, sino intentar imitarle: ante las dudas, ante los momentos difíciles y ante el ruido, hay que ser más Keanu Reeves.