Fantasías, confesiones, escándalos. De todo hay en ‘Cartas eróticas’, el libro en el que los tabúes no existen. Nombres tan variados como Virginia Woolf o Emilia Pardo Bazán, pasando por Oscar Wilde, Goya, Emily Dickinson o el Marqués de Sade cogen la pluma y se quedan a solas con su deseo y el remitente. Combinación explosiva que nos trae el escritor y editor francés Nicolas Bersihand (París, 1976), probablemente uno de los mayores expertos del mundo en epístolas, sobre todo si son subidas de tono. Ha ido recogiéndolas una a una de diferentes fuentes, en un afán recolector que roza el voyeurismo. Le preguntamos sobre este tributo a Eros.
¿Por qué un libro sobre cartas eróticas?
Es un material poco conocido y puede que en él radique el secreto de las pasiones humanas. Son vidas atormentadas por el deseo, dispuestas a hacer lo que sea para cumplirlo. Y testimonios soberbios de la vida íntima de esas personas, con sus locuras, debilidades y problemas.
¿Dónde has ido encontrándolas?
Leyendo obras completas, correspondencias, epistolarios, tratados y ensayos sobre el erotismo... ‘Habitando’ la Biblioteca Nacional de España durante año y visitando muchas otras digitales.
¿Por qué nos es más fácil decir cosas íntimas por escrito?
Es magia. Por un momento se suspende el vuelo del tiempo y las circunstancias de cada persona desaparecen ante esta necesidad imperiosa de expresar algo, muy profundo, visceral, íntimo o nunca desvelado, a otro.
¿Cómo es el deseo por escrito? ¿Se exagera?
El deseo es exceso casi por naturaleza, sin que esa exageración sea mentira: es la pura verdad del deseo vivido. Por escrito se libera aún más el deseo: la distancia lo multiplica aún más. A veces es muy directo, como en las cartas de Emilia Pardo Bazán a Benito Pérez Galdos o de Goya a su "amigo" Zapater, otras técnico, como las de Stendhal. Otras más poéticas y enfáticas, como las de Wilde.
Tu carta favorita del libro
Las tres cartas de Juliette Drouet, la gran mujer de Victor Hugo, emblema del romanticismo francés, donde le explica la naturaleza del orgasmo femenino, escrita a mitad del siglo XIX.
La que más te sorprendió
Las cartas de una mujer anónima, Mademoiselle S, a su amante, que se encontraron en un baúl en una mudanza: son la mayor correspondencia erótica de la historia, sin que se sepa quienes fueron los amantes. También la de Maupassant, feliz de anunciar a un amigo, que acaba de enfermar de una enfermedad sexual, la sífilis, de la que morirá más tarde, con un ocaso espantoso y final tan doloroso. También la carta de la cuñada del marqués de Sade: prometida al convento, se cruzó con el divino marqués, casado con su hermana, con quien vivió la única pasión de su vida, de la que dejó constancia en una carta escrita con su sangre donde jura ser suyo para siempre.
La más excitante
La que le envía la poetisa, artista y bohemia Gisèle d'Estoc a Guy de Maupassant, su "hermana en placeres prohibidos", que empieza proponiéndole un plan: "que vayamos a amarnos a alguna parte, en plena naturaleza" porque "en una habitación, en un cama, me veo obligada a ahogar estos gritos que aumentan mi placer aún más".
La más tierna
Una de ruptura de Jorge Sand a Alfred de Musset, el enfant terrible del romanticismo francés: dejando claro que la separación se debe a la insatisfacción íntima del varón, Sand se despide de él como una hermana de sangre, sin rencor ni reproche. También la de la madre de Mary Shelley, la autora de Frankenstein, Mary Wollstonecraft, la gran feminista inglesa, al hablar del deleite que surge "de la unión del afecto y de deseo".
La que roza lo porno
No lo roza, lo es: las cartas de Lou, la amante del poeta Apollinaire, precursor del surrealismo. Alistado voluntariamente en el ejército francés durante la primera guerra mundial, tuvo un affaire tórrido con una mujer que conoció en un tren, a quien abrumó con cartas y poemas eróticos, muy famosos. Un siglo después, se publicaron las de esta misteriosa mujer que superan a las del poeta.
La que rompe el mayor tabú
Las de Leopoldo Sacher Masoch, el inventor del masoquismo, a su futura mujer. Le pide, condición necesaria para casarse, que firme un contrato donde Leo exige ser tratado como "su perro, su esclavo".
La más LGTBI+
Para ellos, las cartas inéditas y protegidas de Balzac, donde deja claro, al menos, su bisexualidad. Para ellas, las de la escritora Violet Trefusis a Vita, la futura amante de Virginia Woolf: ¡puro fuego! "Te deseo vorazmente, frenéticamente, apasionadamente".