Javi Royo y su gimnasio creativo para tu cerebro: "Dibujar es un arma contra el envejecimiento"
El artista zaragozano publica ‘Dibujo, luego pienso’, un libro para que todo el mundo pueda ejercitar su creatividad sin miedo ni vergüenza
¿Por qué nos da 'cosa' dibujar? ¿Somos todos creativos? ¿Qué pasa cuando uno se lanza de pronto a mezclar churras con merinas?
Hablamos con el gran Javi Royo, autor de nuestra viñeta de Uppers de los sábados, para que nos explique cómo es este gimnasio cerebral con forma de libro que se ha montado
Empecemos por el principio: “Todos sabemos dibujar”. Y también: “Todos somos creativos”. Lo dice Javi Royo, el ilustrador zaragozano (casi catalán) que todos los sábados nos hace sonreír con la viñeta de Uppers y que ahora publica ‘Dibujo, luego pienso’, un libro que mezcla su saber como creador con claves neurocientíficas sobre cómo funciona tu cerebro y divertidos ejercicios ‘in crescendo’ para salir airoso a la hora de enfrentarte a la página en blanco. “Cuando dibujas, tu mano la mueve el cerebro, pero luego eso dibujado vuelve a pasar por él: es un órgano plástico que se puede fortalecer”, explica en un bar de la Gran Vía madrileña con los cristales llenos de claveles y vermuts.
Les pasó, según cuenta, a los taxistas de Londres. "Descubrieron que tenían el hipocampo más grande que el resto de la población, la parte del cerebro encargada de la memoria espacial". Es decir, aprenderse todas las calles de la ciudad del Támesis había sido un gimnasio diario estupendo y, como cualquier músculo de atleta, su cerebro estaba ‘cachas’. “La neurociencia se ha dado cuenta de que es un órgano plástico y que tú lo puedes modificar. A mí me pasa que me acojono todos los septiembres, cuando vengo de las vacaciones de no hacer nada y me pongo con las viñetas como agarrotado y pienso que nunca más voy a volver a mi yo de junio con la cabeza en forma”, añade.
Así que eso se ha montado Royo: un gimnasio para tu ‘cerebrín’, que así ha llamado al personaje que te irá guiando por las páginas del libro. De hecho, todo nació de un taller que impartía para diferentes perfiles profesionales (de ingenieros a directores de marketing, de fotógrafos a abogados), en el que les enseñaba a usar el dibujo como una lengua. Y a quitar el miedo a no ser Da Vinci. Y a motivarse. Y a mezclar sin prejuicios churras con merinas. “¡Fuera la norma y los 'noes'! ¿Por qué no? Hay que mezclarlas justo porque siempre han dicho que no lo hagas”, insiste.
Así que quieres poner a todo el mundo a entrenar el cerebro en tu gimnasio
Eso es, como un atleta. Hasta ellos empiezan temporada con rutinas de entrenamiento mucho más suaves que van subiendo. En esto de la creatividad hay una parte que es física también, y eso es muy bonito: te relaja un poco porque siempre nos han vendido una conexión mística con la inspiración, como que hay gente que la tiene y otra que no, una romantización extrema del creador y del genio.
¿No hay genios?
No como creemos, quiero desmontar esa idea. No es que no existan, hay super atletas que corren muy rápido, que han entrenado mucho la cabeza y pueden hacer cosas increíbles, incluso anticiparse como los de las vanguardias, pero no hay nadie sobrenatural. Hasta Picasso se inspiró en las máscaras africanas. Supo agarrar las referencias, ser un gran ‘ladrón’ en este sentido de interiorizar referencias y hacer otra cosa luego con ellas. Ser creativo es ser un buen ‘ladrón’ para poder conectar cosas diferentes. Si no estás ‘robando’ bien estás plagiando.
¿Todos somos creativos entonces?
Sin duda. Y los animales. Si la creatividad la entendemos como usar los recursos para llegar a un resultado que te beneficia fuera de la caja, lo son.
¿Por qué la gente dice que no se puede aprender a ser creativo a los 50?
Por un lado está la rigidez, posiblemente uno tiene rutinas muy marcadas que se han ido generando en tu vida, y las rutinas siempre son enemigas de la creatividad. Vas creando lugares donde estás más cómodo y te vas ajustando a ellos. Es más complicado a medida que pasa el tiempo descubrir nuevos caminos que no cogiste. Yo la vida la veo así, de hecho. Vas eligiendo caminos cuando te van llegando y no puedes elegir los dos… Pero soy muy defensor de, a partir de cierta edad, volver a ese otro camino que no has transitado y retomarlo. La creatividad que a mí me gusta va un poco por ahí. Decir: voy a probarlo. ¿Por qué no lo voy a dibujar ahora si siempre me ha gustado? La edad madura ya no se entiende sin actividad. Antes podías pensar que cuando te jubilases ibas a no hacer nada durante el resto del tiempo y ahora no, ahora está claro que es justo el momento de hacer mil cosas diferentes.
¿No te gusta no hacer nada?
No, me recuerda al 'rincón de pensar' (risas). Defiendo muchísimo el mirar fuera de la caja, sobre todo de adulto.
¿Un ejemplo que te venga a la cabeza?
Mi madre, que tiene 72 años y ha sido profesora de música y compositora desde niña y sigue dirigiendo una coral a pesar de haberse jubilado hace tiempo. Lo dejará cuando no pueda físicamente, pero siempre ha sido para mí un ejemplo de mantener la parte creativa, que tiene mucho que ver con compartir.
¿Compartir?
Eso es. Procastinas, piensas, creas algo (dibujas, escribes, montas una coral, etc) y lo compartes. En el compartir con los otros está la clave, sobre todo en la edad madura, porque estás generando un elemento social para intercambiar. Y no hay nada más importante que tener una vida social a según qué edad, no hay nada peor que la soledad no deseada. Y no lo digo para gente muy mayor, hablo también de los 50 y 60, como yo. La creatividad está muy conectada con evitar una soledad no deseada. Y dibujar es un arma contra el envejecimiento.
Hay un estudio de Havard que habla de que para ser feliz hay que estar con los otros
Efectivamente. En el libro se habla también del ‘ikigay’, la filosofía japonesa de buscar aquello que hace que te levantes por las mañanas. Descubrieron que había una isla al norte de Japón en la que había mucha más población mayor de 100 años que en otras partes del mundo. Estudiaron si era la alimentación, la genética… Pero descubrieron que todos hacían algo (un huerto, pescar, coser, lo que fuese que te hacia moverse al despertar) y que luego eso lo compartían con la comunidad y se reunían. Estaban muy conectados.
¿Es un libro para ser un poco más feliz?
Yo creo que sí, al final yo hago libros para eso, pero no es intencionado, no me pongo una túnica y predico (risas). De mis talleres han salido amigos que llevan años quedando, porque tienen el foco vital puesto en lo mismo. Dibujar es al final hacer autoanálisis sin querer, y te puedes ver desde el exterior, no en tu cabeza rumiando, y eso es otra perspectiva muy interesante.
¿Cómo es el cerebro de Javi Royo?
Ni idea. A mí me gusta jugar, sé que soy jugón. Pero no de los que buscan ganar. Soy muy social y me gusta mucho la gente, hablar con ellos, nutrirme de lo que hacen, aprender. Luego lo uso para mis dibujos. Y soy muy curioso, cotilla nivel Dios. Soy feliz en la plaza de mi pueblo sentado con un pincho y una caña viendo pasar a la gente. Me gusta reírme. De hecho, hay mucha gente que me quiere porque pasa un buen rato conmigo. No soy mentiroso, siempre digo la verdad, pero me gusta cuestionar que haya un único modo de hacer la cosas.
¿Qué ejercicios le dirías que haga a alguien de unos 50 años al acabar de leer esta entrevista?
Uno sencillo y fácil sería que yo te doy una forma (una montaña, un platillo volante, lo que sea) y tú vas dibujando encima diferentes cosas que te inspire. No hay que tener miedo al dibujo. O también otro: dos círculos que se cruzan creando un espacio común y yo te digo que con eso dibujes a Dios, escribiendo qué es cada círculo y qué el espacio común. O una línea recta con el principio en el nacimiento, el final en la muerte y yo te digo que me dibujes en esa línea la felicidad (¿picos, garabatos, etc?). Todo por romper el muro a la hora de crear algo: yo te doy un tema y una forma y ya te facilito el camino. Un papel en blanco es una faena porque no es que no haya algo, sino que hay demasiadas cosas. Mejor si te digo algo, aunque sea muy loco, tipo: dibuja un gato y un delfín hablando sobre la madurez frente a un aperitivo(risas). Lo peor que te pueden decir para entrenar la creatividad es dibuja lo que quieras como quieras. ¡Eso es una faena! (risas).
¿De verdad todo el mundo sabe dibujar?
Sí, seguro. Da vergüenza, pero se sabe. Puedes hacer un palo, un círculo, un triángulo. Esto no va de ser Leonardo Da Vinci, va de te puedes fijar en cómo es un vaso y hacerlo aunque te salga un churro… Incluso escribir: escribir es dibujar símbolos. Utilicemos el dibujo como si estuviésemos escribiendo. En lugar de escribir perro, saca de la memoria el dibujo de un perro y ponlo en el papel. ¡Saca al perro que llevas dentro! Estamos en una sociedad super visual y no usamos el dibujo las personas, ¿por qué no hacerlo?
Se lo has dedicado, entre otras personas, a tu chica Idoia y a tus hijos veinteañeros, Lola y Nico.
Me ayudan mucho. Siempre les paso los bocetos al chat familiar para ver si se entiende bien, incluso las viñetas de Uppers de los sábados (risas). Y me dicen ‘ña’, ‘ño’ o ‘vale, sí’. Están hasta el gorro, como podrás imaginar, se la pela ser sutiles conmigo si no les gusta. Todo lo que hacemos lo hacemos en grupo en realidad: la editora, el corrector, tu familia, los colegas, tus referencias… Insisto: hay que compartir lo que uno crea.
Un mensaje para los Uppers que te leen cada sábado
Que sean activos en la medida que les apetezca, es decir, para ser más felices. Pero siempre lo que les apetezca, porque no hay nada peor que te digan que seas activo por obligación (risas). Pero es un buen momento para perder la vergüenza y dedicarte a lo te salga de ahí. Y salir, disfrutar, los amigos… La vida al final va de disfrutonear, ¿no? Pues eso.