A punto de cumplir los 70, Carmen Posadas vive uno de sus mejores momentos. Durante muchos años fue un personaje del mundo del corazón, pero hoy es simplemente una escritora de éxito. Casada en dos ocasiones y madre de dos hijas, su vida daría para escribir una de sus novelas. Y, de alguna forma, retazos de su biografía se cuelan en su novela más reciente, Licencia para espiar' (Espasa). Hija de un diplomático que fue nombrado embajador de Uruguay en Moscú, desde muy pequeña vio cómo el personal que trabajaba en su casa espiaba a su propia familia, en una situación que muchas veces resultaba más absurda que inquietante.
Inspirada quizás en su fascinación por aquellos tiempos en suelo soviético, Carmen se ha lanzado a recopilar la historia del espionaje desde el punto de vista de las mujeres que se dedicaron a esa labor, una ardua labor que ha requerido de un laborioso proceso de documentación, ya que muchas de las historias que recoge habían caído en el olvido. En Uppers hablamos con la ganadora del Premio Planeta en 1998 sobre aquellos tempranos escarceos con un mundo de secretos y enigmas, sobre los errores de juventud y sobre esas intrépidas mujeres que protagonizan su último libro.
¿De dónde surge tu interés por el espionaje?
Siempre me han interesado, pero más aún después de que mi familia viviese en Moscú. Cuando a mi padre le nombraron embajador de Uruguay. La casa estaba llena de micrófonos.
¿Has conocido a algún espía de verdad o has tenido sospecha de que alguien podría serlo?
En Moscú conocí a unos cuantos. Y no se tomaban la molestia en disimular. Sabíamos que la cocinera te espiaba. El que traía el café con leche por las mañanas también, hasta el jardinero era espía. De hecho, era el que colocaba los micrófonos; lo pillamos más de una vez.
¿A ti te habría gustado ser espía?
Me temo que no tengo el temple, me temblarían las piernas.
¿A quién te gustaría espiar si tuvieras la oportunidad?
Me encantaría entrar en los archivos del Vaticano, en la parte más reservada y secreta. Creo que hay allí documentos increíbles.
Te casaste muy joven y fuiste madre muy pronto. ¿Alguna vez te has arrepentido de hacerlo enseguida?
No me arrepiento, pero no lo recomiendo. Es mejor hacer las cosas más despacio y vivir cada época de la vida a su tiempo.
¿Qué le dirías desde lo que sabes ahora a la Carmen Posadas de 20 años?
Que no debería haber dejado la universidad para casarse.
Aprendiste desde niña muchas normas, ¿a veces no te gustaría saltártelas todas?
Soy muy disciplinada. A veces me salto las normas, pero no todas….
Si no fueses escritora, ¿serías diplomática como tu padre o restauradora como tu madre?
Ni una cosa ni otra. Mi vocación frustrada es cantante de ópera (lamentablemente no tengo ni una oportunidad, canto como una rana).
Afirmas en las entrevistas que eras la "patito feo" de tus cinco hermanos. ¿Por qué te sentías así?
Porque ellas eran guapas y yo un conguito
¿Se parece el amor y el matrimonio?
No siempre
¿Siempre sí a las segundas oportunidades?
¡Por supuesto!
Un gesto de mala educación que no soportes en el día a día
Me molesta la gente que es desconsiderada y ni siquiera se disculpa
¿Cómo llevaste aquello de ser perseguida constantemente por los paparazzi?
Muy mal. No me gusta nada ser carne de paparazzi
¿Hay algo de lo que te arrepientas de haber hecho (o dejado de hacer)?
Antes decía que no me arrepentía de nada. Ahora me doy cuenta de que es una gran soberbia. Hay muchas cosas que podría haber hecho mejor.
¿Qué se necesita para ser un(a) buen espía?
Según me contó la espía en activo a la que entrevisto al final de mi libro: Temple, inteligencia y, sobre todo, el silencio.
¿Por qué una mujer es mejor espía que un hombre?
Ni mejor ni peor. Cada sexo tiene sus cualidades específicas. Las mujeres somos más intuitivas, por ejemplo. También pasamos más inadvertidas por lo general y, somos mejores a la hora de no hablar demasiado…
¿Qué tienen en común las mujeres que reúnes en el libro?
Son mujeres muy distintas. Algunas altruistas, patriotas, idealistas. Otras malvadas, oportunistas o tan poco recomendables como el nazismo.
Cuéntanos algún caso que te haya sorprendido especialmente
Son todos sorprendentes. Por eso los he elegido. Tal vez el caso más curioso es el del caballero de Eon, espía al servicio de Luis XV de Francia. Enamoró a Jorge de Inglaterra, a la Zarina de Rusia y se acostó incluso con Casanova. A la primera le hizo creer que era un hombre, al segundo y al tercero que era una mujer. Engañar al mismísimo Casanova no era fácil.
¿Por qué Mata Hari es la espía más famosa y perdura en el tiempo?
Era una espía pésima y sin embargo ha quedado como el epítome de las espías. La razón es que era una estrella en su época (bailarina conocida en toda Europa). Si su caso fue tan sonado se debe a esta circunstancia. Es como si mañana se descubre que Madonna espía para los rusos. Sí supo morir como un valiente. Eso la redime de su patosería como espía.
Caridad Mercader, la ‘Pasionaria catalana’, es otro ejemplo mítico. ¿Por qué no se la conoce como a Mata Hari?
Digamos que si Shakespeare la hubiese conocido, Lady Macbeth se habría quedado en mantillas. Su caso no es tan conocido por el gran público, pero en los anales del espionaje le dedican varías páginas.
¿Cómo llevas el paso del tiempo?
Con resignación. El próximo año cumplo 70 añazos y me parece tremendo (claro que la otra opción es peor…).
¿Qué le dirías a la Carmen de 90 años desde lo que sabes ahora?
No tengo demasiado interés en llegar a esa edad. Ser una viejita encantadora no me atrae demasiado.