Dice Toni Cantó en el dossier de prensa de su nuevo libro dos cosas: que se ha subido a un escenario más de dos mil veces y que fue el primer actor en España en llegar al Congreso. De ambas se siente “muy orgulloso” y su combinación da idea del modo en el que el valenciano ha ido evolucionando: a base de metamorfosis sorprendentes, muchas veces radicales, pero que tienen en el fondo vasos comunicantes. “Desde pequeñito estoy acostumbrado a buscarme la vida, sobre todo tras el divorcio de mis padres”, dice. “Limpié coches, pescaba mejillones y los vendía en la urbanización, limpiaba el bar de mis tíos, puse copas (...), ganaba tres veces más como modelo que mi padre médico”.
Todo eso (y mucho más) lo cuenta en sus memorias, que llevan como elocuente título ‘De joven fui de izquierdas pero luego maduré”. Así, sin coma antes del ‘pero’. Algo que le ha traído muchas críticas en redes, sobre todo tras su nombramiento como director de la Oficina del Español de Ayuso, una silla a estrenar para él. “Me estudian tanto que me persiguen hasta las comas. Creo que está también bien sin ella. Y no sería un error mío solo, sino de la editorial, no es por echar balones fuera”, explica al sentarse frente a la cámara. ¿Es una provocación ese título?, le preguntamos mientras le ponemos el micro. “Sí, aunque el que a mí me gustaba era uno aún peor: Más viejo y más facha”, añade sonriendo.
Sabe de grabar y decir y mostrarse: es un día caluroso y le ha costado encontrar el estudio, así que se mira si hay sudor en las axilas antes de empezar, facilita las pruebas de sonido, “lunes, martes, miércoles”, ayuda al plano, “jueves, viernes”. ¿Eres el Reagan español?, le insistimos con cierta ironía. “Ni mucho menos he llegado donde él o Zelenski, pero sí soy un actor metido a política. Y me gustan, porque la gente me ve con prejuicios y esos referentes ayudan. Además, la política y la actuación se parecen mucho”.
Conversa fluido, contundente. Elige bien qué datos de una realidad quiere subrayar y cuáles omitir. También cuando dar un requiebro. En el libro se explaya con su niñez y su familia, homenajeándola con romanticismo: sus “abuelos fachas y abuelos rojos”, un tío abuelo nazi, un abuelo que era “como John Wayne playero”, el divorcio traumático de sus padres siendo adolescente, su padre “como un héroe”, su madre “manirrota” tirando de él y sus tres hermanos “asalvajados”, cuando rescató a aquellas niñas del espigón de Castellón donde se había criado.
También habla de su mudanza a Madrid en plena Movida y dedica un capítulo a cada uno de sus tres hijos (Carlota, Lucas y Violeta), con tres mujeres diferentes. Las tres separaciones de sus madres (la actriz Eva Cobo, la presentadora Carla Hidalgo y la actriz Mar Regueras, respectivamente) fueron complicadas y muy mediáticas, sobre todo la primera, que él califica como su “primer infierno personal”, en la que negó durante tres años la paternidad a su hija mayor Carlota, solo superado por el “verdadero infierno personal” que llegó después, el terrible fallecimiento de esa niña con 19 años y su novio a manos de un conductor borracho: “Fue un tiempo muy oscuro, muy violento, de querer hacer y hacerme daño”.
Le ha pasado de todo a Toni Cantó a sus 57 años, y de todo ello conversamos. Incluido el sonado rumor de que tuvo una relación amorosa con Miguel Bosé en los noventa.
¿Nos hacemos conservadores con la edad?
Hay una época para la rebeldía y el idealismo y otra para el realismo. Hay que quitar el prejuicio de aburrido y cobarde a la palabra.
¿Te dicen mucho que vaya cambio?
Sí, pero yo les digo a ellos que cómo no han cambiado viendo al mundo cómo va. El otro día veía a Gary Oldman en una peli haciendo de Churchill y dijo: ‘si tú no puedes cambiar, no puedes cambiar nada’.
Hablas mucho de tus abuelos en el libro
Sí, tuve una parte roja y otra facha. Mi abuelo paterno lo pasó mal en un destierro en Extremadura, a mi tío abuelo casi le fusilan varias veces... A mi tío abuelo rojo le salvó la vida un cura en un juicio. Ver las dos cosas desde pequeño me ayudó a no criminalizar ninguna.
¿Tu abuela materna tuvo un hermano nazi?
No. Bueno sí. Cuando vi al tío Hans su foto con el uniforme de guerra nazi me quedé de espantado. Luego he aprendido que muchos tuvieron que ponérselo bajo pena de muerte.
¿Llamas a tu abuelo materno Pepe el ‘John Wayne playero’?
Era un personaje fascinante. Muy de derechas, leía el Alcázar. El ABC le parecía flojo. Aprendí muchas cosas, tenía un carácter muy fuerte, con una mirada te hacía llorar. Era brutal su efecto. A mi abuela Oma, con su parte alemana, también le costaba exteriorizar los afectos, pero luego estábamos todos los nietos en su casa en verano con unas paellas de diámetros imposibles. Mi abuela tuvo dos hijas y luego tuvo la polio, y tuvo otros cinco hijos más enferma. El aprendizaje de la familia numerosa a la hora de comer me ha ayudado mucho: no existía el ‘no tengo hambre’. Había una fuente en medio y éramos pirañas.
Pascual y Hortensia, por la parte paterna, ¿cómo eran?
La definición de bondad. Eran la cosa más bonita que he visto en mi vida. Les agradezco mucho todo.
¿Te acordaste de tu abuelo Jhon Wayne playero cuando rescataste en Castellón a aquellas tres chicas de ahogarse en el espigón?
(Risas) Él lo habría hecho igual. Le vi de niño presentarse delante de otro tipo que se estaba ahogando con una piedra: si me agarras, si me arañas, te voy a dar con esto y te sacaré inconsciente, elige. Y el otro se tranquilizó. Lo de las niñas no tuvo más merito que conocía el sitio, he pasado media vida pescando allí. Cuando vi al socorrista sin zapatillas vi que no las iba a sacar, así que me las puse y fui para allá.
Cuentas que te afectaron mucho las discusiones de tus padres
Sí. Mis padres empezaron a separarse en el 78, entonces era una rareza. La gente no se separaba porque tenía un coste social. Para mi fue complicado. Traumático por el señalamiento social. Luego volvieron a intentarlo en Barcelona, pero no salió y mi madre se volvió con nosotros a Valencia, con una parada de dos años en Benicassim porque creo que mamá no quería aceptar la derrota y que la siguiesen señalando. Mi padre era un modelo a seguir en deporte, honradez, capacidad de trabajo, ideológicamente… Le eché en falta en plena adolescencia.
¿Tu héroe?
Absolutamente. Era muy especial. En Valencia me paran por la calle para hablarme de él, porque les ha operado o porque alguna señora me suspira: Toni, tu padre era… (risas). Tengo fotos de papá que era un auténtico bellezón, que además introdujo el rugby en Valencia.
El divorcio vino porque él se enamoró de otra mujer, ¿no?
Sí, de Begoña, con quien sigue desde entonces y con quien tuvo dos hijos, María y Daniel. Tengo a Javi, con quien solo me llevo 11 meses, a Silvia y a Alejandro, que nos tuvieron en seis años, y luego a los otros hermanos.
¿Crees que ese divorcio te ha afectado en tus relaciones?
Alguna vez he pensado en la ironía que supone para mi que cuando ocurrió aquello yo pensaba ‘nunca me separaré, lo que le ha ocurrido a papá no me pasará a mí’, y luego mira (risas). No sé si es algo que tiene que ver con los genes, con el carácter heredado que también es genético, pero el hecho es que vaya si me ha sucedido.
De hecho calificas en el libro como “primer infierno personal” tu primera separación
Aquella separación vino aparejada con un componente social muy fuerte por un programa que había entonces en el que dijeron barbaridades… Eso me pasa ahora y me la pela, pero entonces me afectó de un modo brutal: pensé que no iba a levantar cabeza, ni personal ni laboralmente. El otro infierno, el de verdad, fue cuando se me muere una hija. Y paso por un estado muy complicado, muy oscuro, salvaje… muy violento. De querer hacer daño y de querer hacerme daño. La rabia tiene que ver con la incapacidad de sacar un dolor tapado y me costó mucho sacarlo a paladas pacientemente. Aceptarlo y atravesarlo me permitió seguir con mi vida. En esos infiernos hay dos opciones: una es distraerse, que es la mía, no parar de salir… y la otra revolcarte en eso. Intento ir por el caminito del medio. Un amigo me dijo que hay una tradición judía que dice que hay que dedicar todos los días un rato a sacar ese dolor aunque no tengas ganas y eso me ayudó mucho.
¿Fuiste a terapia?
Ya estaba, durante mucho tiempo. Pero sí, volví con mi terapeuta. Me vino bien, pero fue mejor ese consejo de mi amigo para mi carácter: obligarme a conectar con el dolor todos los días.
¿Hubieses hecho las cosas diferentes con tu hija de saber esto?
No. Yo creo que está bien así. Hay que aceptar… En el libro digo que no sé cómo he sobrevivido a tantos errores. Lo fundamental es que aún cometiéndolos todos, hice en aquel momento lo mejor que supe. A veces pienso, si no hubiera hecho esto así, pero es absurdo detenerse en esas tonterías, ya están pasadas. Hay que reconciliarse: oye, macho, lo hiciste lo mejor que pudiste, aprende para la siguiente.
También hablas de Lucas, al que llamas tu “miniyo”.
Es muy parecido a mí. El día que cumplió 18 fue un shock: al verle me di cuenta de que cumplía los mismos años con los que yo me fui a Madrid, y ves a un niño, que cree saber ochocientas mil cosas más de las que sabe, con esa chulería… Le miraba y decía ‘así me fui: sin conocer a nadie, trabajando en una discoteca. ¿Sería él capaz de hacerlo? Creo que no’. Y mira, ahora ha cumplido 19 y me comunicó que se independizaba y trabaja y estudia, así que sí que ha podido. Y quiero pensar que hay algo de ese carácter independiente que tiene que ver conmigo.
De Violeta dices que es “la más larga”.
Tiene una cosa que me encanta y es que es lista, rápida, despierta. Es una tía muy especial. Yo no tengo eso. Cumple 16 ahora y Lucas tiene 19 y hay cosas que le da veinte vueltas y se mete con él. Aunque son de madres distintas, me ha gustado mucho que juntos los tres hemos formado un núcleo curioso. Y ellos al no verse normalmente, el finde que tocaba conmigo era una fiesta y una celebración. Igual me meto en un jardín, pero creo que para Violeta convivir con Lucas ha sido muy bueno, porque él ha sido siempre muy puñetero, de meterse con ella, de pegarle, y ella se chivaba pero yo dejaba que saliese sola de esas situaciones, porque pensaba que era bueno para ella en su relación con los hombres.
¿Tienes cada vez más en cuenta a tus hijos?
Sí. Supongo que tiene que ver con cómo he ido evolucionando, en cómo me he ido orientando hacia otras cosas que no sean el trabajo. Con el tiempo me he ido más hacia mi pareja y mis hijos y ahora entiendo cosas que antes no entendía.
¿Te lo pasaste muy bien al llegar a Madrid?
Muy bien. Con 19 años ganaba como modelo tres o cuatro veces más que mi padre médico, me daba vergüenza decírselo, compartía casa con colegas… Había mucha más libertad que ahora. Queríamos apurar cada gota de vida.
¿Has tenido algún momento en que te dijiste: vale, hay que parar un poco con las drogas?
No, siempre he sido muy responsable. Y no me gusta el tema de la banalización con las drogas. En los círculos artísticos lo hacen y hay gente que se quedó por el camino. Eso con mis hijos intento dejar claro su lado peligroso.
Está la idea de que estuviste con Miguel Bosé en esa época
Ah, bueno. Pero, qué bien, ¿no?.
¿Fuisteis amantes?
No, pero me hubiese encantado. Miguel es una de las personas más… Sigue siendo muy buen amigo. Y sigue siendo uno de los tíos más… A mí me dicen, en aquella época, pero ahora también, dime uno de los hombres que te apetezca conocer, y es Miguel. Su casa era una extraordinaria, con su madre y sus dos hermanas, siempre abierta. Y te podías encontrar a gente fascinante.
¿Por qué crees que la gente lo cree?
No tengo ni idea. Pero vamos, que encantado.
En alguna entrevista has comentado que eras bisexual
No, hice una broma al respecto. Creo que una boutade en una entrevista de que si era mi primera oveja. No sé. Una de las cosas buenas de esa época es que a nadie le preocupaban esas cosas, y ahora sí. Todo el día vigilando con eso, utilizando estas cosas para separar.
¿Qué tal te llevas con Rivera ahora?
Muy bien, preparé la parte de oratoria de su master. Hay tres personas que me han inspirado: Rosa Díez, Albert Rivera e Díez Ayuso.
¿Con Ayuso te has ido de cañas?
No, pero como si sí. Tengo plena confianza en ella y nos escribimos a menudo. No hay un sitio más interesante para estar en política ahora mismo.
Con tanta metamorfosis, ¿cómo te ves en 20 años?
En la misma playa de mi infancia, sin currar (aunque yo sin currar no sé estar), con mi mujer, mis hijos, mi grupo de amigos de toda la vida. Valencia y playetas