Máximo Huerta: "He escrito la gran historia de amor que necesitaba vivir"
Máximo Huerta publica ‘París despertaba tarde’, su última novela, sobre los años 20 de una ciudad por la que siente “una conexión emocional y literaria”
"La efervescencia que se adueñó de la capital en los años veinte solo puede definirse con una palabra: locura", dice el escritor y periodista
"Es una gran historia de amor que he vivido como si fuera mía", confiesa en también presentador
Siempre que puede vuelve a París. Máximo Huerta vive enamorado de la ciudad de la luz, por la que siente “una conexión emocional y literaria”. Y ya no es que solo le guste la ciudad por cómo le hace sentir, sino que también disfruta escribiendo sobre ella. Eso es lo que ha hecho en ‘París despertaba tarde’, su última novela. Una historia de amor que une personajes reales con ficticios que transcurre durante los años 20, con los Juegos Olímpicos de telón de fondo.
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¿Por qué te fascina tanto París?
Es una ciudad inspiradora, creativa y segura de sí misma. Eso la convierte en una atracción permanente. París es un amante, siempre dispuesta. Desde pequeño ha significado un lugar atractivo, todo lo que tuviera relación con la ciudad era un imán para mí.
¿Qué diferencias ves entre aquel París que se preparaba para los JJOO de 1924 con el París que ahora se prepara para los de 2024?
La participación femenina es ahora coherente con nuestro tiempo, en ese año eran pocas. Recordemos a la española Lili Álvarez. Sin embargo, todos los elementos clásicos de unos JJOO ya están en ese París, desde el estadio, las estrellas o el logotipo. También el eslogan, 'Citius, altius, fortius'.
¿Qué te atrapa de los años 20 parisinos?
Deslumbrantes, ingeniosos, insolentes. Los años veinte son una parte excepcional de la historia de Francia. París pasó definitivamente la página del siglo XIX. Y se volcó en una nueva época; la juventud francesa solo pensaba en una cosa: olvidar la tragedia.
La efervescencia que se adueñó de la capital en los años veinte solo puede definirse con una palabra: locura. Todo se aceleró, se derrumbaron los valores de antes de la guerra, las mujeres se emanciparon, bailes, fiestas, carnaval. Fue una revolución cultural llevada a cabo por hombres y mujeres visionarios.
Las locura de aquellos años es la de un puñado de escritores, bailarines, artistas venidos de todo el mundo, y que dando la espalda a los buenos modales, se arrojaron a un mundo de alegría. Hombres venidos de todo el mundo. No eran franceses, pero se sentían parisinos.
¿Fueron felices los años 20?
Fueron duros, nacían del drama, del dolor de la guerra. Sin embargo, teniendo todo para hundirse en el gris, respiraron alegría. La pobreza era brutal, el recuerdo de los muertos… Aun así, se echaron a las calles a bailar. El olvido fue necesario para sobrevivir. Y para ser felices. Era la 'joie de vivre', la alegría de vivir.
¿Son felices los años 20 de ahora?
No veo alegría. Comparamos las grabaciones espontáneas del cine y reportajes de la época y sonríen al estilo Hemingway: “pobres, pero felices”. Ahora si nos paseamos por una gran avenida, todo el mundo va serio, solo mirando pantallas de móvil. Ahora la alegría va por barrios.
Después de narrar tu vida en ‘Adiós, pequeño’, ¿te ha costado volver a la ficción?
Ha sido como ventilar la casa, abrir las ventanas… viajar a los años de la alegría, entrar con la ficción y poder imaginarme en ese tiempo de creatividad y fiesta. Ha sido un placer escribir esta novela, seguramente más que nunca. Sí, más que nunca. Una gran historia de amor que necesitaba vivir.
A pesar de tu pasión por París esta novela requiere de mucha documentación, ¿te costó mucho escribirla?
Me ha costado tiempo, pero ha sido un disfrute. Tanto buscar documentación como ponerme en la piel de los domiers —clientes del café Dôme— o entrar en talleres de pintura o moda. Un verdadero gozo. A veces, el trabajo da alegrías. Y esta novela significa eso: alegría.
¿Has disfrutado el proceso?
Mucho. Una gran historia de amor que he vivido como si fuera mía. Amor que parece inquebrantable. Es la fotografía en color de los años más locos de París. Un paréntesis entre el drama de las guerras y la celebración de la vida. Los Juegos Olímpicos, la cumbre del arte, la vanguardia, la moda… Un año clave, de una intensidad inaudita.
De todos los escenarios parisinos que presentas, ¿cuál es tu favorito?
Una terraza llena de mesas.
Recuperas algunos de tus personajes anteriores, ¿por qué?
Porque las conozco. Porque Alice y Kiki me llevan de la mano en otro momento de su vida. Y con ellas puedo, conociéndolas, describir un episodio importante de la historia del mundo. 1924. Un lujo.
Coco Chanel, Claude Monet… ¿los personajes reales que introduces han sido inspiración para ti?
Muchos de ellos sí, lo son. Claude Monet vive su último año, André Citroen es un emprendedor fascinante, Fitzerald está como loco disfrutando la ciudad lejos de la ley seca…
En la novela, más allá del amor, el olvido y la libertad son dos conceptos muy presentes, ¿es necesario olvidar para ser libre?
Es necesario relativizar la vida, quitarle hierro y sí, olvidar. Sin olvido no hay nuevas aventuras.