Dice Sharon Stone que con el tiempo y la experiencia ha aprendido a "mirar las cosas de otra manera". Y que para conseguirlo, "murió, vivió y ha sido", como dice la película 'The Last Living Movie Star', "la última gran estrella del cine". A sus 63 años, es una de las pocas actrices de Hollywood en activo cuya carrera se labró en exlcusiva durante la era analógica. Lo defiende así en el cierre de su autobiografía, 'La belleza de vivir dos veces', en la que narra con minuciosos detalles el tortuoso camino para llegar a donde está. Una accidentada biografía en la que cuenta cómo el mayor de sus éxitos y que le catapultó a la fama, su papel como asesina en 'Instinto Básico' (1992), estuvo teñido por un supuesto engaño por parte de su director, Paul Verhoeven, quien la actriz asegura que nunca le dijo que enseñaría sus partes íntimas sin ropa interior. Y eso es solo el principio.
"No se te ve nada, solo necesito que te quites las bragas ya que el blanco [del vestido] refleja la luz, por eso sabemos que tienes las bragas puestas". Esta fue la excusa con la que, escribe Stone en el libro, Verhoeven le pidió que se quitara la ropa interior para la mítica escena del cruce de piernas con el que intentaría seducir al policía. Pero como cualquiera que haya visto la escena sabe, sí se le veía. Y Stone lo supo en el primer visionado de la película en el que, lejos de estar solo el equipo de rodaje, había "una sala llena de agentes y abogados, la mayoría de los cuales no tenían nada que ver con el proyecto. Así fue como vi la imagen de mi vagina por primera vez", escribe.
"Éramos yo y mis partes ahí arriba. Tenía que tomar decisiones. Fui a la cabina de proyección, le di una bofetada a Paul, me fui, me metí en el coche y llamé a mi abogado, Marty Singer". Después de pensar en denunciarlo, Stone cambió de opinión. "Fue mucho en lo que pensar", cuenta. Y finalmente decidió seguir adelante con la película tal cual a pesar del engaño: "Por el amor de Dios, luché por ese papel, y en todo ese tiempo [de carrera] solo este director me había defendido. Tenía que encontrar alguna forma de volverme objetiva".
Este se había convertido en el primer gran papel de Sharon Stone tras haber abandonado su Pensilvania natal. Mudarse a Nueva York para triunfar en el espectáculo fue la persecución de un sueño pero también una huida hacia adelante. Durante su infancia, Stone y su hermana habían sufrido abusos sexuales por parte de su abuelo materno. Y toda su familia estaba bajo amenza tras el encarcelamiento de su hermano por tráfico de cocaína para que este no revelara para quién trabajaba. Sus padres, dice, la apoyaron en su carrera en el mundo del espectáculo porque así se quitaría de en medio y saldría de la ciudad.
Pero aunque en el título de su biografía Stone hace referencia a la segunda vida que le regaló haber sobrevivido a un ictus, también narra otra serie de veces en las que estuvo a punto de morir o sufrió experiencias traumáticas. Como cuando a los 14 años intentaba domesticar a un caballo montándolo y casi acaba decapitada en el jardín de su casa. Mientras su madre tendía la ropa en el tendedero, el caballo echó a correr: "Mi cuello colgaba abierto, húmedo y desgarrado de una oreja a la otra", escribe. El susto que le podría haber costado la vida terminó en cirugía y, 50 años después, la cicatriz aún es bien visible en su cuello: "como una cuerda roja, rosa y blanca atada alrededor".
Otro de los momentos más duros y peligrosos que la actriz vivió fue su aborto clandestino a los 18 años, mientras iba al instituto. La falta de experiencia y de información, cuenta, fueron los detonantes para quedarse embarazada de su primer novio entonces, y se fue a Ohio para llevarlo a cabo por la dificultad de hacerlo en su estado y a su edad. "Estaba sangrando muchísimo, fue mucho peor de lo que debería haber sido, pero era un secreto y no tenía a nadie a quien contárselo", escribe Stone. "Así que me quedé en mi habitación y sangré durante días. Estaba débil y asustada, y luego simplemente débil". Más tarde, la apertura de un centro de planificación familiar al que acudir le salvó la vida: "Esto, por encima de todo, me salvó: que alguien, cualquiera, pudiera hablar conmigo, educarme. Nadie lo había hecho anteriormente respecto a nada".
En 2001 la actriz sufrió un ictus. La posibilidad de que sobreviviera, dijeron los médicos, era de un 1%. Por no hablar de que lo hiciera recuperando el habla y la movilidad. Tras pasar 14 horas en la sala de operaciones, Stone pasó varios días ingresada en la UCI. Al salir, relata en el libro, perdió audición en el oído derecho, hablaba tartamudeando, perdió la memoria a corto plazo y también levemente a largo plazo, y perdió muchísimo peso.
Cuando algo más de un año después decidió reaparecer en la gala de los Oscar, aún no había conseguido recuperar la capacidad de andar por completo. Pero acabó bailando en el escenario con John Travolta. Durante los ensayos, al ver "cuánto se esforzaban todos los demás por agradar", mientras que ella "se esforzaba por mantenerse en pie", le pidió a Travolta que la acompañara en ese baile, que ese sería su objetivo personal. Lo consiguió.