Al escándalo de la publicación del libro de Almudena Grandes le siguió el de la película 'Las edades de Lulú'. Su director, Bigas Luna, confesó que el rodaje llegó a provocarle auténticas paranoias. Así lo declaró en diciembre de 1990, recién estrenado, primero en Barcelona y después en Madrid, este título inspirado en la novela homónima. Premiada en 1989 por la Sonrisa Vertical, la obra suscitó una expectación asombrosa, pero también un buen alboroto en la sociedad. Lulú alimentó durante un tiempo las fantasías eróticas de una generación con sus juegos amorosos, la experimentación de los protagonistas, las orgías y las relaciones cruzadas de sus personajes. El mayor desconcierto fue la transgresión del universo femenino que hizo la autora con su particular uso del erotismo.
El protagonista masculino de la película, Óscar Ladoire, le asombró que se hubiese creado un fenómeno sociológico tan especial. El propio Bigas Luna, tan celoso de su intimidad, tampoco entendió bien aquel morbo que había desatado la obra de Grandes, que incluso llevó a la actriz Ángela Molina a retirarse una semana antes de empezar el rodaje.
Para el director, era muy sana, para nada de categoría X: "Creo que los jóvenes la van a entender hasta mejor que mi generación, porque en el fondo Lulú es una mujer que solo quiere a un hombre y o va buscando a través de otros para entregarse totalmente a él". Excepto el momento sadomasoquista, creyó que se podía interpretar "profundamente moralizante, de verdad, porque ¿qué niña de 20 años no sabe hoy lo que es un vibrador?".
'Las edades de Lulú' fue la novela más representativa de la escritora fallecida, aunque tuvo una crítica muy desigual, en cuanto a la descripción erótica y estereotipos de género. La trama se sitúa en ese Madrid de la Transición en el que los prejuicios aún convivían con las libertades de una generación que desea romper con todo lo anterior. Tal expectación hizo que se tradujese a más de 19 idiomas e hizo crecer la popularidad de su autora.
A ella misma le sorprendió el éxito abrumador y a la vez "tan complejo que en algún momento estuvo a punto de aplastarme". Grandes reconoció en 2015 lo mucho que le debió a 'Las edades de Lulú': "Pocos libros han hecho tanto por sus autores como esta novela hizo por mí, cuando me regaló la oportunidad de emprender la vida que siempre había querido vivir". Era muy joven, sin apenas experiencia, pero le dio alas para dedicarse en exclusiva a la literatura.
En este inusitado efecto tuvo mucho que ver el alto contenido erótico, sin duda sugerente y atractivo para el público, a punto de entrar en la década de los noventa. También se consideró decisiva la concesión del premio. La Sonrisa Vertical fue un certamen de literatura erótica creado en 1979 por la editorial Tusquets que marcó toda una época y una generación. Luis García Berlanga, conocido entusiasta de todo lo erótico y sexual, presidió este certamen hasta su desaparición, en 2004.
El motivo de su caída fue la falta de calidad en los textos. En las últimas ediciones el nivel había bajado hasta el punto de rayar en lo zafio. Según un comunicado de prensa, "la expresión literaria del erotismo ha ido gradualmente asimilándose a la narrativa general y se ha integrado en colecciones literarias no acotadas específicamente al género erótico". Asimismo, la editorial contempló el hecho de que la mayoría de las obras premiadas en La Sonrisa Vertical habían recibido, excepto en contadas ocasiones, escasa atención de la crítica.
No fue el caso de Almudena Granes. Las reacciones fueron abundantes e inmediatas. Su excesiva exploración de la sexualidad fue entendida en el peor de los casos como el resultado de la liberación no resuelta tras el final de la dictadura franquista, el preludio del fin de la movida madrileña. Sin embargo, lo que buena parte de los lectores encontraron en sus páginas fue el retrato más audaz de una generación.
Es el caso de Mario Vargas Llosa, que valoró la obra con estas palabras: "Refleja la prodigiosa transformación de la sociedad española a lo largo de medio siglo, mejor de como lo harían muchos volúmenes de sociólogos e historiadores". El Premio Nobel, que de paso elogió la "penetrante indagación en los secretos de la intimidad femenina", vio en 'Las edades de Lulú' la crónica de los cambios en la sociedad española durante la Movida: "Un frenesí, un hambre de desmesura que quiere romper todos los límites".
La plétora de juicios y análisis llegó a resultarle atosigante a la autora. Unas veces derivaban en enaltecimiento de la obra y otras en repudio, sobre todo de quienes consideraron que Lulú narró para el hombre cumpliendo las expectativas más convencionales y estereotipadas de la sexualidad masculina.
Grandes quiso zanjar el asunto varios años después echando mano de su habitual agudeza: "Yo no sé qué o quiénes son las mujeres, pero yo tengo dos cromosomas X, menstrúo con regularidad y jugué mucho a las casitas de pequeña". Y añadió: "cualquier posición femenina heterodoxa (como la de Lulú) frente a la nebulosa ortodoxia […] no merece siquiera el consuelo de incorrección política. Es, directamente, impropia, falsa".