Hace exactamente medio siglo Stephen King se encontraba malviviendo en una casa rodante en Maine. El escritor y su esposa Tabitha Jane Spruce, a quien había conocido en la universidad, tenían dos hijos pero apenas llegaban a fin de mes. De hecho, tenían cortado el teléfono, por lo que King no pudo recibir la llamada que le comunicaba que su novela 'Carrie', su cuarto intento como narrador, iba a ser publicada.
'Carrie' fue un éxito inmediato. La primera tirada del libro fue de 30.000 ejemplares, King recibió 2.500 dólares de adelanto -había estado ganando unos 6.000 al año, sobre todo como maestro de Institutos- pero cuando la editorial New American Library compró los derechos para la edición 'rústica', apenas un año después, King y sus editores originales se repartieron 400.000 dólares. Ese mismo año, el libro alcanzaba el millón de copias vendidas.
Digamos a King nunca le volvieron a cortar el teléfono. Aunque su camino como maestro del terror -mismo que siguieron su esposa y su hijo, Joe Hill- tampoco fue fácil. Sus excesos con el alcohol y las drogas estuvieron a punto de mandar su carrera al garete más de una vez. Pero esa es otra historia.
Es verdad que la película de Brian de Palma -un clásico por sí misma- contribuyó de manera importantísima en el hecho de que el libro se convirtiera en un clásico. Pero lo cierto es que la cinta protagonizada por Sissy Spacek ni siquiera es la más fiel al libro. De hecho, una versión mucho menor, que solo se vio en televisión, no es tan buena, pero es más fiel a la estructura de la novela, que fue escrita a la manera de informe con retazos de prensa y testimonios dados a la policía.
Carrie White es una niña cuya madre es una fanática religiosa que la mantiene al margen del pecado, es decir, de todas las cosas que para las otras niñas son normales como los chicos, la ropa, la música. Por haber sido criada así, los compañeros pero sobre todo las compañeras del instituto la tratan con crueldad y la acosan. Especialmente cuando a Carrie le llega su primera regla en los vestuarios y al no tener información alguna sobre eso, se aterroriza y cree que va a morir.
A partir de ahí se recrudece el acoso de las alumnas del instituto y este termina con la por todos conocida escena del baile de graduación en el que, tras haberle hecho creer que la querían, las compañeras le vuelcan un cubo de sangre de cerdo encima destrozando su alma para siempre.
¿A que ya es una buena historia de terror sin la telequinesis?
Porque Carrie King recuerda que, por la época en que mal vivía en Maine, una compañera de la Universidad le espetó que siempre escribía cosas sobre hombres y que era incapaz de escribir historias sobre mujeres. King se sintió desafiado, pensó que a él 'no le asustaban las mujeres' y se puso a trabajar en un cuento. Y lo que pensó fue en una historia que girara en torno a una chica con poderes telequinéticos que se desatan con los cambios hormonales de la regla. Se inspiró también, asegura, en un par de compañeras suyas del colegio que sufrieron bullying siendo niñas, una de las cuales acabaría suicidándose de adulta.
'Carrie' es una historia protagonizada casi totalmente por personajes femeninos, la madre fanática religiosa, las amigas que la acosan, la única amiga verdadera de Carrie y, pos supuesto, la protagonista. Margaret, la madre de Carrie, representa no solo la represión religiosa (y patriarcal, que es decir casi lo mismo); las compañeras son la metáfora de una sociedad absolutamente insensible al diferente; y la propia Carrie podría ser leída como la niña inocente al que el paso a la madurez sexual, representada en la menstruación, convierte en alguien a quien temer, un monstruo.
Ignoramos si King concibió el libro como una alegoría feminista o si estaba simplemente expresando el miedo una sociedad conservadora al rol cambiante de la mujer. "Carrie es una mujer que literalmente incendia a todos esos hijos de puta que le hicieron bullying. ¿Cómo no vamos a amar a Carrie?" dice la escritora de relatos de terror (y feminista) María Fernanda Ampuero.
Lo que si sabemos es que cuando intentaba escribir su cuento sobre mujeres, escribió la escena de la regla en las vestuarios y tiró las cuatro páginas que llevaba a la basura, pensando que a quién le iba a interesar una historia como esa. Fue Tabitha King, su compañera, la que recogió esos papeles y lo animó a continuar con las historia.