Jon Peters, obra y milagros del 'pequeño Nicolás' de Hollywood que acaba de casarse con Pamela Anderson
Peters empezó de peluquero de prostitutas y luego fue peluquero y marido de de Barbra Streisand
El productor (74 años) ya salió con Anderson (52) hace 35 años: él asegura que es el amor de su vida
Ha mantenido affaires con Kim Basinguer, Sharon Stone, Salma Hayek p Catherine Zeta-Jones
Pocos hombres personifican lo mejor y lo peor del sueño americano como Jon Peters. Pues él acaba de cumplir uno de los sueños más americanos que existen: casarse con Pamela Anderson. "Podía haber elegido a cualquiera, pero llevo 35 años deseando solo a Pamela", declaró ayer. Y eso son palabras mayores, teniendo en cuenta todo lo que ha conseguido Peters durante estos últimos 35 años: de peluquero de prostitutas a peluquero de Barbra Streisand, de novio de Barbra Streisand a productor más exitoso de Hollywood, de presidente de Sony a un tipo con una autobiografía tan explosiva que ninguna editorial se atreve a publicarla. El power point que envió a las editoriales abría con una pregunta: "¿Qué me diríais si os contase que dos de mis novias me llamaron desde el hotel Lincoln para decirme, en dos ocasiones distintas, que acababan de follarse al presidente de los Estados Unidos?".
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Defensor de las mujeres
Peters presume de llevar toda su vida defendiendo a las mujeres. La primera fue su madre, casada con un maltratador al que el pequeño Jon se enfrentaba a diario. Pero su madre eligió al tirano y envió a Jon a un reformatorio juvenil donde se pasó tres años y donde asegura que vio cómo cosían a tiros a su mejor amigo mientras intentaba escapar. Esta percepción cinematográfica de la realidad sería una constante en su vida, desde el thriller erótico hasta la comedia picante pasando por el melodrama psicológico con tintes de complejo de Edipo: según aquel power point, Jon se ha pasado la vida persiguiendo, según él mismo ha dicho, "un Santo Grial romántico" en forma de mujeres con aspecto de "Venus rubia, zorra y diosa" como el de su madre.
Peluquero de pubis
La señora Peters envió a Jon a trabajar con dos peluqueros, Bennett y Gil, que resultaron ser depredadores sexuales y apostaban cuál de los dos "le cazaría primero". El chaval escapó, tal y como contó luego, deslizándose por una tubería en medio de la noche y consiguió trabajo tiñéndole el pubis a las prostitutas de Broadway, años antes de que Broadway fuese un destino turístico para toda la familia y años antes de que se pusiera de moda la depilación de ingles.
Aquel trabajo le ayudó a comprender y aprender a tratar a las mujeres. En cuanto ahorró dinero abrió su propia peluquería y una de sus clientas, la patinadora olímpica noruega Sonja Henie, le fascinó con su anecdotario: contaba anécdotas como que Hitler estaba colado por ella y la había perseguido por su fortificación de Berchtesgaden. A finales de los 60 Peters se casó con la actriz Lesley Ann Warren, a quien en una ocasión pilló en la cama con Warren Beatty. Peters le persiguió durante varias calles y Beatty se inspiró en este episodio para escribir 'Shampoo', una comedia de enredo sobre un peluquero casanova. Todo el mundo en Hollywood sabía quién era Jon Peters. Y entonces llegó Barbra.
Cuando Jon conoció a Barbra
Jon Peters diseñó la peluca de Barbra Streisand en '¿Qué diablos pasa aquí?' (Peter Yates, 1974) y enseguida se dio cuenta de que la actriz necesitaba mucho más que asesoramiento capilar, "y la necesidad es uno de los grandes afrodisiacos para Jon Peters", asegura el propio Jon Peters.
Lo primero que hizo fue liberarla del yugo de Jay Stark, productor de sus películas e infame depredador sexual de aspirantes a actrices, zarandeándolo hasta dejarlo casi inconsciente (Stark también había acosado sexualmente a Lesley Ann Warren). "Jon aprendió la valiosa lección de que la violencia física es una herramienta de negociación más potente en Hollywood que las cláusulas de porcentajes por beneficios", reflexiona una autobiografía prohibida.
Peters se propuso revitalizar la imagen de su novia, asociada a los vodeviles de Broadway, con una actualización en clave rock de 'Ha nacido una estrella'. Cuando la pareja viajó a Las Vegas para contratar a Elvis Presley, este le recriminó a la diva que años antes la había visitado en su camerino para felicitarla y ella ni se había dignado a levantar la mirada de sus uñas mientras se las pintaba sin prestar atención al rey del rock. Barbra se murió de la vergüenza y el elegido para acompañarla en la película acabó siendo su exnovio Kris Kristofferson. El éxito de 'Ha nacido una estrella' (el debut de Peters como productor) le consiguió reuniones en todos los despachos de Hollywood, donde siempre había soñado con trabajar desde que Cecil B. DeMille le contrató de niño como extra en 'Los diez mandamientos'. Y eso que apenas sabía leer.
Su debut como productor
Cuando se reunió con el presidente de Columbia, David Begelman, Peters le estrechó la mano y le dijo "¿qué tal está Winkie?". Winkie era el apodo que Begelman le había puesto a su propio pene. Aterrorizado ante todos los otros detalles de su vida íntima que Jon Peters podía conocer, Begelman le concedió un contrato para tres películas inmediatamente. Esta actitud vulgar, mamporrera y chantajista hizo que a los ejecutivos de Hollywood se les cayesen los monóculos, pero si algo consigue que Hollywood tolere cualquier chulería es el dinero y Peters sabía cómo generarlo: 'Flashdance', 'Rain Man' y 'Batman' demostraron que Jon Peters no solo sabía lo que el público quería, sino que sabía cómo vendérselo.
Cualquiera que estuviera vivo en el verano de 1989 recuerda cómo el planeta se vio invadido por el logo de 'Batman', los cromos del Batmovil y el misterio en torno al traje del superhéroe (desvelado solo el día del estreno) en una operación de marketing a escala mundial sin precedentes que sigue siendo el templete de los blockbusters actuales. Y el mayor reclamo de 'Batman' era Jack Nicholson, a quien Peters también supo cómo venderle la película.
Ligarse a la prota de la peli, su principal pasatiempo
El productor convenció a la estrella llevándoselo a Londres, oficialmente, para enseñarle los exuberantes decorados que Tim Burton estaba construyendo. Pero además Peters alquiló una mansión para ambos y la llenó de strippers, prostitutas, masajistas, champán, foie gras y cocaína. Mientras tanto a Peters le dio tiempo a ligarse a la chica de la película, Kim Basinger, y robándosela nada más y nada menos que a Prince.
Peters se encaró con el marido maltratador de Basinger y ella (según cuenta Peters) se sintió protegida por primera vez en su vida, así que mantuvieron una relación durante el rodaje (lo cual sentó regular al protagonista Michael Keaton, que también pretendía ligársela) y le ayudó a reescribir todo el tercer acto de Batman sobre la marcha. Jack Nicholson firmó un contrato inédito en la época (además del sueldo, recibiría un porcentaje sobre los beneficios: hoy es una práctica estándar en Hollywood) y el éxito de la película, que batió todos los récords de recaudación durante su primer fin de semana porque nadie quería perdérsela, llamó la atención de Sony. El coloso japonés acababa de adquirir Columbia y puso a Jon Peters y a su socio, Peter Gruber, a la cabeza del estudio. Cinco años después, Sony había perdido (dependiendo de las fuentes) entre 3.000 y 5.000 millones de euros.
Pérdidas millonarias
¿Que en qué se los gastaron? Pues en qué va a ser. Heidi Fleiss, la infame madame de Hollywood, le pasaba las facturas a Columbia Pictures. En una ocasión Peters fletó el jet privado de la compañía para enviarle un ramo de flores a la top model Vendela Kirsebom (quien accedió a salir con él y a quien Peters dio el papel de esposa criogenizada de Arnold Schwarzenegger en 'Batman' y 'Robin'). Peters se compró un hotel (San Ysidro Ranch, el más caro de Estados Unidos) y un banco (Bel Air Savings and Loan), que vendió por un pastizal justo antes del colapso de la economía. Cada vez que Peters llegaba a las oficinas de Columbia, un empleado se dedicaba exclusivamente a sujetarle la puerta y otro a pulsar el botón del ascensor.
Siempre cae de pie
Pero los tipos como Jon Peters siempre caen de pie. Su contrato para reactivar la franquicia de 'Superman' en los 90, con Tim Burton y Nicolas Cage, estipulaba que Peters recibiría un porcentaje de los beneficios de todas las películas posteriores sobre el personaje. Él mismo asegura haber recibido 80 millones de euros por no hacer absolutamente nada en 'Superman Returns' (Bryan Singer, 2006) y 'El hombre de acero' (Zack Snyder, 2013).
El productor de esta última, Christopher Nolan, le prohibió la entrada al set de rodaje porque Peters ya había intentado meter baza en 'El caballero oscuro', en la que por supuesto también tiene una participación sobre los beneficios. Su visión artística (no solo reinventó la carrera de Streisand, sino que además les dio sus primeros papeles en el cine a Oprah Winfrey y a Leonardo DiCaprio) fue devorada por su megalomanía: Kevin Smith contó que Peters estaba obsesionado con meter una araña mecánica gigante en su versión de 'Superman', así que como no pudo lograrlo puso una araña mecánica gigante en 'Wild Wild West' (Barry Sonnenfeld, 1999), un desastre comercial que pondría fin a su carrera como productor.
Porque Jon Peters todo lo concibe a lo grande y todo lo que concibe lo consigue. Incluida a Pamela Anderson, símbolo máximo del erotismo de los 90 (la década en la que él tocó techo), de su exceso y de su artificio. Cuando se conocieron en la mansión Playboy en los 80, Jon se enamoró de Pamela y trató de convencerla de que no se operase los pechos porque era “perfecta tal y como estaba”, pero ella no le hizo caso y siguió adelante con su carrera como epítome de la belleza artificial.
Él mantendría relaciones con todos los mitos sexuales de la época (Sharon Stone, Salma Hayek, Catherine Zeta-Jones) pero, según confiesa hoy a los 74 años (22 más que su esposa), nunca pudo olvidar a Pamela. “Ella nunca ha conocido su verdadero potencial como artista, todavía tiene que brillar de verdad. Tiene mucho más de lo que parece. Si no, no la querría tanto. Quiero protegerla y tratarla como se merece que la traten”. Si esto no es un final feliz made in Hollywood, que baje Dios y lo vea.