Philippe Squarzoni ya lleva algunos años dándonos malas noticias. De la mejor de las formas. Es lo que tiene hacer cómic de denuncia, un género que, en palabras del propio autor, no fue producto de una elección. "No creo que se trate de una decisión como tal. El dibujo, con sus virtudes y sus carencias, siempre ha sido mi medio de expresión", dice. Su interés por los asuntos climáticos, medioambientales, ecológicos y su relación con los poderes económicos, también fue un asunto inevitable. Porque de eso se trata 'La oscura huella digital' -el cómic que en cierta medida amplía y complemente su 'Cambio de clima' aparecido el año pasado-: de consecuencias inevitables. O eso parece.
Podríamos resumir la tesis central de 'La oscura huella digital' así: los avances tecnológicos no son necesariamente más 'limpios', se trata de una fantasía 'ecologista' creada por los poderes fácticos del capitalismo para seguir vendiéndonos nuevos dispositivos con obsolescencia programada. Ahora, la manera en que nos lo cuenta, no solo aportando una cantidad apabullante de datos sino y ordenándolos con un razonamiento imbatible, sino a partir de su propia experiencia personal, es enormemente efectiva y artísticamente encomiable.
¿Qué fue lo que detonó tu interés por el cambio climático?
'Cambio de clima', el primer libro que dediqué a la crisis climática, surgió de toda una vida de investigaciones. Cuando emprendí ese proyecto, ya había escrito y dibujado sobre el infanticidio, la discapacidad mental, el genocidio del pueblo judío o el neoliberalismo… Entonces, me embarqué en una novela gráfica sobre la política de Jacques Chirac. Al investigar la cuestión de su balance ecológico, comprendí que abordar el cambio climático en mis libros, pese a su dificultad, era un asunto urgente.
Hay también una dimensión personal en la relación padre-hija de la historia.
Creo que la dimensión autobiográfica del libro permite a muchos empatizar con el relato. Hay realmente un cambio con respecto al uso —y al abuso— de las tecnologías a partir de la generación de mi hija. Y plantearlo como un diálogo intergeneracional real permite al lector identificarse con un problema. No pretendía que se abordase el libro como el discurso de alguien que habla desde arriba, sino como mi propio testimonio subjetivo y honesto.
¿Tienes un smartphone?
No, no tengo un smartphone. No puedo asegurar que si lo tuviera no acabaría consultándolo a cada rato. Ese es justo el problema del sistema en el que vivimos, que es prácticamente imposible no caer en alguna contradicción. En el mundo occidental, nos hemos acostumbrado a estar conectados a todas horas y en cualquier lugar, con el correspondiente precio para nuestra salud mental y nuestra privacidad. Por no hablar del coste ecológico que supone para el planeta la fabricación de unos dispositivos que necesitan de unos recursos finitos y los residuos que generan cuando son desechados, cosa cada vez más frecuente debido a la brutal práctica (totalmente implementada y asumida por el consumidor) de la obsolescencia programada. De hecho, en Francia, un joven de 18 años ya he tenido de media cinco teléfonos móviles.
¿Es la obsolescencia programada uno de los grandes enemigos de la humanidad?
La paradoja a la que nos enfrentamos es más que evidente: nunca se ha hablado tanto de emergencia climática, en las noticias está presente casi a diario, pero jamás se ha producido y consumido tanta tecnología. Y no solo es la obsolescencia programada, también el afán consumista que fomentan la publicidad y las redes sociales, nos lleva a producir cada vez más aparatos electrónicos.
¿Por qué es tan mala la fabricación imparable de estos aparatos?
Porque se fabrican a costa de nuestro planeta, que no puede soportar la extracción de unos recursos finitos, por no hablar de los problemas asociados a nivel económico, político y social que genera la extracción y el deshecho de esos dispositivos. Aparte de eso, en nuestra vida cotidiana, desde el visionado de los vídeos de gatitos a los viajes low cost, cada uno de nosotros somos fuentes que emitimos por cada poro multitud de gases de efecto invernadero.
¿El calentamiento global cambiará nuestra forma de vida para siempre?
En realidad, solo pretendo plasmar sobre el papel la urgencia de un tema que se menciona mucho pero se aborda, con acciones reales, bastante menos. O mucho menos de lo necesario. Creo que nos queda poco tiempo para realizar cambios importantes en nuestro estilo de vida, que, aunque no sean definitivos, deben venir acompañados de transformaciones de las políticas globales a nivel estructural, y en este sentido son esenciales.
¿El capitalismo ha fracasado, está fracasando o nos sobrevivirá como las cucarachas?
Teniendo en cuanta que el capitalismo funciona sobre la conocida y contradictoria base del crecimiento infinito en un planeta con recursos finitos, pienso que este sistema depredador está destinado a fracasar antes o después.
¿Por qué consideras que es una 'trampa' que se nos venda la nueva tecnología como algo ecológicamente limpio?
Las tecnologías digitales, internet y los diferentes dispositivos que necesitamos para hacer uso de ellas, y cuyos principales promotores son las llamadas GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft), se han esforzado mucho por vendernos la idea de la “nube”: todo está en esa nube, todo se almacena en esa supuesta nube etérea pero que en realidad se materializa en gigantescas centrales de datos, cables, aparatos electrónicos, etc. A pesar de ser las empresas más importantes a nivel global desde un punto de vista económico, las GAFAM apenas hacen (por no decir que es inexistente) publicidad física de ningún tipo, algo que contribuye a fomentar ese concepto de inmaterialidad. Sin embargo, son las responsables del 10 % de la producción mundial de electricidad, y liberan el 4% de las emisiones totales de CO2. Desde luego, han conseguido que caigamos en la trampa de la tecnología verde.
¿Cómo se combate el consumismo en tecnología?
Basta con examinar nuestra relación, cada uno la suya, con la tecnología digital desde una perspectiva crítica y actuar en consecuencia. Pero el tiempo apremia hacia una situación que tal vez sea ya irreversible, y son los Gobiernos los que deben actuar para regular el uso de la tecnología. Los Estados son los únicos capaces de revertir, o al menos paliar, la crisis climática, social y económica a la que nos conduce ese consumismo desaforado.
¿Podrías decirnos tres consejos prácticos que dar a nuestros hijos para intentar ralentizar el fin del mundo?
A nivel individual, es importante que cada uno aporte e instaure en su vida el nivel de sobriedad que sea capaz de alcanzar. Contribuir a la solución implica cambiar nuestros hábitos de consumo, dejar de comprar compulsivamente, usar las tecnologías con mesura. Pero, repito, estas acciones necesitan urgentemente cambios económicos y políticos más profundos. Y eso es mucho más complicado.