La 'masacre de Circeo' marcó la historia reciente de Italia: dos chicas vírgenes y pobres fueron secuestradas, violadas y asesinadas con una especial brutalidad por tres jóvenes de buena familia. Corría 1975 y los medios lo siguieron paso a paso. Una especie de 'Niñas de Alcaser' en cuanto a potencia simbólica para toda una generación. Edoardo Albinati no escribió del asunto hasta cuarenta años más tarde, cuando puso en pie 'La escuela católica', aunque conocía de cerca al líder de los asesinos, Angelo Izzo, hermano mayor de uno de sus mejores amigos. De hecho, seguramente por eso. El resultado, best seller en su país, le ha hecho ganar el prestigioso premio Strega por su análisis sobre el cóctel explosivo que forman la idea de la masculinidad, la fragilidad íntima del hombre y la violencia.
Albinati (1956) volvió a vivir al piso que había construido su abuelo en el barrio romano de Trieste hace una década. Se trata de una zona acomodada, funcional, donde residía gente de 'buona famiglia', que si bien no eran millonarios no tenían problemas de dinero. Allí creció junto a otros muchachos, con su escuela católica como epicentro, consagrada a la Virgen, y valores de derechas que coqueteaban con el neofascismo. Curas, partidos de fútbol y baloncesto, identidades en construcción, educación sexual mínima y confusa, insinuación de abusos, el pez más fuerte que aplasta al chico. Nada que no les suene a varias generaciones de españoles. Tardó y le removió (atravesó una depresión al concluir el libro), pero el resultado es más que unas memorias: sus casi 1.300 páginas se han traducido a seis idiomas y la película está en proceso.
"Se trata de una reconstrucción de la vida en un colegio masculino en los años 70 en Roma. Que no tendría nada de interesante si no fuese porque algunos de los estudiantes, mis compañeros, fueron los protagonistas de un crimen muy importante en Italia en el 75, donde dos chicas fueron cruelmente violadas y asesinadas. Yo crecí como ellos. Mi idea no era investigar el proceso judicial, sino todo lo que le rodeaba: qué les hizo explotar así", explica en un hotel del centro de Madrid mientras ataca un panino a media tarde. Lleva todo el día de entrevistas y a la hora de la comida se ha escapado al Prado, donde le ha marcado un Goya titulado '¡Que se la llevaron!', en el que dos hombres raptan a una mujer. "Es un patrón clásico, la historia de la humanidad", dice.
La búsqueda de Albinati ha tenido hallazgos para la crítica. El más repetido se resume en una frase del libro: "Nacer hombre es una enfermedad incurable". ¿Por qué? "Los mejores análisis de mi obra han venido de publicaciones feministas. Viene a decir que todos sentimos por dentro no estar a la altura del modelo. Como si nacieses ya sin un brazo, nunca serás como la estatua griega perfecta. Al varón se le dice que tiene que ser siempre fuerte, valiente y decidido. Y eso supone un fracaso de partida, porque ninguno es así, al menos no todo el tiempo. Los hombres somos frágiles y tenemos dudas como cualquier ser humano. Lo que piensas es que estás enfermo porque solo estarías sano si fueses diferente a como eres. Si eres débil, si lloras, si tienes miedo… estás enfermo", explica. Y añade otra de sus conclusiones: "Es un error aislar a hombres y mujeres en diferentes colegios".
¿Esa distancia entre lo que eres dentro y tu 'deber ser' es lo que genera la violencia?
Con la ella acercas la distancia entre los dos extremos. Los hombres usamos la violencia por miedo a nuestra debilidad. ¿Cómo puedes demostrar que eres un verdadero hombre si no es maltratando a la mujer? Ese es el modelo. ¿Dónde demuestras que eres fuerte? Infligiendo dolor en los más débiles. Era el sometimiento absoluto en el caso de estos chicos: hombre sobre mujer, rico sobre pobre (que en aquella época fue muy importante para los medios), espabilados sobre inocentes. Esas dos chicas eran la víctima perfecta sacrificada.
¿El sexo como ejercicio de poder?
Justo. Luego violaron a mujeres ricas también: la violencia no era por el sexo en sí, de hecho alguno de ellos manifestó tendencias también homosexuales, sino para sentir poder. Las pistolas no las aman los hombres fuertes, sino los que tienen miedo de ser débiles.
¿Qué es ser un hombre?
Era la gran pregunta, a la que esta escuela católica no daba una respuesta clara, porque por un lado te enseñaba a ser bueno y amable y a sacrificarte, y por otra debías usar la fuerza como principal atributo. Convertirte en uno verdadero era una cosa dificilísima. Y a la vez esencial. Agotador.
Comenzamos a ser conscientes del daño que hace el patriarcado a las mujeres, ¿qué otros daños inflinge a los hombres?
Nos hace mucho daño desde siempre. Si fuese así de claro que nosotros somos los fuertes y vosotras las débiles no habría tantos problemas y desajustes. Tenemos la misma esencia emocional y frágil que cualquier ser humano. Como un pueblo que tiene esclavos: sí, es cómodo que te sirvan, pero ejercitar la esclavitud sobre otros es muy duro, injusto y a la larga no compensa. Es una forma de no libertad para nadie. No eres libre ni tú ni la persona que sometes. Lo que ocurre es que de ese esfuerzo enorme en nuestro caso da beneficios. Al final hasta casi te puede convenir. Ha habido mucho debate sobre este libro, porque hablo sobre el 'dividendo patriarcal', un concepto que me encontré en un libro feminista.
¿Podrías explicarlo?
Viene a decir que en una sociedad avanzada aunque aún patriarcal, hay hombres abiertos, paritarios, cultos, liberales, que no dejan de ingresar su 'dividendo' cuando son otros hombres, no ellos, los que ejercen el poder sobre la mujer. Malos tratos, menos salarios, cuidados… Yo que no lo hago, incluso lo condeno, pero al final acabo beneficiándome de que otros sean violentos por mí. Es un privilegio indirecto. Como cuando compras unas acciones y te llegan mes a mes los dividendos a tu cuenta. Aunque estés en contra de la especulación y la bolsa. Como occidente hace con los países pobres.
¿Te consideras feminista?
No puedo. No soy una mujer, así que no puedo ser feminista. Me interesa el feminismo porque es el único pensamiento interesante que hay ahora mismo.
¿Un hombre no puede ser feminista?
Lo considero un poco ridículo. Es como si me proclamase negro. No lo soy.
Sería más bien como si te proclamases defensor de la igualdad entre blancos y negros
Todos somos iguales de partida. No hay necesidad de feminismo para decir que todos somos sagrados e iguales: hombres, mujeres, blancos, negros, viejos, jóvenes…
¿No crees que es un poco contradictorio esto con todo lo anterior?
Es que yo no puedo decir tampoco que soy ateo. Para ser feminista tienes que tener un algo que reivindicar tuyo. Yo no puedo reivindicar, puedo apoyar. Tras la salida del libro, que ha tenido muy buenas críticas y análisis por medios feministas, me han invitado a una acción: pintar un banco rosa en cada parque para pedir la no violencia contra las mujeres. Yo he pintado mi banco. Estoy de acuerdo. Soy tu compañero de camino, pero miro el movimiento desde el estar al lado, no dentro. Defiendo la sociedad mixta de género, de edad, de personalidades… Lo diverso es lo interesante.