Ayanta Barilli, dos meses después de la muerte de Sánchez Dragó: "De mi padre siempre echaré de menos las risas"
En 'Si no amaneciera', publicado quince días antes de la muerte de Fernando Sánchez Dragó, la escritora explora la relación entre un padre y una hija
"Llegados a una determinada edad todos empezamos a pensar en la despedida de nuestros mayores"
"Siempre intentamos buscar un ideal en ese hombre o mujer que tiene que ver con el primer amor o con la primera imagen de la infancia que es nuestro padre"
El destino a veces puede ser muy caprichoso. Ayanta Barilli (Roma, 1969) se pasó cuatro años armando el relato de un padre y una hija que repasan cien años de historia familiar durante las últimos 24 horas de vida del progenitor. Solo quince días después de que 'Si no amaneciera' (Planeta) viera la luz, la autora perdía a su padre, el también escritor Fernando Sánchez Dragó por un infarto súbito a los 86 años. Ficción y realidad entrelazándose, aunque quizás no de forma casual pues el miedo a perder al padre ya estaba ahí de antes, agazapado en el subconsciente.
En la novela, Manuel y Anita se redescubren en un juego de mirada sostenidas en el tránsito entre la vida y la muerte. Él recorre su pasado mientras se aferra como puede al presente. Ella recapitula los recuerdos mágicos y dolorosos que se agolpan en la casa familiar. Justo en el medio se darán de bruces con lo único que al final importa: el amor.
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Dos meses después, es inevitable percibir esas 400 páginas como un legado de amor hacia la figura paterna, como una despedida premonitoria de efectos balsámicos, como si Manuel y Anita no fuesen sino unos trasuntos de Fernando y Ayanta, aunque esa no fuera exactamente la intención inicial. Pero a veces el arte tiene estas causalidades. Sobre las relaciones entre padres e hijas, el peso que la influencia paterna ejerce en quiénes somos y muchas otras cosas hablamos con la finalista del Premio Planeta 2018.
¿Recuerdas el momento exacto en el que surgió la idea de ‘Si no amaneciera’?
La idea surgió cuando recibí una película que había hecho el padre de mi hija sobre los primeros diez años de vida de ella. Le había prometido que se la regalaría al cumplir la mayoría de edad, pero empezó a pasar el tiempo y esa película nunca llegó, hasta que me sorprendió una noche y empecé a verla y me produjo una enorme emoción. Porque, además del crecimiento de mi hija, entendí que ahí había diversas capas: estaba mi hija, estaba mi pareja y yo, estaban los amigos, estaban los familiares y, al final de todo, estaba la casa, sometida a todos los vaivenes del tiempo. Y a partir de ahí, se me ocurrió escribir una novela donde uno de los protagonistas fundamentales fuera la casa.
¿Cuánto hay de ti en el libro?
Es un libro de ficción, pero los escritores siempre pescamos de nuestras experiencias, porque son las que más conocemos y recocemos. Si lo leyera un amigo o un familiar encontraría diversos elementos autobiográficos que han sido pasados por una especie de 'turmix' y lo han convertido en otra historia que es la de `Si no amaneciera’.
¿Crees que escribir este libro pudo ser tu modo inconsciente de prepararte para lo que acabó pasando repentinamente?
'Si no amaneciera' es un largo adiós de una hija a un padre, y evidentemente yo estaba con ese mordisco en el corazón que hizo que me sentara a escribir esta historia hace cuatro años. Creo que ni si quiera fue de un modo inconsciente, fue de un modo bastante consciente, porque todos llegados a una determinada edad empezamos a pensar en la despedida de nuestros mayores.
¿Cómo es la relación padre e hija de los protagonistas de la novela?
Es una relación fundamentalmente de amor, pero claro a lo largo de sus existencias también surgen algunos conflictos que se van dirimiendo a lo largo de esta historia.
Dices en el libro que "los hijos prefieren los cuentos a la realidad". ¿Idealizamos la relación con nuestros padres?
Seguramente durante la primera época de nuestra infancia sí, el padre o la madre es una especie de Dios omnipotente que todo lo puede. Después durante la adolescencia pues se convierte en todo lo contrario, y a lo largo de la madurez llegamos ya a una visión más real, si es que nos hemos dado la oportunidad, o nos han dado la oportunidad de conocer a nuestro padre.
¿Crees que los españoles tenemos muy marcado el mandato (judeocristiano) de querer a los padres?
Creo que sí, evidentemente forma parte de nuestra cultura, es una cultura que está muy marcada por el concepto de familia y eso tiene muchas virtudes y muchísimos defectos también, porque genera muchos problemas.
¿Cómo crees que influye la relación que hemos tenido con nuestros padres en las relaciones posteriores de pareja?
Quizás siempre intentamos buscar un ideal en ese hombre o en esa mujer, que tiene que ver con el primer amor o con la primera imagen de la infancia que es nuestro padre o nuestra madre, en casi todos los casos. Por lo que sí que creo que tiene una influencia muy grande y en el último caso si un niño ha sido querido seguramente podrá desarrollarse con más soltura en el laberinto de las relaciones de pareja.
En el libro hablas de la relación de la protagonista con su madre, también italiana. ¿Cómo describirías la relación con la tuya?
Yo tuve una relación muy breve con mi madre, porque murió cuando yo tenía tan solo nueve años, por lo tanto, tengo un recuerdo absolutamente idealizado.
¿Se aprende mucho de filosofía teniendo una madre filósofa?
Mi madre no era filosofa, mi madre era profesora de filosofía e historia, y en todo caso si hubiese llegado a vivir más tiempo, me imagino que habría sido escritora, además pues repito, se murió tan pronto que no nos dio tiempo a hablar de filosofía
Usas su apellido como escritora, ¿por qué tomaste esta decisión?
Para que no se perdiera el apellido de mi madre, y por homenaje a ella.
¿Cambiarías algo de la novela tras el fallecimiento de tu padre?
No, la novela es exactamente lo que tenía que ser.
¿Llegó tu padre a leerla? ¿Te hizo alguna crítica?
Sí, afortunadamente la leyó diez días antes de fallecer y eso para mí ha sido muy importante. Realmente no sé cómo estaría ahora si no la hubiese leído, y las criticas que me hizo fueron todas positivas.
Tres cosas que siempre echarás de menos de tu padre
Las risas, las conversaciones hasta altas horas e intercambiarnos los libros.
En una foto con tu padre y contigo de pequeña que compartiste dices te parecía "el hombre más guapo del mundo". ¿Qué es lo primero que te viene a la cabeza al pensar ahora en esa foto?
Pues que me sigue pareciendo el hombre más guapo del mundo.
Tienes dos hijos, Mario y Caterina. ¿Cómo es tu relación con ellos?
Es una relación diría que extraordinaria, basada en el amor y en la confianza, nos lo contamos todo, o casi todo, y en todo caso nos acompañamos.
¿Qué le dirías desde lo que sabes ahora si pudieras a la Ayanta adolescente?
Me siento muy cercana a la Ayanta adolescente, no tuve una adolescencia especialmente conflictiva y me reconozco totalmente.