La intrahistoria del profesor don Pardino, el tipo anónimo que te corrige los errores ortográficos con mucha guasa
Se sabe muy poco de quién está detrás de este maestro que pulula por las redes disfrazando con ironía nuestra desoladora torpeza con las reglas lingüísticas
Sus viñetas nos recuerdan a las de Escobar e Ibáñez y en las redes sociales es todo un fenómeno. Le consultan tanto estudiantes como maestros y profesionales de la escritura
Tiene un propósito muy didáctico: vencer a los titis, unos diablillos inspirados en los mensajeros de Lucifer que en la Baja Edad Media, según la leyenda, se colaban en los textos de los escribas
El profesor don Pardino es una versión moderna de Pepito Grillo que nos afea las fechorías que cometemos con las letras, un héroe del mundo digital con el superpoder de convencernos para escribir bien. Su plan es inteligente y persuasivo, pero tiene enemigos extraordinariamente tercos que no se lo ponen nada fácil. Las redes sociales, el WhatsApp y la vida a golpe de clics hacen que tomemos el camino más rápido, sin que nos importe si se van apeando comas o tildes.
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Lo curioso es que de esta peculiar criatura se sabe muy poco. Solo lo evidente o hasta donde nos permite nuestra intuición. Es un personaje de cómic que nos regala viñetas muy divertidas. Tiene una gran barba blanca y hace tiempo que debió de empezar a perder el pelo, a juzgar por su cabeza casi despejada. Viste pajarita roja y cuando se desprende de los zapatos nos demuestra su sensacional dominio de los dedos de los pies para sujetar los libros mientras escribe. Por su aspecto y los gestos, diríamos que es un sabio algo chiflado. Se revuelve cada que se topa con una odisea con hache, una onomatopeya mal escrita o una exclamación sin cerrar. "Los signos de interrogación y exclamación van por parejas", nos reprende en una de sus viñetas.
Esto sabemos del padre de la criatura
¿Quién es el creativo o el historietista que nos está sirviendo una suerte de Carpanta con hambre voraz de signos de puntuación? El profesor don Pardino nació en 2015 con paternidad anónima y doble. El progenitor es un desconocido dibujante, filólogo y profesor que prefiere trabajar desde el anonimato. La madre, una amiga médica. Ignoramos tanto el reparto de tareas en la crianza de don Pardino como cualquier detalle del alumbramiento. Cuando intervienen lo hacen de forma telemática, ocurre en los congresos Trabalengua sobre divulgación de la lengua que organiza la Fundación San Millán de la Cogolla.
Por edad, el modo de delinear y su estilo costumbrista, este maestro tuvo que ser amamantado por los tebeos de Mortadelo y Filemón, los descabellados detectives que empezó a crear Francisco Ibáñez en 1958 y con los que crecieron varias generaciones. Para cultivar su sabiduría acude a fuentes como la Ortografía y la Gramática de la RAE, el manual de Fundéu, el Instituto Cervantes y muchos blogs y cuentas en redes sociales que considera solventes. En sus primeros años leyó a Verne, Twain, Cervantes, Jane Austen o Buero Vallejo. Como historietista tiene muchos referentes. Además de Ibáñez, le entusiasman el gran Escobar, creador de Zipi y Zape, o David Lodge, uno de los grandes maestros del humor británico.
Lucha sin tregua contra los malvados titis
Lo que nos está enseñando es que la letra con sentido del humor entra mejor y eso le ha convertido en un fenómeno en las redes sociales. Cuenta con 54.000 seguidores en Twitter y 24.500 en Instagram. En este contexto se encuentran sus mayores adversarios, los titis, "unos seres malvados que propagan errores ortográficos y gramaticales". Proliferan también en la prensa, en los diccionarios y dice que hasta en el Quijote hay algún titi. Son los antihéroes que necesita todo héroe y don Pardino los ha inventado inspirándose en Titivillus, un demonio que, según la leyenda, durante la Baja Edad Media trabajaba al servicio de Lucifer para colar errores en los textos de los escribas. A ellos ha dedicado su primer libro 'El profesor don Pardino contra los titis', una novela gráfica en la que este profesor enseña las reglas de ortografía y puntuación más importantes.
Siempre va cargado de rotuladores que le sirven de torpedos y con unos pocos trazos nos muestra la diferencia entre rallar queso y rayarse o cuándo debemos usar la conjunción adversativa sino o combinar el si condicional y el adverbio de negación no. Por su frescura, para los profesores y algunos profesionales que trabajan con la lengua, como los traductores, el profesor don Pardino se ha convertido en su gurú. Ameno, pero enjundioso. No publica con una periodicidad fija, pero renueva constantemente el contenido y sus seguidores interaccionan con él transmitiéndole sus dudas e inquietudes en el manejo de la escritura.
Impulsó un campaña para reclamar las tildes
Ese viejo maestro, a veces cascarrabias, no reniega de internet -¿cómo lo iba a hacer si ha nacido en ellas?-, pero lamenta que por su influencia los jóvenes estén perdiendo la capacidad de hilar ideas y de estructurar su pensamiento. "El desastre es inminente", dice. Por lo que se desprende de sus hilarantes viñetas, cree que la enseñanza ahora es más laxa a la hora de exigir corrección lingüística. Y a punto estuvo de dar la batalla por perdida cuando, al lanzar su campaña #acentúate para reivindicar las tildes, descubrió que el algoritmo discriminaba el contenido precisamente por su uso.
Es un héroe y no se rinde. Para 2023 ya ha preparado su peculiar calendario en forma de cómic. En cada mes aparece una de esas aventuras en las que don Pardino tiene que cazar un titi con su boli supercorrector. "Entre el sujeto y el predicado no se pone coma", avanza en los primeros días del almanaque. En los siguientes nos recuerda algunas lecciones que hemos ido descuidando, como que los puntos suspensivos solo son tres o que las mayúsculas se acentúan, "no hay excusa". A partir de ahora, ya sabremos quién vendrá al rescate si somos víctimas de un titi malvado.
Pero ¡cuidado! Si el profesor don Pardino no llega a tiempo, puede salir caro. Una encuesta de la Universidad de Alicante desveló que el 82% de las mujeres penaliza los fallos en la escritura. Por el contrario, hacerlo correctamente aumenta las posibilidades de concertar una primera. Y no es el peor riesgo de cometer errores garrafales. Mejor será entonces no bajar la guardia y consultar con este sabio antes de que ese ¡ay! con el que quisimos decir hay se convierta de verdad en un lamento.