Hay algo que tenemos que hacer y no lo podemos hacer de cualquier manera. Y, para ser sinceros, hay que contar con que tampoco lo puede hacer cualquiera. Solo los héroes. En este estado de alarma decretado en nuestro país, a unos los encontraremos en la vanguardia y a otros en la retaguardia. Unos tendrán que luchar, otros resistir, otros aceptar lo inevitable. Y todos tendrán que vencer su miedo, a todos se les pedirá que sean héroes.
A los profesionales de la sanidad, a los enfermos, a los que corren el mayor riesgo y a los que lo corren en menor grado, a los que ayudan en los hospitales y a los que ayudan en casa o suministrando alimentos o abriendo la farmacia, a los que ayudan por salvar una vida que aman y a los que ayudan porque eligieron esa vocación, arriesgando su propia vida, dándole valor con el valor que habrán de demostrar.
Pero nos hemos olvidado de qué es un héroe. No es un ser extraordinario ni un superdotado. El héroe, para el mundo griego -que es una de nuestras fuentes culturales- es el que desafía la vida. Solo así sabemos que vivir merecía la pena, solo así sabemos lo que valemos. Cuando la propia vida no se arriesga es porque no vale nada. Tener valor es darle valor.
Hay que viajar al Hades, a la muerte y al infierno, para poder estar verdaderamente vivos. Uno tiene que morir muchas veces, penetrar muchas veces en la oscuridad, para poder regresar a la luz y cumplir con el destino (que nunca está escrito, porque es nuestro carácter).
Los héroes no se traicionan a sí mismos. Tienen fe en lo que creen. La tiene Pericles durante la peste de Atenas. La tiene Ulises para creer que regresará a Ítaca. La tiene Jasón para ir en busca del vellocino de oro. A un héroe se le conoce por su fe. Por la fe que a otros les falta. No es un maestro, a menudo es simplemente un guía en la acción. Alguien que coge el timón cuando todos tiemblan. Además, si se traicionaran a sí mismos, ¿cómo podrían no traicionar a los otros? ¿Y cómo entonces podrían hacer lo que solo pueden hacer si están juntos?
Los héroes tienen miedo y lo dicen. Esto es importante, porque lo tendrán. Es importante porque al expresar sus emociones podemos conocerlos de verdad. No nos haremos falsas ideas de lo que es un héroe y gracias a ello quizá nosotros intentaremos serlo cuando tengamos la oportunidad. Y también es importante porque así evitan el error. Alguien que se engaña a sí mismo no está listo para la acción. Se sorprenderá de sí mismo, al no ser ni actuar como esperaba. Pensará más en sí mismo que en lo que tiene que hacer. Estará desorientado y confuso cuando más se le necesita.
El héroe no quiere ganar, no quiere conseguir todo lo que se propone, no compite con la naturaleza, con la vida o con los demás. Solo compite consigo mismo. Quiere ser mejor que ayer. La victoria es superarse. Con frecuencia, el héroe no es el que destaca, el que más sabe, el líder. Pues es más difícil, partiendo de una posición débil, superarse a sí mismo que partiendo de un lugar preeminente. Cuando uno se siente pequeño o inferior, la tentación es abandonar, rechazar el reto, despreciar el esfuerzo. Si se sobrepone, y solo con sobreponerse, ya es grande.
El peligro del héroe es la melancolía. No debe mirar atrás si quiere emprender el viaje, como Jasón y sus argonautas. Tiene que estar listo para la difícil tarea que le espera. Los seres queridos, a quienes ha dejado lamentándose en el puerto, implorando que no se marchara, los amigos, el amor, ya no dominan en su corazón. Ha de actuar, y eso exige concentración en el presente, entrega a la acción. De lo contrario, será devorado por los monstruos y su viaje habrá sido en balde.
No hay conquista, no hay meta. El héroe sabe que la meta es el viaje. Ir y regresar. Poder contarlo. Como sabían los antiguos griegos, la inteligencia puede aplicarse sobre lo que puede ser cambiado, pero también es de hombres y mujeres inteligentes aceptar lo inevitable como inevitable. Y en lo que nos espera, apenas sabemos qué cosas podremos cambiar y qué cosas son inevitables. Hay que estar preparados no para la gloria, sino para la aceptación. Ganemos o perdamos, seremos recordados si hemos aceptado lo que no pudimos cambiar.
Pero sí hay algo que conquistaremos por el camino y que nos traeremos de vuelta. No será el vellocino de oro, será el respeto y tal vez el amor de aquellos que estuvieron con nosotros y que nos vieron luchar por encima de nuestras fuerzas, de aquellos que nos hicieron sentir útiles, y con los que por un instante o tal vez una vida compartiremos la felicidad de haber merecido existir.