Todo empezó con un cencerro. Cuando Emilio Aragón (La Habana, 1959), recién cumplidos los 18 años, se sumó al circo familiar de los Payasos de la Tele interpretando a Milikito no hablaba, solo se comunicaba mediante mímica. Luego ya sí el payaso mudo encontró su voz. Y ya no se callaría. Era el inicio de una línea blanca que le llevaría a probarlo casi todo, y siempre con éxito.
Se calzó las zapatillas para modernizar la televisión española en los años 90, se convirtió en uno de los rostros más populares del país (¿el más popular?) enfundado en la bata de 'Médico de familia' y un día, de repente, dio un paso a un lado. Desde entonces nunca ha dejado de acometer proyectos de todo tipo, pero ya alejado voluntariamente de esa primera línea que tanto quema. El último de sus desafíos es atreverse con la literatura infantil. Emilio no duda en calificar 'Telmo Lobo. El misterio del capitán' (Alfaguara) como su viaje "más apasionante, porque va más allá, era algo deseado por mí y por mis nietos".
Porque Emilio Aragón, además de payaso, presentador músico, actor, productor, guionista, director de cine y empresario, también es abuelo de cuatro niños (Martin, Aruca, Teo y Cuba), y fueron ellos quienes le animaron, o más bien exigieron, dar el paso. "Yo llevaba tiempo con la idea de escribir algo, pero no encontraba el momento, y después de tantas noches leyéndoles cuentos antes de dormir, una de mis nietas me dijo: ‘Bebo, tienes que escribir un libro", nos cuenta el flamante autor. El resultado, 256 páginas que narran las aventuras de los hermanos Telmo, Mia y Sammy Lobo en busca de su padre desaparecido años atrás y su abuelo. La familia siempre lo más importante.
Probarse en algo nuevo siempre es un reto. ¿En qué libros y autores buscaste inspiración?
Yo creo que uno destila todo lo que lee. Y yo de novelas de aventuras he leído mucho, casi todo lo de Verne, 'La isla del tesoro', 'Moby Dick', 'Los cinco'… El género me divierte mucho, sobre todo a la hora de escribir, porque hay todo un universo para imaginar. Aunque también tiene el problema de que según qué camino cojas te puede complicar la vida. A la hora de escribir no soy de los que escaleta absolutamente todo. Sí hago un mínimo trabajo de investigación pero dejo mucho margen a la imaginación. Y luego hay mucho de reescribir, reescribir y reescribir, por eso ha sido un viaje apasionante pero también duro.
¿Qué es lo que más has disfrutado de escribir para los niños?
Lo apasionante del proceso creativo es que casi siempre sucede el mismo camino. Te topas con un muro, a veces demasiado sólido, que parece imposible de romper, y de repente un día ese muro cae y empiezan a brotar ideas y abrirse puertas. Voy a cumplir 66 años y este viaje me ha sucedido siempre, ya sea componiendo una canción, haciendo un programa de TV o montando un ballet.
¿Hay alguna diferencia entre escribir para los más pequeños y hacerlo para adultos?
He intentado no pensar en que era una novela infantil, sino en tratar al niño o preadolescente como un adulto. Creo que ese es el secreto. Esta novela creo que le va a divertir igualmente al padre o al hermano mayor.
¿Cuánto hay de tus nietos en los personajes protagonistas?
Hay cositas, muy pequeñas. Evidentemente no son como los retrato en la novela, pero hay destellos en los que van a ver reflejados.
¿Con qué esperas que se queden los lectores de 'Telmo Lobo'?
Sobre todo con valores como el compañerismo, el amor, que es el eje de prácticamente todo, el ayudar a quien lo necesita, aprender a escuchar… hay una serie de ideas en la novela que les pueden ayudar, aunque no he pensado exprofeso en ello. Al final he querido escribir un libro que sea lo más apasionante posible, lo más divertido posible, pero siempre desde el corazón. En eso soy muy faulkneriano, soy de los que creo que desde el corazón todo fluye de otra manera.
¿Qué importancia tienen las ilustraciones en el libro?
A mí me encantaban las ilustraciones cuando leía de pequeño. Lo divertido de este caso es que mis nietos leyeron lo que había escrito y luego fueron ellos mismos quienes propusieron las ilustraciones. Ajustamos cosas y cuando vi por primera vez el resultado me pareció precioso.
¿Qué tal se te da lo de ser abuelo?
A mí me apasiona, y ellos lo saben. Para mí las tardes tienen sentido cuando estoy con ellos, aunque sea un rato nada más. Sentarme con ellos, que me cuenten sus historias del día, cómo lo han pasado, y hablar de lo que sea, de música, de deportes... Hay muchas cosas de mis hijos que por mi trabajo me perdí cuando tenía 30 y 40 años, y con mis nietos no me lo quiero perder.
¿Recuerdas tú a tus abuelos? ¿Cómo eran?
Yo desgraciadamente solamente conocí a mi abuela Asunción, la madre de mi madre. Tengo muchos recuerdos muy bonitos en Chicago, en San Juan de Puerto Rico, cuando yo tenía 8 años. Yo soy un abuelo joven, voy a cumplir 66, y tengo la suerte de poder disfrutar mucho de mis nietos.
¿Estar con ellos es una forma de volver a la infancia?
Sin duda. Y yo creo que al adulto que lea la novela le va a sacar ese niño que todos llevamos dentro. Yo me acuerdo mucho casi todos los días de momentos de mi infancia, algo que me lleva a una imagen que pasó cuando tenía 10 años. La patria de un hombre es su infancia. Creo a pies juntillas en eso.
¿Son muy distintos los niños de ahora de los de hace 40 años?
La mayor diferencia es la información que tienen. La tablet, internet, las redes sociales... marcan una diferencia muy importante. Cuando nosotros éramos niños y queríamos saber algo teníamos que ir a la enciclopedia, a la biblioteca y buscar el libro, ahora con un clic ya tienes la información. Pero creo que nosotros ni éramos mejores ni peores. Eso de comparar épocas… bueno, en nuestra época teníamos lo que teníamos, y ellos tienen lo que tienen.
Lo que sí que creo es que hay un exceso de información, ya no solo para los niños, sino también para los adultos. Hay mucho ruido, mucho input, y ya no sabes qué elegir. Eso es lo único, pero, por lo demás, un niño siempre es un niño. Sobre todo hay que intentar protegerles de ese exceso de información que a veces puede perjudicar más que beneficiar.
¿Todo ese exceso de información no crees que se lo pone más difícil a los padres y a los abuelos?
Sí, sin duda, hay una labor importante que hacer. En nuestra época teníamos un canal de TV, la radio y los discos tenías que ir a comprarlos en vinilo o CD. Hoy tienes todo en un móvil o una tablet. El que no tenga información sobre algo es porque no quiere. Otro tema aparte sería el de la inteligencia artificial, que al menos a mí se me escapa el impacto que pueda tener de aquí a 30 o 40 años. No tengo ni idea de qué nos espera, ojalá sea bueno.
En este mundo tan incierto ¿qué deseo tienes tú para tus nietos?
Espero que toda esta tecnología que se está desarrollando sea para bien, que les sirva de ayuda para transitar por este mundo de la mejor manera posible porque las cosas al final se van complicando. Mi deseo es que no perdamos la sensibilidad, porque estamos acostumbrándonos demasiado rápido a ver cosas terribles como el desastre de la guerra en directo.
Por último, ¿ves 'El misterio del capitán' como el primer capítulo de una larga saga?
Ojalá. Ese es mi verdadero deseo, que esto sea el inicio de una saga. Sería muy feliz, no sabes cuánto.