"Él vive para hacer a la gente feliz, para ver el asombro en sus ojos. Las personas más cínicas se convierten en niños cuando ven un gran truco de magia. Y eso te da una sensación de poder". Hugh Jackman está hablando de su personaje de El truco final, un mago obsesionado con dar un gran espectáculo cada noche, pero podría perfectamente estar hablando de sí mismo.
El actor australiano es una de las pocas estrellas como las de antes que quedan: solo trabaja con grandes estudios, admite que le encanta ser famoso y alterna blockbusters y espectáculos en Broadway que llevan títulos como Hugh Jackman: Back on Broadway. Ha presentado varias galas de premios. Incluso ha ganado premios (el Emmy) por presentar galas de premios (los Oscar). Y como aquellas estrellas del Hollywood clásico que sacrificaban su vida personal por la profesional, la entrega de Hugh Jackman al show business es absoluta.
Esto no quiere decir que Jackman no tenga una vida privada plena, al menos en términos tradicionales: lleva casado 24 años con la misma mujer y tienen dos hijos. Precisamente por esa estampa familiar ideal (y por su pasión por los musicales de Broadway) se lleva especulando con la homosexualidad de Hugh Jackman tanto tiempo como lleva siendo famoso.
Jackman, haciendo honor a su rol de la persona más cordial de todo Hollywood, rebatió la rumorología con mucha amabilidad. "Querría negarlo, porque no lo soy" ha explicado. "Pero al negarlo parecería que estoy implicando que ser gay es algo de lo que avergonzarse. Y no lo es. Los rumores sobre mi homosexualidad no empezaron hasta que no me mudé a Estados Unidos. Realmente sabes que has triunfado cuando empieza a rumorearse que eres gay".
Para su boda con la también actriz Deborra-Lee Furness en 1996, cuando él tenía 27 años y ella 40, Jackman diseñó personalmente el anillo de pedida con diamantes y una inscripción en sánscrito que significa "Dedicamos nuestra unión a una fuente superior". Cuando Hugh le dijo a su padre que iba a casarse con una mujer 13 años mayor que él, este le preguntó "¿Estás seguro de que todo esto no viene del abandono de tu madre?".
La madre de Hugh sufrió una depresión posparto tan aguda que él vivió con sus padrinos durante su primer año de vida. Cuando tenía 8 años Hugh se despidió de su madre una mañana para irse al colegio y al volver ella ya no estaba. Se había ido a Inglaterra y nunca volvería. "No estoy furioso con ella. No soy una persona que albergue rabia y nunca lo he sido. A veces me asombro a mí mismo", confiesa.
Tras el abandono materno, el padre se quedó al cargo de los cinco hijos. Hugh no soportaba la idea de estar solo en casa, así que si llegaba y no había nadie esperaba en la puerta durante horas. Cuando quiso apuntarse a clases de baile su hermano mayor le avisó de que eso eran "cosas de maricas".
El matrimonio intentó reconciliarse sin éxito, lo cual empujó a Hugh a una fase agresiva a los 13 años. "Solía golpear las taquillas del instituto con la cabeza hasta dejar una marca. Queríamos demostrar que éramos los más duros, los más locos. Empecé a jugar al rugby y mi rabia salía en el campo. Si un oponente me golpeaba a mí me entraba un ataque de rabia ciega", ha contado el actor. En una ocasión le dio tal paliza a un compañero sin motivo aparente que el chaval acabó en el hospital. "La verdad es que mi temperamento resultaba chocante, duró una temporada pero ahora parece haberse ido", señaló.
Fue en el instituto donde Jackman forjó una identidad que acabaría convirtiéndose en su marca como estrella de Hollywood: sacaba buenas notas, tenía un comportamiento modélico, era el capitán del equipo de rugby y actuaba en musicales como 'My Fair Lady'. Cuando tenía 18 años su hermano se disculpó por el comentario homófobo contra el baile. "Aquella disculpa liberó algo dentro de mí. Me apunté a clases de baile literalmente al día siguiente", recuerda.
Antes de casarse con Jackman, Deborra-Lee Furness vivió en Los Ángeles en los 80 y cuando su amiga Nicole Kidman se mudó a Hollywood para buscarse la vida se quedó a dormir en su sofá. Años después, Tom Cruise convencería a la CAA (la agencia de representación más importante del mundo) para que fichase a Hugh Jackman. Ellos le consiguieron una prueba para hacer de Lobezno en 'X-Men'. El guionista quería a Mel Gibson, el director quería a Russell Crowe, pero el estudio solo estaba dispuesto a pagar a Dougray Scott: en la nueva era del cine superheroico, las estrellas serían las franquicias y no sus actores.
Meses después, Scott se lesionó en el rodaje de 'Misión imposible 2' con Tom Cruise y el estudio decidió reemplazarlo por otro actor igual de barato que además podría incorporarse a la producción en cuestión de días: Hugh Jackman. Él empezó a preparar el papel viendo documentales sobre lobos, pero cuando le explicaron lo que eran los X-Men su mujer le advirtió que esa película era "ridícula".
En los primeros días de rodaje, el director Bryan Singer le pedía que se pusiese más al límite, que fuese más cruel, que se endureciese. "Vete a casa y peléate con tu mujer, ¡gritaos el uno al otro!", le dijo. "Bryan", respondió el actor, "si fuese a casa y tuviese una bronca así con Deb volvería aquí llorando". "En aquel momento", contaría el guionista años después, "nos dimos cuenta de que estábamos jodidos".
Para el papel Jackman intentaba evocar, más que rabia, melancolía. Pero se dio cuenta de que nunca había experimentado ese sentimiento y si lo había hecho lo había cubierto con amabilidad. Cuando consultó con Singer, este le aseguró que estaba haciendo "un buen trabajo". "¿Un buen trabajo?" pensó Jackman, "¿estoy en un mar de mediocridad? ¿En mi primera gran película americana? ¿Cuándo mi cara va a estar en muñecos y en fundas de almohadas?". El actor empezó a darse duchas frías por las mañanas, dejó de mirar a la gente a los ojos y dejó de meditar. De repente, siempre estaba de mal humor y todo le importaba una mierda. De repente era Lobezno.
"Una noche estaba soñando que daba puñetazos con todas mis fuerzas y de repente abrí los ojos y estaba golpeando a Deb en la espalda. Así que sí, quizá esa violencia está todavía dentro de mí... ¡Pero no fue deliberado!", contaba en 2000.
Varios amigos, compañeros de profesión y ejecutivos de Hollywood le advirtieron que era importante que el estreno de 'X-Men' le pillase rodando su siguiente película. "La gente me decía que [las películas de superhéroes] estaban muertas, que nadie entendía lo que eran. El día después del estreno tenía ejecutivos del estudio borrachos llamándome a las siete de la mañana para contarme que la recaudación había duplicado las expectativas".
Aquellos eran los últimos años en los que Hollywood todavía era capaz de generar estrellas de la noche a la mañana. Hugh Jackman se convirtió en una figura popular estrictamente gracias a 'X-Men' y el siguiente paso en la estrategia era una fórmula matemática para, en cuestión de meses, asentar su popularidad entre el público masculino ('Operación Swordfish') y el femenino ('Kate y Leopold'). A continuación desoyó los consejos de todo el mundo a su alrededor y protagonizó un musical de Broadway. Sabía que quizá nunca volvería a tener tanto poder en la industria.
The Boy From Oz utilizaba canciones compuestas por Peter Allen para contar la historia de su vida: un apasionado de la música tan fascinado por el show business que se casó con Liza Minelli. Jackman ganó el Tony y, desde entonces, no ha dejado de interpretar hombres que convierten su propia existencia en una performance.
'El truco final', 'El gran showman' o 'La estafa' (en la que hacía de un director de escuela querido por toda su comunidad que perdía el control cuando utilizaba fondos del colegio para costear su lujosa vida secreta con su novio) han explorado en diversas formas los sacrificios que deben hacer aquellos hombres que optan por permitir que su faceta pública domine su identidad.
Mientras que muchos actores tratan de llevar una vida discreta, relativamente anónima y alejados de los focos, Jackman parece disfrutar con la atención pública: cuando va a cenar a restaurantes en el West Village se sienta en la mesa más a la vista de todos los comensales y los entretiene con sus mejores anécdotas. Hasta sus dos hijos, ambos adoptados, tienen nombres que evocan a Hollywood: Oscar y Ava.
Durante la presentación de 'Scoop' de Woody Allen en Londres un paparazzi se puso a seguir a su coche. El actor fue a comer, fue al gimnasio y cuando salió ya no estaba. "¿Cómo te has deshecho de él?", preguntó el chófer. "Porque soy aburrido. Se habrá vuelto al hotel a ver qué hace Scarlett. Me da pena por él, la verdad", replicó Jackman, quien parece empeñado en dejar claro lo poco excitante que es su existencia: "Si yo fuera otra persona y fuese a una cena no me gustaría sentarme con Hugh Jackman. Mi historia es bastante sosa".
Hugh Jackman tiene una empresa de café que, por supuesto, se llama "El hombre que ríe" y que, por supuesto, destina buena parte de sus ganancias a causas benéficas. El director Joe Wright, que lo dirigió en 'Pan' (uno de los pocos fracasos del actor) lo definió como "una de las mejores personas que he conocido en mi vida" y no parece haber nadie en Hollywood que diga lo contrario. Durante el rodaje de aquella película el actor compraba boletos de lotería para todo el equipo cada viernes para que nadie se sintiera excluido.
Ahora mismo está preparando su regreso a Broadway con un revival del musical de los 50 'The Music Man', tras una década encadenando espectáculos centrados en él mismo como 'Hugh Jackman: En concierto', 'De Broadway a Oz' o 'El hombre. La música. El espectáculo'. En ellos, Jackman despliega no solo su gusto por las canciones, los bailes y las lentejuelas del teatro musical sino su carisma para pasearse entre el público (mayoritariamente femenino de mediana edad) repasando su vida y su obra e intercalando bromas picantonas. Puede que se hiciera famoso interpretando al superhéroe con peores pulgas de Marvel, pero el máximo referente artístico de Hugh Jackman es Judy Garland, cuyos conciertos en el Carnegie Hall generaban una intimidad entre ella y su público entre canción y canción.
"Su energía erótica es pura y placenteramente consensuada" escribía la crítica del show en el New York Times, "para algunas mujeres esta ambivalencia lo convierte en el amante platónico perfecto: mitad galán seductor (que te da el mejor sexo de tu vida), mitad mejor amigo gay (que te anima cantando canciones). No hay fricción entre ambos Hughs, no hay peligro de combustión interna. Su aritmética emocional es exacta como una división de colegio".
"Lo habéis escuchado antes y es completamente cierto: Hugh Jackman es un tío genial. Frustrantemente genial", describió GQ en una entrevista con él. Hugh Jackman es tan educado que al principio de la pandemia subió un vídeo en Instagram recordando a sus seguidores que tenían que lavarse las manos y, cuando lo criticaron por dejar el agua corriendo durante los 20 segundos de lavado, subió otro vídeo disculpándose y lavándoselas correctamente. Otro de sus vídeos de Instagram lo muestra haciendo un puzzle (una de sus grandes pasiones) de una foto suya con su esposa. Cuando hace pesas para algún rodaje, escucha canciones de Ed Sheeran.
El tipo duro más blando de Hollywood es, quizá, la última estrella de verdad junto con Scarlett Johansson. De esas estrellas que cuando sus personajes hacen cosas terribles (al principio de 'Reel Steel' vendía a su hijo) el público sabe que no pasa nada: si Hugh Jackman lo interpreta, el tipo no será tan malo en realidad. Hasta el antihéroe Lobezno ha acabado siendo un gatito panza arriba un poco gruñón gracias a (o por culpa de) Jackman. Y él ha trabajado concienzudamente en construirse esa imagen.
"¡Esto es show business, tío! Como actor, siempre me estoy promocionando a mí mismo. Tengo un pequeño negocio que resulta llamarse Hugh Jackman. Así que parte de las campañas publicitarias [de sus películas] son promocionar a Hugh Jackman porque espero que el negocio siga abierto".