Alec Leamas no hubiera podido con James Bond. No solo porque los protagonistas de 'El espía que surgió del frío' (1963) y 'Casino Royale' (1953) representan polos ficcionales opuestos, sino porque Leamas es un tipo quemado, un cincuentón fuera de forma que enfrenta la mediana edad de la misma manera con que enfrenta la Guerra Fría: con resignación. Nada que ver con el ímpetu siempre 'moderno' de Bond. En suma, el héroe de Le Carré es una versión realista, casi burocrática, de un espía internacional. Y sin embargo, en 2016 la 'Publishers Weekly' declaraba 'El espía que surgió del frío' la mejor novela de espionaje de todos los tiempos. ¿Por qué?
Mucho antes de que Daniel Craig lograra 'humanizar' en el cine al super espía británico por antonomasia, Richard Burton componía un espía atrapado en el nervio y la frustración, que se sabe utilizado y que por momentos parece simplemente querer entregarse a sus pulsiones personales pasando de cualquier ideal patriótico. La película le valió a Burton su cuarta nominación a los Oscar (que nunca ganaría) y fue un éxito de crítica y taquilla. Nada de eso hubiera sido posible sin el sustento de la novela de John Le Carré, que retrata de una manera formidable aquel Berlín de la posguerra, dividido por el Muro y tironeado de un lado y del otro por el binomio ideológico que dividió el s. XX entre rojos y azules. Y aquí seguimos.
Si hay una palabra que define a la novela es 'desilusión'. Leamas ha fracasado en su misión como jefe de la oficina del Servicio Secreto Británico en Berlín Occidental y, tras presenciar el asesinato de su último agente encubierto, decide regresar a Gran Bretaña para solicitar la baja. Sin embargo, el jefe de 'el Circo' -como llama 'cariñosamente' Le Carré al MI6- le ofrece una última misión: hacerse pasar por un desertor y pasar información falsa a la inteligencia de la Alemania Oriental.
No vamos a seguir desvelando la trama de la novela, pero basta decir que los giros, las sorpresas y sobre todo, el derrumbe anímico del espía Alec Leamas poco tiene que ver con la potencia testosterónica y sofisticada de Bond.
Y es curioso, porque Le Carré, como Ian Fleming (el autor de las novelas de James Bond) también sirvió en los servicios secretos, pero lejos de idealizar al MI6 y convertir a sus espías en superhéroes, Le Carré utilizó su experiencia para intentar ser más fiel a la realidad.Y no solo sirvió en la inteligencia británica desde finales de la década de 1940, sino que gracias a su conocimiento del alemán, incluso llegó a interrogar a los desertores de Alemania del Este. Flemming, de hecho, moriría el mismo año en el que Le Carré lanzaba al mundo 'El espía que surgió del frío' por lo que asumió el relevo dentro del género de tal manera que, a su fallecimiento en 2020, su nombre era equivalente a 'novela de espías'.
En su momento, 'El espía que surgió del frío' fue criticada por sus escasas escenas de acción y por la ambigüedad moral de algunos de sus personajes. Non sense. Si hay en la realidad caracteres que trabajan en territorios de ambigüedad moral son los espías. Así lo entiende el propio Leamas: "¿Qué diablos crees que son los espías? ¿Filósofos morales que miden todo lo que hacen con la palabra de Dios o Karl Marx? No lo son. No son más que un puñado de bastardos sórdidos y como yo, hombrecitos, borrachos, maricas, maridos dominados, funcionarios públicos que juegan a "indios y vaqueros" para alegrar sus vidas podridas. ¿Crees que se sientan como monjes en una celda, balanceándose entre el bien y el mal? Ayer hubiera matado a Mundt porque lo consideraba malvado y enemigo. Pero no hoy. Hoy es malvado y mi amigo." Algo muy impropio de decir en una época en que los malos eran malo y los buenos eran (supuestamente) buenos. Y aquí seguimos.